miércoles, 16 de diciembre de 2015

MENSAJEROS DE LO DIVINO

TIEMPO DE ÁNGELES

            No es cosa de seguir con la escatología y sus acentos 'tremendistas' en pleno mes de diciembre, a tres días del 18, la fiesta de la Expectación del parto de Nuestra Señora la Virgen María, o sea, la Virgen de la Esperanza, la Virgen de la O (por las antífonas de las Vísperas de esa semana, hasta el día 24, que comienzan con la exclamación admirativa: ¡Oh... ! y evocan los nombres del esperado Redentor). Dejemos la escatología para la Cuaresma, con su llamada al recogimiento y el recitado del 'Miserere' penitencial.

            Es tiempo de ángeles, ángeles y arcángeles que pueblan los aires y traen mensajes misteriosos, incomprensibles para el pobre caletre del ser humano sumido en la postración de sus limitaciones..., aunque presuma de lo contrario. 


Ángeles que se dejan ver y oír, que acuden a visitar en la casa humilde de una muchacha nazaretana y le anuncian algo absolutamente insólito (¿será posible?): "Alégrate, agraciada... No tema, María, concebirás y darás a luz un hijo, que llamarás Jesús... Es Hijo del Altísimo y salvará a su pueblo...Para Dios nada hay imposible".


Ángeles misteriosos, que se dejan adivinar en el sueño de un varón sencillo, un joven enamorado sumido en la confusión y el desencanto... "Pero, ¿es posible..., ella, María, la casi intocable...? ¿Qué hacer... ?. No, no voy a denunciarla y ponerla en evidencia, como adúltera, ante el pueblo..., que la apedreará hasta morir. No. La dejaré en secreto..., me alejo, me voy de Nazaret, si es preciso..., pero denunciarla, eso no...Ya está... ¡Qué sueño tengo, Señor, qué cansancio!..." Y la voz sugerente, el aviso del ángel invisible: "No temas, José, hijo de David..., lo que hay en María viene del Espíritu Santo... Te la puedes llevar tranquilo a casa". El alivio en la fe, porque este hombre justo no entiende nada, pero acepta a su esposa, a María, encinta.



            Tiempo de ángeles. Ángeles mensajeros: "No temáis; os traigo una buena noticia. En la ciudad de David os ha nacido un Salvador, el Mesías el Señor... Un niño acostado en un pesebre...". Ángeles, legión de ángeles músicos... "¡¡¡ Gloria a Dios en el cielo...!!!". Ángeles que tañen vihuelas, clavicémbalos, violas de gamba, arpas, flautas.., brincando revoloteando entre nubes, imaginados por artistas soñadores, sondeadores del misterio.


            Ángeles protectores, vigilantes, aunque otra vez en el sueño: "Levántate, toma al niño y a su madre y vete a Egipto hasta que yo te avise". Y José se levantó, de noche y marchó a Egipto.

            Tiempo de seres que evocan los cantos litúrgicos y piadosos:

"Los ángeles santos, que vienen y van,
preparan caminos por donde vendrá
el Hijo del Padre, el Verbo eternal,
al mundo del hombre en carne mortal"



            "Pero, bueno, oiga: ¿en qué quedamos?", nos dice el sesudo pensador, el hombre de ciencia experimental...¿Ángeles?...¿No es eso una reminiscencia de las culturas mesopotámicas, de Babilonia, Asiria, Persia... ¡Ángeles..., querubines...! ¿no eran los animales alados, con caras de hombre y altas coronas, que guardaban las avenidas y puertas regias en las capitales de esos reinos..., e imponían respeto y hasta terror?... Es verdad que pasaron a libros proféticos del Antiguo Testamento y de ahí incluso al Nuevo... Pero, ¡a estas alturas!. Y esto se ha difundido entre creyentes que se estiman fieles serios, hasta entre clérigos y ¡teólogos!. los 'científicos de los divino'. Así está 'la cosa'.

            Sin embargo, el Catecismo de la Iglesia Católica, publicado antesdeayer, como quien dice, el 11 de octubre de 1992, en cumplimiento del mandato del Concilio Vaticano II, con la firma de un papa penúltimo, hoy canonizado, San Juan Pablo II, este texto que se considera la 'doctrina oficial de la fe católica' de su Iglesia, y que por tanto, debe ser creído por lo fieles de la misma, nos habla de los ángeles en un montón de apartados (basta consultar el índice temático del Catecismo en su epígrafe "Ángel" para ver la abundancia de referencias). Baste sólo un breve punto, el 328: "La existencia de seres espirituales, no corporales, que la Sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición". las dos fuentes de la revelación divina, Escritura y Tradición, están, por tanto de acuerdo 'unánimemente'.... Para saber la seriedad, la 'gravedad' del asunto, de cómo hay que acoger esta afirmación, consúltese el punto 150 del mismo Catecismo.


            Tiempo de ángeles, tiempo fascinante, en el que, en cierto modo, Dios se desborda y se vuelca sobre el mundo hechura suya, sobre el cosmos, las criaturas astrales y terrestres, y lo hace por medio de sus mensajeros, lo ángeles, millares de seres a sus órdenes. Su visión es irresistible para el hombre, de modo que generalmente el propio ángel da la capacidad de soportarlo con la frase "No temas. Sin embargo, en las legiones de ángeles que anuncian la Navidad a los pastores cercanos a Belén y cantan alabanzas a Dios, no hay señal de pasmo ni terror, sino de felicidad. Y los pastores lo creen enseguida y salen corriendo a Belén: "Vamos a ver esto que nos ha dicho el Señor".


            Tiempo de maravillas, en el que Dios, inexplicablemente, se hace niño desvalido, cercano a nosotros. ¿Estamos en condiciones de recibirlo, o, acaso, tan distraídos preparando cenas y convites, con langostinos, pavos trufados, dulces cavas y licores, que ni nos enteramos de qué va ese anuncio? ¿Tendrá que aplicársenos la frase profética de Isaías en la que tiene su origen la tradicional presencia del asno y el buey en el Portal de Belén?: "Conoce el buey a su dueño y el asno el pesebre de su amo. Israel no conoce, mi pueblo no entiende" (Is 1, 3)




            Que los santos ángeles nos guarden y traigan con sus cánticos el mensaje de la Sabiduría, que se encarna parta los sencillos de corazón y se oculta a los sabios y entendidos de este mundo.  

sábado, 5 de diciembre de 2015

LA ESCATOLOGÍA EN LAS ARTES PLÁSTICAS

TIEMPO ESCATOLÓGICO Y PROYECCIÓN EN EL ARTE

Escatología: "Conjunto de creencias y doctrina referentes a la vida de ultratumba". Es el sentido originario, derivado del término griego 'eskhaton' o 'eschaton' , que significa 'ultimidad', 'vida futura del ultramundo'. Tiene, además, una derivación vulgar y retorcida, que también recoge el diccionario ideológico de Julio Casares, que refiere el término a las 'cosas excrementicias', sin duda por su relación con la podredumbre del cuerpo muerto. Aquí vamos a utilizar el vocablo en su sentido auténtico, referido a la ultimidad de la existencia y su tránsito, es decir, el paso o 'pascua', al más allá, a la 'vida después de la vida' (¿la hay realmente?... La fe cristiana y la 'intuición' humana casi universal dicen que sí) y al tiempo que la precede en el más acá, que incluye ese momento terrible, aunque otros lo llamen 'esperanzado', que es el juicio, la comparecencia ante el Juez, que valorará las obras de cada uno según la medida que, de diversas maneras y con la imagen de algunas parábolas, recoge el Evangelio. Es el momento que evoca ese himno impresionante, utilizado antes en la liturgia de difuntos, hasta las reformas del Concilio Vaticano II, que es conocido con sus dos palabras iniciales, "Dies irae" (Día de la ira), y que la concepción más actual de ese momento subsiguiente a la muerte, como un encuentro con Cristo redentor o con Dios y Padre misericordioso, ha desplazado de la liturgia actual el uso del himno, que subyugó a los compositores desde el clasicismo mozartiano, y más aún a los románticos, que compusieron obras de un acento estremecedor (con excesiva carga 'tremendista' en su mayor parte, algo muy comprensible según el trágico sentimiento de la existencia y su final desenlace que tuvieron en esa época cultural)

            ¿Se puede ofrecer  en un blog algo tan trascendente y, diríamos, 'imponente' como es todo lo que se refiere a la escatología, a la ultimidad de la existencia, y los  interrogantes que suscita (irresolubles con los recursos humanos), como son las expectativas ultraterrenas? Lo vamos a intentar con un enfoque un tanto 'lateral', referido a la influencia ejercida en la cultura.


Un sereno atardecer de la existencia en el mar de la vida

            Tras celebrar la fiesta de Todos los Santos y el recuerdo orante de los fieles difuntos, hemos concluido el año litúrgico cristiano. El final cronológico del año viejo y comienzo del nuevo, según el calendario civil, ese 'montaje' como fiesta de la inconsciencia y el júbilo (jolgorio más bien) iluso, nada tienen que ver con la vida litúrgica cristiana, que mira el tiempo desde la realidad de la necesidad de redención del hombre caído, que se verifica en la Encarnación del Verbo. Es lo que vamos a celebrar y contemplar a partir del tiempo de Adviento, recién comenzado, y de corta duración, sólo cuatro semanas, pero que tiene un indudable acento escatológico, pues no se propone celebrar tan sólo la venida en carne mortal del Verbo de Dios, el Hijo, como sucedió hace más de veinte siglos, sino de esperar también la segunda venida, la definitiva, y esto es pura escatología.

            Tiempo escatológico, tiempo de incisivas cuestiones, que pueden preocupar (y ocupar) el interés y la memoria de las personas, incluso de no creyentes religiosos, aunque también pueda derivarse hoy una tendencia a la trivialización, fruto probable del miedo y hasta pavor suscitados por el misterio impenetrable de esas realidades que el ser humano es incapaz de penetrar y que se resiste a aceptar de buen grado. Baste mencionar todo el amplio panorama estúpidamente festivo y con acentos comerciales que constituye esa 'fantasmada', en gran parte ridícula, de la fiesta de Halloween. Es la 'comedia del miedo' la que desarrolla su 'danza cómico-tétrica' en esa necia celebración.

            El tema escatológico ocupa en la teología un lugar importante. Y ha ejercido una innegable proyección en el mundo de la cultura. El misterio sobrecogedor que se abre hacia un futuro post mortem, ha poblado la imaginación de artistas plásticos, escritores y músicos. Pero no es nuestra intención entrar en tan intrincadas disquisiciones; quede tarea de tanta enjundia para el academicismo intelectual. Nos vamos a mover en un plano más asequible, aunque apuntando hacia lo alto. El inmenso ámbito de la creatividad artística es el que vamos a surcar, sin intención (ni posibilidad) de agotarlo. Baste sólo tocar algunos aspectos que nos suscitan interés.

            Para comenzar, la representación del sentido último de la vida, el paso al encuentro con Dios Padre o con Jesucristo, Juez supremo, tiene su imagen más antigua en el arte románico y bizantino, con una figura nada 'terrible', aunque sí 'imponente', por el tema en sí y por el lugar donde solía situarse. Es la imagen del Pantocrator, Dios y Señor de la existencia, como Juez supremo, que ocupa el centro de la bóveda de los ábsides en los templos, mediante fascinantes composiciones en mosaico y en frescos de pintura. En España tenemos algunas de las más espléndidas imágenes pintadas, como la de San Clemente, de Tahull, hoy en el museo de Arte de Cataluña.


Pantocrator de San Clemente, de Tahull (Museo de Arte de Cataluña).
Cristo, en actitud mayestática, aparece rodeado de ángeles 
y los símbolos de los cuatro evangelistas 

           La imagen del Pantocrátor, en escultura, es la que preside los tímpanos de las grandes catedrales y abadías románicas, como en el Pórtico de la Gloria compostelano, pero también en otras portadas, como la de la iglesia de San Juan, en Moarves de Ojeda (Palencia).


Cristo Pantocrator (det). Iglesia de San Juan. Moarves de Ojeda (Palencia)

            La imponente revelación apocalíptica y sus vicisitudes ha sido representada en figuras sorprendentes, que desbordan toda fantasía, por los anónimos autores de los Beatos mozárabes hispánicos, para ilustrar los comentarios del monje del siglo VIII Beato de Liébana que da nombre a esos códices miniados, sobre el texto del Apocalipsis, un texto no de terror sino de esperanza, aunque muchos lo ignoren o tergiversen.


Visión del Cordero rodeado de bienventurados y ángeles músicos
(Beato de Valcavado)

            En la Baja Edad Media, sobre todo en los finales del siglo XIII y todo el XIV, como consecuencia de los terrores despertados por las epidemias de peste, que asolaron Europa y redujeron drásticamente las poblaciones de todas las urbes, surgió un movimiento de compulsiva penitencia y se difundieron entre el pueblo las danzas de la muerte, que destacaban los aspectos más tétricos de aquel ambiente sumido en el espanto. Más tarde, en plena eclosión del arte renacentista, el Apocalipsis fue ilustrado por el genio insuperable de Alberto Durero, en sus grabados sobre las más fascinantes páginas del mismo libro sagrado. La realidad escatológica se nos muestra en ambas obras de arte con una intensidad, un valor gráfico y un fascinante poder expresivo que hacen insoslayable su contemplación e incitan a volver una vez y otra a mirarlas con asombro.


Alberto Durero: Los jinetes del Apocalipsis cabalgan avasalladores.
(Grabado para el Apocalipsis)

            En el mundo de la pintura se ha logrado, diríamos, la 'creación' (si es que eso se puede decir del hombre) de una obra absolutamente genial, única, que podemos calificar como el modelo de ese mundo ultramundano: el inmenso fresco del Juicio Final, pintado por Miguel Ángel Buonarroti para cubrir el enorme espacio de la pared frontal de la Capilla Sixtina, en el Vaticano. Algunas de la escenas de la bóveda de aquel magno recinto, de la misma mano genial, tienen igualmente claro sentido escatológico. La Tentación de Adán y Eva y su expulsión del Paraíso, como la dinámica aterrada del Diluvio universal, poseen un innegable 'mensaje' que desemboca en la escatología. Pero es el gran fresco que preside la Capilla el que concentra todo un mundo interrelacionado, que se mueva arrebatada y febrilmente en torno a la figura poderosísima del Cristo, Juez supremo.


El Juicio Final. Det de Cristo Juez y santos. Miguel Angel: Capilla Sixtina. Roma.

             En la imponente escena aparecen las imágenes de los santos, que, dominados por el asombro y, diríamos, hasta cierto pavor, pugnan por mostrar los símbolos de su identidad a modo de 'cédulas' que aseguren su salvación, en medio de la vorágine suscitada por las trompetas que esgrimen los ángeles apocalípticos, así como los rostros en parte serenos pero llenos de ímpetu ascensional de los demás elegidos. Todo ello refleja una pasión y un temblor que sobrecogen al contemplarlos. Baste, como figura resumen, la imagen de María, la Virgen Madre de Cristo, a su derecha, recogida (¿y 'encogida'?), con la cabeza vuelta hacia el lado opuesto a su Hijo, con gesto de sorpresa y hasta de cierto temor, para hacernos idea de lo que el genio florentino quiso mostrar en cuanto a la 'terribilitá' de la inmensa vorágine conclusiva del tiempo terrenal. Es la insuperable plasmación del "Dies irae".


Imagen de la Virgen en el fresco del Juicio Final. Miguel Ángel.

           La doctrina católica posterior, sobre todo tras el Concilio Vaticano II, ha subrayado aspectos más amables de la idea del Juicio, con la figura de Cristo como Juez misericordioso. Pero son innegables los párrafos de los evangelios de Mateo y Lucas, donde se expone el final del mundo con tintes que inspiran temor. Así se patentiza en las zonas inferiores del gran fresco de la Sixtina. Frente a la fuerza ascensional de los elegidos, impulsado y atraídos por ángeles algunos de ellos, hallamos el pavor de los rostros de los condenados, a los que los demonios arrastran y hunden en el inferior mundo espantoso (donde hay que dejar toda esperanza, según el letrero que Dante coloca sobre la puerta del Infierno). Todo este conjunto de imágenes, que palpitan con dinamismo sobrecogedor,  constituye un expresivo tratado de magnitud colosal acerca de las realidades escatológicas.

 Un condenado arrastrado por un demonio. Det del Juicio Final.  Migeul Ángel.

            En el periodo barroco la doctrina sobre las ultimidades alcanzó una relevancia destacada, como exhortación a la conversión, centrándose en aquellas las realidades. En España tuvimos un artista, el pintor Juan de Valdés Leal, que, por encargo del fundador del hospital de la Santa Caridad, en Sevilla, don Miguel de Mañara, dejó dos lienzos sobrecogedores, con una expresiva representación simbólica de la finitud del tiempo y de todas las grandezas de este mundo, pinturas que pueden admirarse en el lugar para el que fueron realizadas, la iglesia de ese hospital. El primero, con el título "In icto oculi"  (En un abrir y cerrar de ojos) muestra la rapidez con que el tiempo arrastra todos los honores de este mundo, saberes, arte, ciencia.. El segundo, más 'espantable' aún, nos muestra, en los cadáveres corruptos de un  obispo y un noble caballero, la finitud de las glorias de esta vida, y se titula "Sic transit gloriae mundi" (Así pasa la gloria del mundo). Pura escatología, terrible fuerza de las postrimerías: "Todo se pasa", dirá Santa Teresa de Jesús en su famosa exhortación a confiar definitivamente sólo en Dios: "Sólo Dios basta".  


"In icto oculi". Valdés Leal. Iglesia de la Caridad. Sevilla

"Sic transit gloriae mundi". Valdés Leal.
 Iglesia de la Caridad . Sevilla 

            Para concluir nuestra visión del mundo de las artes plásticas en relación con la escatología no podemos omitir el nombre de otro de los grandes genios del siglo XVI, el llamado 'pintor de lo invisible', Doménico Greco, que concibe una obra espléndida de neta inspiración escatológica, la indebidamente denominada 'Gloria de Felipe II', cuando el rey prudente no aparece en este lienzo sino en actitud de rendida adoración. La denominación real es "Adoración del nombre de Jesús", y se inspira en la segunda parte del conocido como 'himno kenótico' de la carta paulina a los Filipenses: "Ante el nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en el abismo": Ángeles, santos, el rey más poderoso de la tierra en aquel momento, y los que se debaten en el tormento del abismo (dentro de las abiertas fauces del dragón) adoran el anagrama de Cristo (J H S), que centra el rompimiento de gloria de la mitad superior del lienzo. Aquí se excluyen los aspectos terribles del gran fresco miguelangelesco para exaltar otros más gratos del supramundo, con características que abren el ánimo a la esperanza.


Adoración del Nombre de Jesús. El Greco. El Escorial

            Así pues, las artes plásticas, durante muchos siglos, se ponen al servicio de los conceptos trascendentes para hacer una fuerte llamada hacia esos ignotos ámbitos que constituyen la materia de la que se ocupa la escatología. Mas no es tan sólo este campo en el que tan radicales asuntos llenan el mundo de las bellas artes. Hay otra de ellas, la más 'espiritual' o inmaterial, la música, en la que el influjo del mundo trascendente ultraterrenal ha dejado huella. Pero dejemos esto para otra ocasión.    


domingo, 1 de noviembre de 2015

LUZ EN LAS NUBES

PRESENCIA Y MISTERIO DE LA LUZ EN LAS NUBES


¿Que hay detrás o dentro de este título algo 'cabalístico' y aparentemente fantasioso?. Después del 'atracón' de arte de las últimas entradas, bien puede uno permitirse una digresión orientada a otros niveles y motivada por otros ámbitos de realidad, aunque podría suceder al final que nos encontráramos abocados a los altos niveles que hemos percibido en lo antes comentado.

"Estar en las nubes", una expresión bastante común para referirla, sobre todo,. a personas que tienden a despreocuparse de la inmediatez cotidiana y 'pedestre' para 'escaparse', huir o situarse en un mundo imaginario, abstracto, un tanto onírico, en cualquier caso alejado en más o menos medida de la realidad 'real', tangible y manejable, que constituye el objeto de la ocupación y hasta preocupación del común de los mortales.

Pues no va por ahí el tema. No vamos a desplegar una panoplia de razonamientos en apoyo o descalificación de lo que acabamos de decir. Nuestras apreciaciones, ideas o consideraciones van a centrarse del modo más directo sobre esas dos realidades físicas que indica el título más arriba; vamos a hablar, sencillamente, de la luz y las nubes.

Dos 'entes' físicos, uno tan esencial para la vida que sin él no cabe pensar en la existencia de seres vivos. "Hágase la luz", dice el Génesis al principio al contarnos con imágenes de gran simbolismo, el fenómeno de la creación... "Y la luz se hizo", continúa el relato. Después, viene lo demás, tierra, mar, plantas, animales y el hombre (varón y mujer), pero esto ocurre 'después', tras la aparición fulgurante de la luz, condición esencial de vida...


Por cierto, y esto es una digresión en la digresión que nos ocupa: Si hay algún aficionado a la música, la gran música por supuesto, tal vez conozca una de las obras cumbres del clasicismo musical: el oratorio "La Creación", de Joseph Haydn, el gran maestro al servicio del príncipe Esterhazy. En los pasajes iniciales, que siguen el texto del Génesis, se narra la creación de la luz. Y en el momento en que el barítono exclama: "Y la luz se hizo", un fortísimo acorde en crescendo, pero extraordinariamente armónico, en el que predomina toda la cuerda de la orquesta, irrumpe prodigiosamente y llena por completo el ambiente, el aire diríamos, sumergiendo al oyente en una plenitud de sobrecogedor asombro, pero carente de cualquier acento terrible. Todo es hondura, altura y profundidad, que embargan el ánimo del oyente en una vivencia que no puede menos de calificarse como 'luminosa'. 


Joseph Haydn

Es uno de los supremos prodigios que se pueden experimentar en la gran música... Y es sólo un acorde, prolongado, denso, absoluto.: ¡EXISTE LA LUZ!, ¡PUEDE COMENZAR LA VIDA!. Para encontrar una imagen visual de este prodigio, que nos llevaría al plano más alto de lo trascendente, hay que recurrir a otro genio universal, el máximo, éste de las artes plásticas, Miguel Ángel Buonarrotti, y su inmensa, increíble obra pictórica suprema: la Capilla Sixtina del Vaticano. En su bóveda despliega el artista los sucesos primeros del Génesis, ante todo, la creación. Una de las escenas formidables que pintó, la segunda, es la creación de la luz, allí representada, no por el sol, que es otra cosa, sino por una expansión lunínica, en circulo que podemos imaginar creciente, que surge al gesto imperioso del potentísimo y dominador anciano, que sería el Creador. Algo también formidable para ilustrar el acorde haydiniano de su oratorio.


Y la luz se hizo. Miguel Ángel: Boveda de la Capilla Sixtina

Pues bien, la luz tiene un como elemento de contraste, que tomado en sentido absoluto sería la tiniebla... Y viene aquí bien la cita de San Juan en su primera carta: "Dios es luz sin tiniebla alguna". Cuando aparece Dios, la tiniebla se esfuma, se deshace. Así también la representa Miguel Ángel en el mismo espacio de la bóveda sixtinense: la tiniebla, que ha cubierto la superficie de las aguas, huye de espaldas ante la creciente expansividad de la luz recién aparecida (imagen magnífica, en escorzo).

Sin embargo, hay un elemento natural que pudiera asemejarse a la tiniebla, que tiene como algo de tiniebla, que son las nubes. Pero no es tiniebla. Las nubes conviven, 'dialogan', con la luz, aunque pueden ocultarla casi del todo, o por completo en ocasiones. Nubes de infinita variedad y dibujo, nubes espesas como mantas, arremolinadas, o leves, como velos sutiles, desflecadas. Las nubes son un elemento fascinante en el cielo, sobre todo en dos momentos del día, amanecer y atardecer. En ellas se proyecta, se filtra y se desliza la luz y puede llegar a formar auténticos prodigios de belleza que ningún hombre es capaz de crear... Son, por así decir, expresión de la suprema pericia y el insuperable poder creador del Creador de la luz y la belleza.


Nubes en la temprana mañana


Este 'peregrino del silencio' tiene su vivienda en un piso ático de no mucha altura (es sólo un 4º piso), pero sin que enfrente haya construcciones que puedan ocultar el horizonte que se divisa (y disfruta) desde la terraza de la vivienda... Y, ¡qué horizonte!. En un semicírculo de 180 grados puede verse un panorama de valles y montañas con alturas diversas, entre las cuales se atisban las pequeñas masas de los pueblos más o menos cercanos; sobre ellas el cielo abierto y, a un lado, las torres de los edificios monumentales... En este pasmoso escenario se producen a menudo, al amanecer y al crepúsculo vespertino, fenómenos de luz y nubes absolutamente indescriptibles... 


Amanecer

No hay lenguaje adecuado para describir la cambiante sucesión de arreboles que el inicio o la terminación del día va produciendo. Al atardecer es cuando, por la mayor magnitud del paisaje y las montañas que lo llenan, se dan los fenómenos de puesta de sol más asombrosos. Pero hay amaneceres, hasta la salida del astro rey, que nada tienen que envidiar a la luminosidad vespertina, al inundar con sus reflejos las cambiantes nubes, que pueden adquirir, en sucesión expandida por la bóveda celeste, el aspecto de grandes rebaños de corderos que, en lugar de blanca lana, visten de rosicler, de anaranjado o rojiza la veste de los animales. O son nubes desflecadas que tiñen de luz rosada la sutileza de su velo.

Otras veces, en días de nubosidad cerrada, cargada de cúmulos, se produce el prodigio de abrirse el encapotado cielo por algún sitio y deja pasar haces de luz que proyectan sus rayos sobre la tierra. Es algo así como, en pintura, presenta el artista fenómenos de visiones celestiales sobre una imagen en la tierra. Se denomina esto técnicamente "rompimiento de gloria". Pues bien, estos fenómenos de la luz descendente en haces sobre la tierra pueden estimarse como 'divinos rompimientos de gloria'.




En las frías mañanas de otoño e invierno es frecuente que se formen nubes muy sutiles, como de algodón deshilachado, que descienden y se posan a jirones sobre el haz de los valles y dejan por encima las altas montañas. Es una visión bellísima, cautivadora, y más si el sol naciente las baña con luz tornasolada, que puede hasta suscitar versos admirados:

En el amanecer del nuevo día,
con la luz estrenada,
bajan las nubes como mantas cósmicas
y se recuestan  sobre las montañas,
acariciándolas,
como un húmedo chal cubre la hierba,
que surge, estremecida de rocío,
en vibración rendida ante su beso.
Como hadas o sílfides,
sutilmente cubiertas de sus velos,
de casi inmaterial tejido etéreo,
así descienden las flotantes nubes,
en la fresca mañana, 
sobre suelo verdoso de los valles.


Nubes bajas sobre el valle

Al atardecer, reiteramos, es, desde luego, cuando se suceden los fenómenos de luz más fascinantes que puedo contemplar, mientras el sol desciende hasta perderse en la línea del lejano horizonte. A lo largo del año se va desplazando el punto por donde el astro se oculta, y esto influye en la cualidad del fenómeno generado. Y sucede con frecuencia que, pasado un largo rato de la desaparición del sol, aparecen tonalidades de un rojo intenso que va derivando al violáceo cada vez más oscuro, hasta convertirse en un gris uniforme.




A lo lejos, como tendida a lo largo de las faldas de un alto monte, se encuentra una ciudad importante, que en la noche resplandece con la luz de su recinto urbano y la más brillante de la iluminación artística del castillo a cuyos pies se recuesta la urbe. Utilizando un potente teleobjetivo y con la precaución de un trípode, pueden obtenerse fotografías fascinantes de la ciudad al atardecer y comienzo de la noche, tanto con el cielo despejado, en el que todavía lucen los últimos reflejos del crepúsculo, como en ocasiones en que las nubes se ciernen sobre montaña y ciudad, ofreciendo un espectáculo natural de belleza sólo estimable mediante la contemplación del maravilloso fenómeno. Extasiarse en tales ocasiones, cuando la luz y las nubes ofrecen tan inimaginable prodigio, es un momento (a veces breve, dada la cambiante duración de estos fenómenos) en que la palabra 'contemplación' adquiere su auténtico significado. 


Crepúsculo sobre la ciudad iluminada

Y estas experiencias de luz y nubes traen a la memoria del peregrino (que aquí queda sumido en el más asombrado silencio) algunos versos de uno de los salmos más hermosos del salterio, el 103, que canta y alaba la grandiosidad de la creación y de su Autor:

"¡Dios mío, qué grande eres!
Te vistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto...
Las nubes te sirven de carroza,
avanzas en las alas del viento."

                     
                
Miguel Ángel: Dios creador llevado por ángeles (det.) Bóveda de la C. Sixtina


¡Caramba!. Al fin hemos venido a pasar de lo humanamente perceptible, a su dimensión divina... Y vuelve la memoria a recordar la portentosa obra miguelangelesca de la Capilla Sixtina. No me cabe duda de que el gran artista conoció y tuvo en cuenta en su genial proceso expresivo estos versos del salmista, porque aquella nobilísima figura de Dios creador, está realmente envuelta en el manto de la luz y avanza en su carroza de nubes sobre las alas del viento, figurado en imágenes angélicas.

martes, 27 de octubre de 2015

POR EL ARTE A LA TRASCENDENCIA

POR EL ARTE A LA TRASCENDENCIA


Claustro y campanario de El Paular en noche de luna llena

            Todavía quedan 'flecos' de la vivencia veraniega. En las últimas ocasiones nos hemos explayado comentando los hallazgos de un recorrido que nos ha llevado, siempre mediante una vivencia de amistad, que ha dado un matiz humano de especial calidad, a una experiencia artística inolvidable. Pero se nos ocurre, como una cierta síntesis abstracta de lo vivenciado, ofrecer un comentario sobre lo que ha sido la contemplación de los monumentos de arte, incluidos desde luego los pertenecientes a los espléndidos recintos monacales de El Paular, Silos y El Parral, con sus dependencias específicamente cultuales (templos y capillas interiores). Nos hemos empapado de arte, sobre todo románico, con enorme satisfacción.              
           
            Tanto en los cenobios habitados por monjes como en las iglesitas rurales o de pueblos más extensos, la contemplación de su recinto, el encuentro con esas bellas estructuras arquitectónicas e imágenes que pueblan portadas y capiteles, ha habido y, en cierto modo es lo que permanece, además del recuerdo, una experiencia de proyección del yo, de la persona total, hacia un plano que supera el nivel de lo meramente estético, con ser éste un nivel ciertamente apreciable y digno de estima. Pero ha habido algo más, un como 'empuje' hacia arriba, al plano donde se halla la realidad superior, más ancha, extensa y profunda que cualquier otra.

            Este arte que se halla en los templos y ámbitos de carácter religioso nos lleva, al menos a este bloguero, a la consciencia (así, con 's' de hacerse consciente) de lo trascendente, lo 'habitado' (en un silencio inexplicable pero no limitado a la mera ausencia de sonido) por quien tiene como propio aquel ámbito o 'mundo' en que se vivencia, digámoslo ya abiertamente, la realidad de Dios. Y no hacemos esta 'confesión' para suscitar ninguna polémica o cuestionamiento. Es otra la intención de este escrito. Trato de exponer cómo esa realidad trascendente, que doy por cierta, 'aparece' ante los ojos del contemplador, si se para y va más allá de la inicial impresión de lo simplemente bello. Sobre este punto debo remitirme a la personalidad que con mayor maestría ha tratado de esta materia: Romano Guardini, en su breve pero muy sustancioso estudio sobre el lenguaje del arte religioso.


Basílica de San Juan de Baños (Palencia

            Expone Guardini la existencia en el arte religioso cristiano de dos tipos o 'modelos' de imagen, a las que denomina 'imagen de culto' e 'imagen de devoción'. No voy a desarrollar toda su cuidada exposición, basta con indicar, como resumen, qué entiende por tales imágenes y dónde se las encuentra. La 'imagen de culto' es una figura que revela o de la que 'emana' profundidad trascendente, y suscita en el contemplador la actitud (y el sentimiento correspondiente) de 'adoración' y el 'impulso' a prosternarse, a caer de rodillas (y en lo más extremo, 'rostro a tierra'). Sería lo que le ocurre a Moisés ante la zarza ardiente, cuando intenta aproximarse. Le habla Dios desde el fuego y, ante todo, le ordena: "Descálzate, porque estás en terreno sagrado". Moisés se quita las sandalias y se cubre el rostro con el manto (ver Éxodo 3, 1-6). Esta imagen produce 'sobrecogimiento', 'temor santo' (que no es pánico o pavor, pero sí enorme respeto ante la realidad de lo sagrado, de 'lo santo', es la percepción del misterium fascinosum).  
 
Vidriera sobre dibujo de San Rafael Arnáiz. 
Monasterio de San Isidro de Dueñas (Palencia)  

            La segunda forma es la 'imagen de devoción'. Aquí percibimos un Dios 'afectuoso', que invita a acercarse y hasta a dialogar con él. Correspondería a la frase de Jesús durante su discurso de despedida en la última cena: "A vosotros no os llamo siervos, sino amigos, porque os he comunicado lo que mi Padre me ha dicho" (ver evangelio de Juan 15, 14-15).

            Pues bien; Guardini, y nosotros compartimos su magistral explicación, asigna estas dos imágenes a dos estilos de arte y a su iconografía: románico, para la primera, y, desde el gótico al barroco, para la segunda. No extendemos dicha imagen hacia el arte de 'blandura' devota, 'rosácea', del siglo XIX porque en éste lo que se produce es ya una degradación del sentimiento religioso y artístico, que decae hacia la 'sensiblería'.

            Basten dos someros ejemplos para ilustrar ambos tipos de imagen. Como 'imagen de culto', el prototipo es, en escultura, el Pantocrator, el Cristo Señor del Juicio y bendiciente, y en pintura el icono del rostro de Cristo. Y aún más expresivo resulta en imágenes marianas. Es 'imagen de culto' la figura sedente de la 'Theotokos', la Madre del Salvador, con el Hijo sobre sus rodillas y María con mirada dirigida al frente, al igual del Hijo. 


Virgen de Marzo. Monasterio de Silos (Burgos)


Es 'imagen de devoción' la figura encantadora (propia del Gótico) de la Virgen, de pie o sentada, sonriente, con el Hijo en brazos o en diálogo y con una mirada o gesto de cariño entre ambos.



Imagen de alabastro modelo francés del siglo XIV 

            Siento que me estoy extendiendo más de lo deseable en lo 'teórico', pero era necesario para que el lector entienda lo que diré sobre la experiencia de lo vivido en las visitas veraniegas. Entre los numerosos templos visitados, con suficiente morosidad como para apreciar su 'mensaje', hemos contemplado imágenes de las dos clases. Pero esa 'cualificación' guardiniana puede extenderse también al arte supremo de la arquitectura, y es de éste del que más muestras hemos podido contemplar. En los casos más notables se da la conjunción de ambos tipos en el mismo templo. Por excelencia, lo hemos hallado en la fascinante basílica de San Vicente, en Ávila: las bóvedas de las naves laterales son románicas, con arcada de medio punto y arcos fajones, mientras que la gran nave central luce una estructura ojival (estamos ante el románico cisterciense, padre del estilo gótico). Una impresión asombrosa, aunque no única. 



Basílica de San Vicente. Ávila. Naves lateral (románica) y central (ojival)

Lo mismo que en San Vicente, ocurre con la magnífica iglesia parroquial de San Pedro, de Ávila, de estructura idéntica a la anterior, lineas románicas de bóveda redondeada en las naves laterales y ojivales en la central. Y como arquitectura del románico ojival cisterciense hay que mencionar el ejemplo formidable de la colegiata, antigua abadía, de Santa María la Real, de Aguilar de Campoo, realzada además su belleza por la impecable restauración que luce. Imponderable impresión y recogimiento nos llenan al recorrer estas estancias en su recuperado esplendor. Y para no dejar algo digno de mención en el 'tintero de la memoria', la iglesia principal del gran pueblo palentino mencionado, que no sólo merece fama por sus fábricas de galletas, sino por su arquitectura urbana (su plaza de Santa María es una joya con su derredor porticado) y por sus templos, sobre todo la colegiata de San Miguel, de un gótico formidable, además de conservar elementos románicos, y no olvidemos su esplendoroso retablo mayor, del más refinado manierismo, con escenas magistralmente talladas y una imagen central de San Miguel de una belleza admirable. Y con ello tocamos el segundo capítulo, el de escultura.

            En este arte de suprema expresividad humano-divina, el llamado 'prototipo', el Pantocrator, lo hemos podido contemplar, hasta quedar sumidos en callado asombro admirativo, en la soberbia portada de la iglesia de San Juan, en Moarves de Ojeda, otro pequeño pueblo que atesora este monumento digno del mayor espacio. Es figura de apabullante expresividad (además del lujo de su indumentaria regia) por el poder que 'emana' de su aplomo y su rostro. Ciertamente hay que 'descalzarse' ante este 'Señor de señores', que porta en su mano izquierda el libro sellado, signo de su cualidad de dueño de la revelación, según nos dice (aunque visto como 'cordero') el libro supremo del Nuevo Testamento, el 'Apocalipsis'. 


Pantocrator de la portada de San Juan. Moarves de Ojeda (Palencia)

Este Salvador se halla flanquedo por el tetramorfos, símbolo de los cuatro Evangelistas, y las imágenes de un maravilloso apostolado. Y el tema se repite en los relieves de la extraordinaria pila bautismal que se halla en el presbiterio del templo.  

            Y, como 'imagen de devoción', ¿qué? Nos quedamos con una deliciosa figura mariana, adosada al fuste de la columna que se encuentra frente a la portada lateral de la abulense iglesia de San Vicente. Sublime manifestación de la afectividad gótica, difundida por San Bernardo, la de esta Madre a quien el Niño que porta está haciendo una caricia en el rostro.


Detalle de la imagen mariana adosada  una columna en San Vicente de Ávila.

Pero, antes, hay que citar la insuperable Anunciación de esa portada lateral. Estamos todavía en el románico, pero ya, la expresividad de María y el Ángel, aparte de la riqueza de las respectivas indumentarias, nos están hablando de una 'apertura' estilística con actitudes en el diálogo que nos recuerdan el mismo tema en el relieve del claustro de Silos, exentas ambas de todo hieratismo


Anunciación. Portada lateral de la basílica de San Vicente. Ávila.

            Pues bien, para terminar: Lo que Guardini indica como 'reacción emocional' ante ambos tipos de imágenes (arquitectónica o escultórica) lo hemos experimentado en estas visitas del arte castellano medieval: Sobrecogimiento, 'llamada' silenciosa, pero de enorme fuerza, hacia una altura, un ámbito, en el que domina la plenitud de Ser Sagrado, ha sido lo suscitado por la mayor parte del arte románico de Palencia y la Ávila 'ancestral'. Y la devoción, la invitación cordial a la confianza en una cercanía del Verbo encarnado y de su Madre Virgen, en las figuras de Cristo y María que pueblan retablos como los de la catedral abulense y, como un lujo concentrado, las imágenes de la exposición 'Las Edades del Hombre', en memoria de la mujer que con más hondura y autenticidad ha sabido evocar la cercanía de Cristo a su criatura: Teresa de Jesús.

             
Mirada de Santa Teresa. Detalle del 'retrato auténtico' 
que conservan las Carmelitas Descalzas (Teresas) en Sevilla.

sábado, 24 de octubre de 2015

¿QUÉ HACE ESTO AQUÍ?. LO INEXPLICABLE

¿QUÉ HACE ESTO AQUÍ?. LO INEXPLICABLE

            "¿Qué hace un chico como tú en un sitio como este?" ¿No hemos escuchado alguna vez esta pregunta al encontrarnos con una persona en situación 'extraña' a lo que suponemos es su estilo, su modo de ser? Pregunta, que admite variantes, nacidas de la perplejidad ante cosas, situaciones o acontecimientos que nos sorprenden y nos llevan a cuestionar esa realidad, al ver escasa relación entre el fenómeno en sí y su entorno, espacial o vital.


Ermita de Santa Cecilia. Vallespinoso de Aguilar (Palencia)

            En nuestro caso es el ámbito espacial ante el 'hallazgo' o 'encuentro' con una realidad artística, un templo románico por ejemplo, ubicada en un entorno físico inexplicablemente falto de relación con la exquisitez de las cualidades que ostenta. En el denso recorrido veraniego por el románico del norte de Palencia que nos ha servido de tema en las últimas entradas, nos ha surgido la pregunta al contemplar algunas iglesias en lugares inverosímiles. No es un solo caso, pero sin duda el más llamativo es el de la ermita de Santa Cecilia, 'encaramada' (no cabe otro término mejor para designar su aspecto y situación) en lo alto de una enorme peña y en la cercanía de la modesta localidad, podría decirse aldea, de Vallespinoso de Aguilar, relativamente cercana a la capital de la comarca (la 'merindad' en arcaico lenguaje) de Aguilar de Campoo. Se divisa desde lejos al discurrir por la carretera, pues el territorio inmediato es llano y los enclaves montañosos comienzan precisamente en aquella localidad. Puede hasta quedar como un elemento del paisaje y no llegar a conocerla. Craso error de apreciación.

            Acercarse ya implica cierta dificultad, que va aumentando a medida que nos hallamos más próximo, y se hace realmente 'problemático' cuando se intenta llegar hasta su portada. El trabajo encomiable de restauración de templos románicos emprendido por la Junta de Castilla y León (hay que decirlo en su honor y para vergüenza de otras autonomías, que derrochan el dinero de los contribuyentes en dudosos ERE, para mantener 'enchufados' a la mamandurria oficial), esa encomiable tarea, emprendida en colaboración con la Fundación Santa María la Real, de la citada capital de zona, ha tendido unas enormes planchas de hormigón para formar una escalera que posibilite el llegar hasta la increíble portada.


Subida a la puerta de la ermita

            El esfuerzo merece la pena de los 'tragos' pasados. ¡Qué prodigio de arte, de talla de la piedra en la maravillosa portada! Los capiteles muestran escenas de culto sagrado, con los ministros paramentados de capas y casullas, junto a instrumentistas que tañen cítaras, y otras figuras no fácilmente identificables, pero, salvo los desgatados por el paso del tiempo y la escasa dureza de la piedra, de una perfección que nos hace preguntar: ¿Cómo llegaron aquí estos artistas que conectan con el arte galaico y silense? ¿Eran artesanos ambulantes que ofrecían su trabajo a los patronos de la fundación o se les conocía y eran llamados a modelar con su primoroso arte capiteles y arquivoltas?. Porque éstas ofrecen un enguirnaldado de temas vegetales y elaboradamente geométricos que causan asombro. Y, de nuevo, la exclamación primera...: Pero, ¿qué hace aquí esta maravilla, en este reducto medio perdido de una comarca rural?. Estamos ante lo inexplicable y lo inverosímil.




Arco y detalles de la portada

            Y no es único el caso de la ermita de Santa Cecilia en esta zona, inabarcable en el intento de contemplar sus monumentos, a no ser que se cuente con un calendario de al menos siete días, pues en los tres y medio que tuvimos este bloguero y su acompañante hubo que apurar el tiempo al máximo. Porque en nuestro intento dimos con otras bellezas perdidas en caminos totalmente secundarios, donde hallamos sorpresas mayúsculas. 


San Andrés, de Gama Palencia

          Citemos la iglesita de san Andrés, de Gama, otro pueblecillo, con su sobria y 'lineal' portada, de limpias arquivoltas, y, en contraste, el lujo de una 'galería' de canecillos tallados; o la no menos sorprendente iglesia de Santiago, en Cezura... ¿le suena algo este nombre?... Pues atrévase a entrar (en lo que hallará la compañía de un vecino que conoce la singularidad de su joya). El interior posee una estructura fuete y con más de una dependencia, como la que abriga la sencilla, lisa y auténtica pila bautismal románica. Pero la sorpresa inesperada es la decoración de arcos y bóvedas, como la del presbiterio. un auténtico despliegue de originalidad en un fresco de dibujo geométrico policromado. 


Iglesia de Santiago, de Cezura (Palencia)
Nada de las escenas o las imágenes frecuentes en los templos del mismo estilo. La bóveda, que ya apunta al gótico en su trazo ojival (indicador de una reforma del s. XIII respecto a otros recintos del templo más propios del románico inicial). La iglesia está preciosamente restaurada y con bancos nuevos que permiten sentarse y contemplar esta maravilla. Y esto, una vez más, en un puebluco medio perdido de esta comarca riquísima en arte de los tildados por los despectivos 'sabeores' modernos como 'tiempos oscuros' de la alta Edad Media... Si, si..., oscuros. No hace falta luz y sentido de la vida y del mundo trascendente para plasmar estas bellezas, sin mirar en que sus nombres iban a perderse en el anonimato... Pero ellos no trabajaban para 'ganar fama' sino para el 'honor de Dios'.

            Amigo que se asoma a esta 'ventana' de lo humano y lo Divino: ¿Gusta de hallar 'maravillas perdidas'? Pues 'piérdase' por esas comarcas inabarcables, como el norte de Palencia..., ¡ah!, con una buena información, que la hay...,   y le aseguro que no quedará defraudado...: ¡¡Arte románico hasta la saturación

martes, 20 de octubre de 2015

ÁVILA Y TERESA, TERESA EN ÁVILA

ÁVILA Y TERESA, TERESA EN ÁVILA


Detalle de la muralla de Ávila al anochecer

Es la culminación de un verano nimbado por 'efluvios' contemplativos. La doble estancia, en ocasiones muy próximas, en la prodigiosa ciudad de Ávila, cuna de Santa Teresa (no entramos en disquisiciones de expertos sobre su posible nacimiento en la aldea de Gotarrendura, cercana a la capital), ciudad a la que hace varios años que no iba (y en la última ocasión, sin tiempo para recorrerla); esas estancias han sumergido al 'peregrino del silencio' en el sugestivo encanto de su incomparable belleza. No es por el número y calidad de sus monumentos, que es elevado, sino por el 'perfume' que emana de su ambiente, evocador de la santa doctora mística. Además, ha coincidido con la celebración en su recinto de la exposición "Las Edades del hombre", este año con carácter netamente teresiano para contribuir a la conmemoración del V Centenario del nacimiento de la santa.


Fachada del convento de "La Santa", edificado sobre el solar 
de  la casa donde nació.

La ciudad estaba como impregnada de aroma teresiano, que se acentuaba en la visita a los tres centros expositivos donde se ha instalado la exposición (el 4º se halla en Alba de Tormes, como parte del 'mundo teresiano'). Como complemento del programa expositivo hubiera sido interesante visitarlo, pero basta lo conocido y el sosegado paseo por la ciudad-cuna, bordeando parte de su kilométrica muralla, sus calles pronto recogidas en el silencio, y los lugares relacionados con la Madre, como el convento edificado sobre su casa natal ("La Santa"), con su despejada plaza, que asoma al exterior a través de una de las puertas de la ciudad, la magnífica fachada, el hermoso museo en los sótanos de carácter mudéjar, repletos de referencias a la Santa Madre, y el interesante añadido de otra original exposición, mostrada en el  palacio de los Verdugo, con numerosas obras pictóricas inspiradas en los capítulos del libro más denso y 'teológico' de los suyos, las "Moradas"; todo esto ha renovado mi antiguo y algo desvaído recuerdo, que ya se ha hecho imborrable y con deseos de repetir.

Ávila rezuma, trasmina 'teresianismo', es el recinto ideal, como el 'joyero' digno de guardar tan preciosa perla... ¡Lástima!, he de reconocer, que la premura y las condiciones en que nuestra santa realizaba su postrer viaje, por aquella llamada de la duquesa de Alba, llevaran a que esta reformadora acabara sus días en la villa ducal. Mas no importa; su cuerpo se halla en el convento albense, pero su figura, su talante, su genio insuperable se concentran y subliman en la ciudad castellana por excelencia (pues basta contemplar su recinto amurallado para evocar el nombre de la región española más significativa del 'ser español', aunque esto suene hoy a cierta nostalgia histórica del pasado y 'levante de patillas' a los incultos y tendenciosos antiespañoles que tropezamos por el suelo patrio.


Vista parcial de la muralla abulense, con el torreón del Alcázar y monumento a la Santa



Monumento  a Santa Teresa al pie de la muralla de Ávila, junto a la Puerta del Alcázar,
visto delante de un hermoso rosal y en detalle.

Ávila y Teresa, pero, a la vez, Teresa en Ávila. Las dos imágenes monumentales que rinden homenaje a su memoria, una en blanca piedra caliza, junto a la Puerta del Alcázar y ante el más bello de los torreones que circundan la ciudad, y la otra, más exterior, y espléndida en su oscuro bronce, delante del monasterio de la Encarnación, el más vinculado con la increíble 'aventura' de su existencia; cada cual de ellas con la evocación de los tal vez dos rasgos del genio teresiano, el de extática y prolífica escritora, con la mirada dirigida hacia el ámbito del que recibe la divina inspiración, y el otro su condición 'caminante', de fuerte (aunque su salud se viera quebrantada tan a menudo) 'emprendedora' (diríamos, usando un término hoy alusivo a empresas de este mundo), de 'peregrina' por los caminos de España, por la mayoría de sus diversos horizontes; decidido el paso, fuerte el bastón en que se apoya...


Monumento a Santa Teresa, con la escultura en bronce de la Madre en actitud caminante,
situado delante del monasterio de la Encarnación 

Madre fundadora de Carmelos, "palomarcicos" en su ingenioso lenguaje... 17 fundaciones en Castilla, Andalucía y Murcia, conseguidas a pesar de tantos y variados inconvenientes, algunas casi imposibles, como la de Sevilla. Y todo con el tesón, la paciencia ("la paciencia todo lo alcanza", dirá en su famosa 'instrucción' para espirituales), fortaleza recibida y siempre reconocida así de su trato íntimo con "el que sabemos nos ama"; todo ello viene a evocarlo maravillosamente la contemplación de esa fuerte ciudad torreada, amurallada. Dichosa imagen para ilustrar su excelso libro sobre la vida interior y algo también que trae a la memoria una gloriosa imagen bíblica: la nuevas Jerusalén.

Además de los dos monasterios de raíz teresiana, la Encarnación y San José, y de los demás lugares ligados a su memoria: San Juan Bautista, templo de su Bautismo; Santa María de Gracia, el monasterio agustino donde su padre la recluyó para 'controlar' los 'ímpetus' mundanos de su juventud (¡qué delicia y hasta regocijo produce leer las páginas del comienzo del Libro de la Vida donde narra con tan singular gracia aquellos 'desvaríos' juveniles, "llevando galas", tan "curiosa" en su arreglo personal y cuidado de manos y cabello, y relaciones con primos y amigos -debía ser irresistible su encanto y simpatía desde niña y adolescente-), y la capilla de mosén Rubí; aparte de estos lugares,
hay que mencionar en Ávila tres recintos monumentales que Teresa frecuentaría y son testimonio de la fuerza evocadora de la ciudad.


Abside de la catedral de Ávila, con sus fuertes almenes

Ante todo, la catedral, con su impresionante ábside, a modo de formidable torreón defensivo, y sus estancias repletas de retablos e imágenes bellísimas (baste recordar el maravilloso retablo marmóreo del trascoro y la menos vista Piedad, de Juan Bautista Vázquez el Viejo, situada en la primera capilla de la izquierda, trasunto de la miguelangelesca de San Pedro de Roma, pero con rasgos distintivos de la del florentino); el recinto de halla magníficamente instalado para una visita sin prisas, con sosegado deambular por sus estancias, en las que se muestra la infinidad de tesoros de arte que encierra el templo capitular. Desde la originalidad de las bóvedas realizadas en la piedra bicolor que parece pintada por un artista abstracto actual, pasando por el blanco conjunto del trasaltar en la girola, donde luce la exquisita imagen del Tostado, hasta los innumerables lienzos, tallas (¿cómo no recordar los Crucificados de marfil que pueblan las vitrinas?), ornamentos, y esa gentil, elegantísima custodia de Corpus, debida al más joven de la 'saga' de los Arfe. Catedral de Ávila, tesoro de tesoros.


Vista de la basílica de los santos mártires Vicente, Sabina y Cristeta,
con su espléndido pórtico, extramuros de la ciudad de Ávila


Ábsides y torre de la iglesia parroquial de San Pedro, en Ávila, 
ejemplo del más depurado arte  románico

Y, para concluir, los dos excepcionales templos románicos, San Vicente y San Pedro, con todas las cualidades de excelencia de aquel arte supremo de la Alta Edad Media. Portadas, ábsides, recintos de una belleza deslumbrante y, en el primero, ese pórtico admirable, único en España, de una elegancia inigualable, que, además, cubre la portada lateral, en la que nos cautiva la excelsitud de la Anunciación. Santiago de Compostela y la Cámara Santa de Oviedo, con sus prodigiosas imágenes y tímpanos, son evocados en la basílica vicentina, que, como 'postre' nos regala una cripta de sobriedad sublime en su arquitectura y dimensiones.
  

Detalle de los expresivos ojos de Santa Teresa, en el 'verdadero retrato', 
pintado por fray Juan de la Miseria, que guardan las Carmelitas Descalzas de Sevilla.

Este conjunto de bellezas artísticas forma como una guirnalda que rodea la suma figura del mundo espiritual castellano y, sin lugar a duda, español: Teresa de Jesús, insigne testimonio de cómo la gracia divina 'trabaja' y sublima la persona de una mujer de cualidades fuera de los común en su dimensión puramente humana, pero también fuera de lo común en los 'resultados' que la gracia de Dios consigue cuando el ser humano decide entregarse y dejarse modelar a lo largo de su vida, hasta alcanzar las alturas místicas y 'emprendedoras' a las que ella llegó, y de las que la Iglesia y la humanidad siguen recibiendo pautas válidas para todos los tiempos y situaciones existenciales.