POR EL ARTE A LA TRASCENDENCIA
Todavía
quedan 'flecos' de la vivencia veraniega. En las últimas ocasiones nos hemos
explayado comentando los hallazgos de un recorrido que nos ha llevado, siempre
mediante una vivencia de amistad, que ha dado un matiz humano de especial
calidad, a una experiencia artística inolvidable. Pero se nos ocurre, como una
cierta síntesis abstracta de lo vivenciado, ofrecer un comentario sobre lo que
ha sido la contemplación de los monumentos de arte, incluidos desde luego los
pertenecientes a los espléndidos recintos monacales de El Paular, Silos y El
Parral, con sus dependencias específicamente cultuales (templos y capillas
interiores). Nos hemos empapado de arte, sobre todo románico, con enorme
satisfacción.
Tanto en
los cenobios habitados por monjes como en las iglesitas rurales o de pueblos
más extensos, la contemplación de su recinto, el encuentro con esas bellas
estructuras arquitectónicas e imágenes que pueblan portadas y capiteles, ha
habido y, en cierto modo es lo que permanece, además del recuerdo, una
experiencia de proyección del yo, de la persona total, hacia un plano que
supera el nivel de lo meramente estético, con ser éste un nivel ciertamente
apreciable y digno de estima. Pero ha habido algo más, un como 'empuje' hacia
arriba, al plano donde se halla la realidad superior, más ancha, extensa y
profunda que cualquier otra.
Este arte
que se halla en los templos y ámbitos de carácter religioso nos lleva, al menos
a este bloguero, a la consciencia (así, con 's' de hacerse consciente) de lo
trascendente, lo 'habitado' (en un silencio inexplicable pero no limitado a la
mera ausencia de sonido) por quien tiene como propio aquel ámbito o 'mundo' en
que se vivencia, digámoslo ya abiertamente, la realidad de Dios. Y no hacemos
esta 'confesión' para suscitar ninguna polémica o cuestionamiento. Es otra la
intención de este escrito. Trato de exponer cómo esa realidad trascendente, que
doy por cierta, 'aparece' ante los ojos del contemplador, si se para y va más
allá de la inicial impresión de lo simplemente bello. Sobre este punto debo remitirme
a la personalidad que con mayor maestría ha tratado de esta materia: Romano
Guardini, en su breve pero muy sustancioso estudio sobre el lenguaje del arte
religioso.
Basílica de San Juan de Baños (Palencia
Expone
Guardini la existencia en el arte religioso cristiano de dos tipos o 'modelos'
de imagen, a las que denomina 'imagen de
culto' e 'imagen de devoción'. No
voy a desarrollar toda su cuidada exposición, basta con indicar, como resumen,
qué entiende por tales imágenes y dónde se las encuentra. La 'imagen de culto' es una figura que
revela o de la que 'emana' profundidad trascendente, y suscita en el
contemplador la actitud (y el sentimiento correspondiente) de 'adoración' y el
'impulso' a prosternarse, a caer de rodillas (y en lo más extremo, 'rostro a
tierra'). Sería lo que le ocurre a Moisés ante la zarza ardiente, cuando
intenta aproximarse. Le habla Dios desde el fuego y, ante todo, le ordena: "Descálzate, porque estás en terreno
sagrado". Moisés se quita las sandalias y se cubre el rostro con el
manto (ver Éxodo 3, 1-6). Esta imagen produce 'sobrecogimiento', 'temor santo'
(que no es pánico o pavor, pero sí enorme respeto ante la realidad de lo
sagrado, de 'lo santo', es la percepción del misterium fascinosum).
La segunda
forma es la 'imagen de devoción'.
Aquí percibimos un Dios 'afectuoso', que invita a acercarse y hasta a dialogar
con él. Correspondería a la frase de Jesús durante su discurso de despedida en
la última cena: "A vosotros no os
llamo siervos, sino amigos, porque os he comunicado lo que mi Padre me ha
dicho" (ver evangelio de Juan 15, 14-15).
Pues bien;
Guardini, y nosotros compartimos su magistral explicación, asigna estas dos
imágenes a dos estilos de arte y a su iconografía: románico, para la primera, y,
desde el gótico al barroco, para la segunda. No extendemos dicha imagen hacia
el arte de 'blandura' devota, 'rosácea', del siglo XIX porque en éste lo que se
produce es ya una degradación del sentimiento religioso y artístico, que decae
hacia la 'sensiblería'.
Basten dos
someros ejemplos para ilustrar ambos tipos de imagen. Como 'imagen de culto', el prototipo es, en escultura, el Pantocrator, el
Cristo Señor del Juicio y bendiciente, y en pintura el icono del rostro de
Cristo. Y aún más expresivo resulta en imágenes marianas. Es 'imagen de culto' la figura sedente de
la 'Theotokos', la Madre del Salvador, con el
Hijo sobre sus rodillas y María con mirada dirigida al frente, al igual del
Hijo.
Virgen de Marzo. Monasterio de Silos (Burgos)
Es 'imagen de devoción' la figura encantadora (propia del Gótico) de la Virgen , de pie o sentada, sonriente, con el Hijo en brazos o en diálogo y con una mirada o gesto de cariño entre ambos.
Imagen de alabastro modelo francés del siglo XIV
Siento que
me estoy extendiendo más de lo deseable en lo 'teórico', pero era necesario
para que el lector entienda lo que diré sobre la experiencia de lo vivido en
las visitas veraniegas. Entre los numerosos templos visitados, con suficiente
morosidad como para apreciar su 'mensaje', hemos contemplado imágenes de las
dos clases. Pero esa 'cualificación' guardiniana puede extenderse también al
arte supremo de la arquitectura, y es de éste del que más muestras hemos podido
contemplar. En los casos más notables se da la conjunción de ambos tipos en el
mismo templo. Por excelencia, lo hemos hallado en la fascinante basílica de San
Vicente, en Ávila: las bóvedas de las naves laterales son románicas, con arcada
de medio punto y arcos fajones, mientras que la gran nave central luce una
estructura ojival (estamos ante el románico cisterciense, padre del estilo
gótico). Una impresión asombrosa, aunque no única.
Basílica de San Vicente. Ávila. Naves lateral (románica) y central (ojival)
Lo mismo que en San Vicente,
ocurre con la magnífica iglesia parroquial de San Pedro, de Ávila, de
estructura idéntica a la anterior, lineas románicas de bóveda redondeada en las
naves laterales y ojivales en la central. Y como arquitectura del románico
ojival cisterciense hay que mencionar el ejemplo formidable de la colegiata,
antigua abadía, de Santa María la
Real , de Aguilar de Campoo, realzada además su belleza por la
impecable restauración que luce. Imponderable impresión y recogimiento nos
llenan al recorrer estas estancias en su recuperado esplendor. Y para no dejar
algo digno de mención en el 'tintero de la memoria', la iglesia principal del
gran pueblo palentino mencionado, que no sólo merece fama por sus fábricas de galletas,
sino por su arquitectura urbana (su plaza de Santa María es una joya con su
derredor porticado) y por sus templos, sobre todo la colegiata de San Miguel,
de un gótico formidable, además de conservar elementos románicos, y no
olvidemos su esplendoroso retablo mayor, del más refinado manierismo, con
escenas magistralmente talladas y una imagen central de San Miguel de una
belleza admirable. Y con ello tocamos el segundo capítulo, el de escultura.
En este
arte de suprema expresividad humano-divina, el llamado 'prototipo', el
Pantocrator, lo hemos podido contemplar, hasta quedar sumidos en callado
asombro admirativo, en la soberbia portada de la iglesia de San Juan, en
Moarves de Ojeda, otro pequeño pueblo que atesora este monumento digno del
mayor espacio. Es figura de apabullante expresividad (además del lujo de su
indumentaria regia) por el poder que 'emana' de su aplomo y su rostro.
Ciertamente hay que 'descalzarse' ante este 'Señor de señores', que porta en su
mano izquierda el libro sellado, signo de su cualidad de dueño de la
revelación, según nos dice (aunque visto como 'cordero') el libro supremo del
Nuevo Testamento, el 'Apocalipsis'.
Pantocrator de la portada de San Juan. Moarves de Ojeda (Palencia)
Este Salvador se halla flanquedo por el
tetramorfos, símbolo de los cuatro Evangelistas, y las imágenes de un
maravilloso apostolado. Y el tema se repite en los relieves de la
extraordinaria pila bautismal que se halla en el presbiterio del templo.
Y, como
'imagen de devoción', ¿qué? Nos quedamos con una deliciosa figura mariana,
adosada al fuste de la columna que se encuentra frente a la portada lateral de
la abulense iglesia de San Vicente. Sublime manifestación de la afectividad gótica,
difundida por San Bernardo, la de esta Madre a quien el Niño que porta está
haciendo una caricia en el rostro.
Pero, antes, hay que citar la insuperable
Anunciación de esa portada lateral. Estamos todavía en el románico, pero ya, la
expresividad de María y el Ángel, aparte de la riqueza de las respectivas
indumentarias, nos están hablando de una 'apertura' estilística con actitudes
en el diálogo que nos recuerdan el mismo tema en el relieve del claustro de
Silos, exentas ambas de todo hieratismo
Detalle de la imagen mariana adosada una columna en San Vicente de Ávila.
Anunciación. Portada lateral de la basílica de San Vicente. Ávila.
Pues bien,
para terminar: Lo que Guardini indica como 'reacción emocional' ante ambos
tipos de imágenes (arquitectónica o escultórica) lo hemos experimentado en
estas visitas del arte castellano medieval: Sobrecogimiento, 'llamada'
silenciosa, pero de enorme fuerza, hacia una altura, un ámbito, en el que
domina la plenitud de Ser Sagrado, ha sido lo suscitado por la mayor parte del
arte románico de Palencia y la Ávila 'ancestral'. Y la devoción, la invitación
cordial a la confianza en una cercanía del Verbo encarnado y de su Madre
Virgen, en las figuras de Cristo y María que pueblan retablos como los de la
catedral abulense y, como un lujo concentrado, las imágenes de la exposición 'Las Edades del Hombre', en memoria de
la mujer que con más hondura y autenticidad ha sabido evocar la cercanía de
Cristo a su criatura: Teresa de Jesús.
Mirada de Santa Teresa. Detalle del 'retrato auténtico'
que conservan las Carmelitas Descalzas (Teresas) en Sevilla.