¿UN BLOGUERO PERDIDO Y HALLADO?
Más
de medio año sin aparecer en un medio que, si no con periodicidad sí con mayor
frecuencia, se espera esté 'en activo', ha podido hacer pensar a cualquier
seguidor de este blog en la
desaparición del autor de entre el mundo de los vivientes. Y no es así, iba a
decir 'a Dios gracias', pero estoy cada vez menos seguro de que mantenerse en
enta vida sea como para entonar un himno de gratitud (que me disculpe cualquier
disconforme que se sienta feliz habitante de este mundo..., enhorabuena amigo).
No es así; los motivos son un tanto intrascendentes. Mezclemos un mix de
pereza, desánimo, cierta ansiedad, conjeturas mentales que distraen,
ocupaciones un tanto perentorias ante un compromiso serio...¿que sé yo?. han
ido trasnscurriendo los meses y, a pesar del buen estímulo de algún buen
(reitero) amigo, este es el resultado. ¿Debo pedir disculpas a algún seguidor
que se haya extrañado de mi silencio? Pues lo hago y en paz. Amigo seguidor,
tengo la mejor intención de continuar asomándome a esta ventana mediática para
proyectar mis ocurrencias y, tal vez, usarlas como desahogo
de mi melancolía. Acoge, o acoja
usted si ve demasiado 'familiar' el 'tuteo', estas buenas intenciones, de las
que debo decir ante todo que soy el menos seguro de su constancia. Vamos a
intentar que esta comunicación se reanude y renueve. Gracias por su paciencia y
si se le ocurre algún comentario no dude en hacerlo, que lo recibiré con toda
gratitud.
Y
para reanudar este contacto no se me ocurre otra cosa mejor que traer el
recuerdo imborrable de una experiencia vivida durante varias ocasiones, la
última hace ya un año, en septiembre de 2015. Corresponde a uno de los ámbitos
de mi mayor predilección, que va totalmente de acuerdo con mi autoconciencia de
'peregrino del silencio'. Glosa la estancia como huésped en uno de los más
hermosos monasterios de España: Santa María del Parral, situado en la
monumental ciudad-joya de Segovia, a cuya condición artística excepcional
contribuye de modo destacado. Pero no es sólo una edificación monumental, sino
mucho más, por lo cual lo he calificado tal como explico. El texto es amplio,
pero el lugar no merece menos. Tómalo, amigo, como una especie de 'entrada en
tromba' compensatoria de tanta ausencia. Y para exponer con más orden los
elementos que integran el monasterio del Parral (así se conoce) voy a
distinguirlos con título separado.
¿UN PARAÍSO EN LA TIERRA ?: SANTA MARÍA DEL PARRAL.
1. ¿Por qué 'paraíso'?
"Plantó Yahaveh
Dios un jardín en Edén, al oriente, donde colocó al hombre que había formado.
Yahaveh Dios hizo brotar toda clase de árboles deleitosos a la vista y buenos
para comer... De Edén salía un río que regaba el jardín y desde allí se
repartía en cuatro brazos" (Biblia de Jerusalén: Gen 2, 8-10) Y precisan
las notas a pie de página: "<Jardín>
se traduce por <Paraíso> en la versión griega, y luego en toda la
tradición. <Edén> es nombre geográfico imposible de identificar, y tal
vez significara antes 'estepa'. El 'paraíso' es representado como un oasis en
el desierto oriental". (Id, nota 8).
Un
'paraíso': lugar supremo de las delicias naturales, de la belleza y la
feracidad inmarchitable, a lo que contribuyen decisivamente las aguas
abundantísimas, corrientes capaces de 'abrirse en cuatro ríos', que riegan el
resto de aquella tierra (en el texto bíblico, Pisón, Guijón, Tigris y Eúfrates;
los dos últimos bien conocidos, entre los cuales se extiende Mesopotamia -país
de los dos ríos-, pero no así los dos primeros, cuyos nombres no vuelven a
aparecer en el texto sagrado). "Paraíso", lugar soñado por poetas y
novelistas, en el cual el primer hombre -y su mujer- disfrutan de la absoluta
felicidad y plenitud naturales y de la gracia original (como regalo añadido por
Dios a su naturaleza racional), en amistad con Yahveh Dios, su Creador, que
baja al atardecer, al frescor de la brisa y habla con ellos. Así hasta que la
perversa astucia de la serpiente y la estúpida credulidad y el inmoderado
apetito de la primera pareja les hace perder aquel don supremo y ser expulsados
del Jardín (el Paraíso), fuera, a la tierra áspera de la estepa, que producirá
cardos y abrojos, y con un querubín armado de espada flamígera guardando la
entrada.
Aquella
analogía con la primera dicha bíblica se recoge en el habla común y en multitud
de textos literarios para señalar algún lugar que, en cierto modo, condense las
excelsas cualidades de aquella añorada e imaginada (pues no sabemos nada real
de ella) 'tierra feliz'. ¿Puede haber un 'paraíso' en la tierra? El arte de la
jardinería ha procurado desde antiguo crear espacios que puedan parangonarse
con la maravilla del primer jardín. Y para ello ha precisado de un elemento
imprescindible, el agua. Las culturas de 'secano' han intentado sacar del
subsuelo el precioso elemento que genera vida, y las que lo han disfrutado sin
esfuerzo, como la propia Mesopotamia de origen bíblico, y, sin ir más lejos, la España del Sur, han
inventado los más hermosos 'paraísos'. Los jardines colgantes de Babilonia y
las creaciones de los palacios musulmanes de Córdoba y Granada, con fuentes, surtidores,
estanques y paseos rebosando agua y verdor, son un reclamo para todo amante de
la belleza. Las visiones del profeta Ezequiel sobre la ciudad de Jerusalén
abundan en jardines. Y el libro de la máxima esperanza cristiana, el
Apocalipsis, en sus capítulos finales, describe la nueva Jerusalén con ríos
donde florecen toda clase de árboles frutales y medicinales, trasunto del
Paraíso original.
2.
El ámbito paradisíaco del Parral.
Todo
este largo preámbulo viene a propósito de la experiencia vivida por el
'peregrino del silencio' en un lugar que, de acuerdo con la más pura verdad,
puede equipararse a un 'paraíso' en la tierra: me refiero al monasterio
jerónimo (único en España y el mundo por motivos histórico-sociales en los que
no entramos) de Santa María del Parral, que se encuentra ubicado en la ciudad
de Segovia, en pleno corazón de Castilla. Los rasgos más característicos de la
descripción paradisíaca se pueden aplicar a este singular recinto monástico: un
jardín con abundantes árboles, hermosos de ver, y huerta con vegetales que
ofrecen frutos deleitosos para comer, todo ello regado por inagotables fuentes
de agua, que se remansan en preciosos estanques, y que, en su exceso de
abundancia, van a derramarse al río Eresma, que rodea la monumental ciudad.
Digamos algo más concreto de este lugar y su entorno.
Segovia es una de las más hermosas ciudades de España, situada en lo alto de un enorme monte. La ciudad antigua, conocida desde los romanos, que construyeron el impresionante acueducto que se abre en una de las entradas, con el fin de llevar las aguas para el suministro público, se halla rodeada, sin embargo, por un abundoso río, el Eresma, que corre a los pies del monte, aparte de contar con otros muchos manantiales que surten al mismo río. Las laderas del monte donde se levanta la ciudad están cubiertas de feraz vegetación que las embellece. Ciudad y ladera, protegida en su altura por fuerte muralla, que se conserva en gran parte, está rodeada por, una carretera que la circunda en torno y da entrada a las diversas puertas de la muralla.
Al
otro lado de esta vía, frente la ciudad, se levantaron desde la reconquista
medieval, instituciones religiosas, en su mayoría conventos, además de la
ermita, hoy espacioso santuario, de la Virgen Patrona de Segovia,
Ntra. Sra. de la Fuencisla. Inmediato
a ella la Orden Carmelitana
reformada levantó un convento en tiempo de San Juan de la Cruz , que fue prior del mismo
y participó en su construcción. También la Orden de Predicadores estableció en plena Edad
Media su convento en este lugar, Santa Cruz la Real , en el que se conserva una gruta donde,
según tradición, estuvo retirado el propio fundador, santo Domingo de Guzmán.
Entre
estos dos conventos de órdenes mendicantes, y muy cerca de la primera fábrica
de moneda que funcionó en Castilla, levantaron los monjes jerónimos su
fundación segoviana, impulsada por el rey Enrique IV de Castilla en 1447.
El que actuó como patrono y mecenas fue el favorito del rey castellano Juan de Pacheco, Marqués de Villena, cuyo monumento sepulcral, como el de su esposa, María de Portocarrero, se encuentran en el presbiterio del templo monacal a los lados del retablo mayor, traídos ambos desde el extremeño monasterio de Guadalupe. El recinto monástico se halla también en la cercanía de la iglesia templaria dela Santa Cruz. El
monasterio sufrió las consecuencias de la malhadada y feroz desamortización de
Mendizábal y supresión de órdenes religiosas en 1835, que lo sumió, como a los
demás de España, en una penosa ruina. Se restauró en 1925 por fray Manuel de la Sagrada Familia , mártir en 1936
y beatificado en 2013.
El que actuó como patrono y mecenas fue el favorito del rey castellano Juan de Pacheco, Marqués de Villena, cuyo monumento sepulcral, como el de su esposa, María de Portocarrero, se encuentran en el presbiterio del templo monacal a los lados del retablo mayor, traídos ambos desde el extremeño monasterio de Guadalupe. El recinto monástico se halla también en la cercanía de la iglesia templaria de
El
conjunto monacal se encuentra situado, por tanto, frente a la ciudad segoviana,
de la que se contemplan desde su espléndido parque-jardín-huerta (que todo lo
es), la torre románica de San Esteban, la más hermosa y gallarda de las que hay
en Segovia, la catedral con su gran fábrica, destacadas la cúpula y torre; los
campanarios románicos de San Esteban y San Andrés y el Alcázar, con su porte de
cuento de hadas. Todo un panorama monumental envidiable, bajo el cual se
extiende la ladera cubierta de espesa arboleda.
3.
El edificio monástico.
En
este claustro principal se abren puertas de celdas de la planta baja, de
trazado ojival, y dependencias como la entrada a la iglesia mayor, entre ellas
al refectorio, al salón de recreaciones y a la escalera que sube a la planta
superior. Junto a ésta se abre otra que nos da entrada a un pequeño vestíbulo
donde se encuentra el ascensor que sube a las dos plantas superiores, la
primera con celdas de los monjes y la segunda con la hospedería y vivienda del
Prior.
4. La hospedería.
El
mencionado recinto de la hospedería cuenta con diez habitaciones, sobrias pero
suficientemente dotadas, con cuarto de aseo. Sin embargo, el criterio de la Comunidad es ocupar como
máximo cuatro de ellas. Es una de las condiciones para mantener el clima de
silencio que domina el monasterio, igual que la condición, previamente
comunicada, de no salir del recinto monástico durante los días de estancia. Por
ejemplo, no se puede ir, durante el tiempo libre, de visita turística a la
ciudad y ni siquiera a visitar los conventos cercanos o el santuario de la Fuencisla. Parece
una condición dura, pero basta entrar de lleno en el monasterio y en su
jardín-huerta para quedar olvidado de cualquier otra cosa exterior.
La
primera sorpresa, gratísima, al entrar en la celda de huésped, en cuya pared
frontal se abren dos ventanas con arco de medio punto, es contemplar el
panorama que se ofrece de Segovia. Todo cuanto se puede ver desde el jardín y huerta
se tiene a la vista, a la altura del cuerpo alto del edificio monástico. La
perspectiva es fascinante, y pasa por la belleza de la luz de las diversas
horas del día o de las situaciones de clima, cielo despejado o nubes; durante
la noche los monumentos arquitectónicos y la arboleda que cubre la ladera
tienen iluminación artística, que se mantiene hasta la media noche.
5.
Otras dependencias comunes. Refectorio.
Las
refecciones (así llaman los monjes a las comidas) tienen lugar en un amplio
refectorio de largas mesas (lisos gruesos tablones de nogal sobre pies de
madera y asientos corridos a lo largo de los muros), artesonado de casetones
ochavados de estilo renacentista, así como numerosas imágenes (un hermosos
Crucifijo lo preside) y objetos en su pared trasera, como las orzas donde se
guardaron otro tiempo las semillas, recipientes que se tapan con discos de
madera donde se han incrustado cuernos de toro para asirlos. Esta pared trasera
la cubre un buen tapiz con el escudo de España,
con todo su simbolismo de historia gloriosa. Cada acto es iniciado con la
bendición del Prior mediante versos de salmos alusivos al don de los alimentos
por parte de Dios, a los que responden los comensales. Se sirven las mesas por
los monjes de turno desde un carro en que aparecen fuentes y soperas. En las
mesas cada comensal tiene a su servicio jarra de agua, botella de vino tinto,
vinagreras y un bote de miel (detalle digno de notar). La comida se hace en
silencio, con lectura en días de labor y música clásica en domingos y festivos.
Al final se recita la acción de gracias y cada cual sale ya de manera
indistinta (si alguno no ha terminado al sonar la campanilla del Prior, vuelve
a sentarse para concluir).
6.
El ámbito sagrado: capilla interior y templo principal.
Una
de las puertas del claustro mayor da entrada a la capilla interior, que es
utilizada para la Liturgia
de las Horas y la Eucaristía
de días laborables, además de hallarse abierta al huésped para estar en serena
oración. Esta capilla es u amplio, cubierta por artesonado de viguería tallada,
con grandes zapatas en sus extremos. Tiene sillería lisa, tanto para la Comunidad como para los
huéspedes, y sus paramentos se cubren con infinidad de pinturas e imágenes. Es
difícil hallar un monasterio que acumule tanta cantidad de lienzos, relieves y
pequeñas imágenes como el Parral, y esto no sólo en la mencionada capilla sino
en todo el espacio monacal; es algo asombroso y puede explicarse al ser este
monasterio el único cenobio de la Orden
Jerónima de España y del mundo. Razones de tipo histórico y
social pueden explicar este fenómeno 'acumulativo' de piezas de arte mayores y
menores, que no vamos a detallar por exceder de nuestra finalidad, aunque algo
precisaremos.
La
capilla interior está presidida por un magnífico Crucifijo de tamaño
ligeramente inferior al humano normal, talla muy expresiva de Cristo muerto,
que corresponde al estilo renacentista del XVI. A su izquierda, sobre barroca
peana se sitúa una valiosa talla de San Jerónimo penitente, con la vestidura
cardenalicia abierta y recogida en el brazo derecho, que tiene un Crucifijo en
la mano, y en su izquierda sujeta una gruesa piedra con la que se golpea el
pecho. A la derecha del Crucificado, en un retablo que contiene una pequeña
hornacina, se muestra la joya más preciada del monasterio: la imagen románica
de la primitiva imagen de la Virgen
del Parral, del s. XII, que estuvo en una antigua ermita, en ese lugar y da
nombre al cenobio.
Pero
es la gran iglesia mayor la que muestra la fastuosidad propia de los templos
jerónimos, por desgracia reducidos hoy a éste. Es un templo de estilo gótico
avanzado, de altas bóvedas con crucería sexpartita. Actualmente sólo se emplea
los domingos y festivos para la
Misa conventual. El presbiterio es muy amplio, con altares
talerales y una gran mesa de altar en el centro. Está presidido por un espléndido
retablo de madera policromada, de estilo renacentista, con escenas de la vida
de la Virgen ,
obra de los entalladores Juan Martínez y Lucas Giraldo, ambos de Ávila. Coronado
por un expresivo Calvario, lo presiden, en hornacinas superpuestas, una bellísima
imagen de la Virgen ,
Nuestra Señora del Parral, con el Niño entre sus brazos y sostenido sobre su
seno. El rostro de María es de una belleza excepcional y el Niño Jesús posee
una gracia sin par, sonriente y casi juguetón.
En la hornacina central del cuerpo inferior se halla una magnífica
escultura de San Jerónimo en oración, con el torso desnudo. A los lados del
retablo se elevan dos en piedra centrados por arcosolios funerarios donde
aparecen las esculturas orantes del
Marqués de Villana y su esposa, patronos del monasterio.
La
recitación sosegada de la salmodia litúrgica a lo largo del día y la Eucaristía ,
cuidadosamente celebrada, con altar y celebrantes revestidos de bellos
paramentos, así como numerosas candelas encendidas, todo ello imprime a la
celebración un carácter de unción que impregna el espíritu del que asiste con
una honda sensación de presencia divina, que, si cabe, llega a su punto
culminante, los días festivos, durante el acto de adoración al Santísimo
Sacramento al final del Oficio de Vísperas. Este clima de recogimiento se
mantiene a lo largo del día, desde la temprana hora de laudes, y no lo interrumpe, por ejemplo, el tiempo de las comidas,
que merece un comentario más detallado, ante todo relativo a cómo se accede al
mismo, pues no se entra de cualquier manera. A las que siguen a una celebración
litúrgica (desayuno y almuerzo) camina la Comunidad y huéspedes en fila, pegados a los
muros del claustro mayor, desde la capilla interior, y ocupa cada cual su puesto
en el refectorio.
Nos
queda presentar el ámbito paradisíaco del monasterio, el jardín. Pero nos hemos extendido mucho, y merece una buena extensión. Lo dejamos para otra
entrega.