martes, 20 de octubre de 2015

ÁVILA Y TERESA, TERESA EN ÁVILA

ÁVILA Y TERESA, TERESA EN ÁVILA


Detalle de la muralla de Ávila al anochecer

Es la culminación de un verano nimbado por 'efluvios' contemplativos. La doble estancia, en ocasiones muy próximas, en la prodigiosa ciudad de Ávila, cuna de Santa Teresa (no entramos en disquisiciones de expertos sobre su posible nacimiento en la aldea de Gotarrendura, cercana a la capital), ciudad a la que hace varios años que no iba (y en la última ocasión, sin tiempo para recorrerla); esas estancias han sumergido al 'peregrino del silencio' en el sugestivo encanto de su incomparable belleza. No es por el número y calidad de sus monumentos, que es elevado, sino por el 'perfume' que emana de su ambiente, evocador de la santa doctora mística. Además, ha coincidido con la celebración en su recinto de la exposición "Las Edades del hombre", este año con carácter netamente teresiano para contribuir a la conmemoración del V Centenario del nacimiento de la santa.


Fachada del convento de "La Santa", edificado sobre el solar 
de  la casa donde nació.

La ciudad estaba como impregnada de aroma teresiano, que se acentuaba en la visita a los tres centros expositivos donde se ha instalado la exposición (el 4º se halla en Alba de Tormes, como parte del 'mundo teresiano'). Como complemento del programa expositivo hubiera sido interesante visitarlo, pero basta lo conocido y el sosegado paseo por la ciudad-cuna, bordeando parte de su kilométrica muralla, sus calles pronto recogidas en el silencio, y los lugares relacionados con la Madre, como el convento edificado sobre su casa natal ("La Santa"), con su despejada plaza, que asoma al exterior a través de una de las puertas de la ciudad, la magnífica fachada, el hermoso museo en los sótanos de carácter mudéjar, repletos de referencias a la Santa Madre, y el interesante añadido de otra original exposición, mostrada en el  palacio de los Verdugo, con numerosas obras pictóricas inspiradas en los capítulos del libro más denso y 'teológico' de los suyos, las "Moradas"; todo esto ha renovado mi antiguo y algo desvaído recuerdo, que ya se ha hecho imborrable y con deseos de repetir.

Ávila rezuma, trasmina 'teresianismo', es el recinto ideal, como el 'joyero' digno de guardar tan preciosa perla... ¡Lástima!, he de reconocer, que la premura y las condiciones en que nuestra santa realizaba su postrer viaje, por aquella llamada de la duquesa de Alba, llevaran a que esta reformadora acabara sus días en la villa ducal. Mas no importa; su cuerpo se halla en el convento albense, pero su figura, su talante, su genio insuperable se concentran y subliman en la ciudad castellana por excelencia (pues basta contemplar su recinto amurallado para evocar el nombre de la región española más significativa del 'ser español', aunque esto suene hoy a cierta nostalgia histórica del pasado y 'levante de patillas' a los incultos y tendenciosos antiespañoles que tropezamos por el suelo patrio.


Vista parcial de la muralla abulense, con el torreón del Alcázar y monumento a la Santa



Monumento  a Santa Teresa al pie de la muralla de Ávila, junto a la Puerta del Alcázar,
visto delante de un hermoso rosal y en detalle.

Ávila y Teresa, pero, a la vez, Teresa en Ávila. Las dos imágenes monumentales que rinden homenaje a su memoria, una en blanca piedra caliza, junto a la Puerta del Alcázar y ante el más bello de los torreones que circundan la ciudad, y la otra, más exterior, y espléndida en su oscuro bronce, delante del monasterio de la Encarnación, el más vinculado con la increíble 'aventura' de su existencia; cada cual de ellas con la evocación de los tal vez dos rasgos del genio teresiano, el de extática y prolífica escritora, con la mirada dirigida hacia el ámbito del que recibe la divina inspiración, y el otro su condición 'caminante', de fuerte (aunque su salud se viera quebrantada tan a menudo) 'emprendedora' (diríamos, usando un término hoy alusivo a empresas de este mundo), de 'peregrina' por los caminos de España, por la mayoría de sus diversos horizontes; decidido el paso, fuerte el bastón en que se apoya...


Monumento a Santa Teresa, con la escultura en bronce de la Madre en actitud caminante,
situado delante del monasterio de la Encarnación 

Madre fundadora de Carmelos, "palomarcicos" en su ingenioso lenguaje... 17 fundaciones en Castilla, Andalucía y Murcia, conseguidas a pesar de tantos y variados inconvenientes, algunas casi imposibles, como la de Sevilla. Y todo con el tesón, la paciencia ("la paciencia todo lo alcanza", dirá en su famosa 'instrucción' para espirituales), fortaleza recibida y siempre reconocida así de su trato íntimo con "el que sabemos nos ama"; todo ello viene a evocarlo maravillosamente la contemplación de esa fuerte ciudad torreada, amurallada. Dichosa imagen para ilustrar su excelso libro sobre la vida interior y algo también que trae a la memoria una gloriosa imagen bíblica: la nuevas Jerusalén.

Además de los dos monasterios de raíz teresiana, la Encarnación y San José, y de los demás lugares ligados a su memoria: San Juan Bautista, templo de su Bautismo; Santa María de Gracia, el monasterio agustino donde su padre la recluyó para 'controlar' los 'ímpetus' mundanos de su juventud (¡qué delicia y hasta regocijo produce leer las páginas del comienzo del Libro de la Vida donde narra con tan singular gracia aquellos 'desvaríos' juveniles, "llevando galas", tan "curiosa" en su arreglo personal y cuidado de manos y cabello, y relaciones con primos y amigos -debía ser irresistible su encanto y simpatía desde niña y adolescente-), y la capilla de mosén Rubí; aparte de estos lugares,
hay que mencionar en Ávila tres recintos monumentales que Teresa frecuentaría y son testimonio de la fuerza evocadora de la ciudad.


Abside de la catedral de Ávila, con sus fuertes almenes

Ante todo, la catedral, con su impresionante ábside, a modo de formidable torreón defensivo, y sus estancias repletas de retablos e imágenes bellísimas (baste recordar el maravilloso retablo marmóreo del trascoro y la menos vista Piedad, de Juan Bautista Vázquez el Viejo, situada en la primera capilla de la izquierda, trasunto de la miguelangelesca de San Pedro de Roma, pero con rasgos distintivos de la del florentino); el recinto de halla magníficamente instalado para una visita sin prisas, con sosegado deambular por sus estancias, en las que se muestra la infinidad de tesoros de arte que encierra el templo capitular. Desde la originalidad de las bóvedas realizadas en la piedra bicolor que parece pintada por un artista abstracto actual, pasando por el blanco conjunto del trasaltar en la girola, donde luce la exquisita imagen del Tostado, hasta los innumerables lienzos, tallas (¿cómo no recordar los Crucificados de marfil que pueblan las vitrinas?), ornamentos, y esa gentil, elegantísima custodia de Corpus, debida al más joven de la 'saga' de los Arfe. Catedral de Ávila, tesoro de tesoros.


Vista de la basílica de los santos mártires Vicente, Sabina y Cristeta,
con su espléndido pórtico, extramuros de la ciudad de Ávila


Ábsides y torre de la iglesia parroquial de San Pedro, en Ávila, 
ejemplo del más depurado arte  románico

Y, para concluir, los dos excepcionales templos románicos, San Vicente y San Pedro, con todas las cualidades de excelencia de aquel arte supremo de la Alta Edad Media. Portadas, ábsides, recintos de una belleza deslumbrante y, en el primero, ese pórtico admirable, único en España, de una elegancia inigualable, que, además, cubre la portada lateral, en la que nos cautiva la excelsitud de la Anunciación. Santiago de Compostela y la Cámara Santa de Oviedo, con sus prodigiosas imágenes y tímpanos, son evocados en la basílica vicentina, que, como 'postre' nos regala una cripta de sobriedad sublime en su arquitectura y dimensiones.
  

Detalle de los expresivos ojos de Santa Teresa, en el 'verdadero retrato', 
pintado por fray Juan de la Miseria, que guardan las Carmelitas Descalzas de Sevilla.

Este conjunto de bellezas artísticas forma como una guirnalda que rodea la suma figura del mundo espiritual castellano y, sin lugar a duda, español: Teresa de Jesús, insigne testimonio de cómo la gracia divina 'trabaja' y sublima la persona de una mujer de cualidades fuera de los común en su dimensión puramente humana, pero también fuera de lo común en los 'resultados' que la gracia de Dios consigue cuando el ser humano decide entregarse y dejarse modelar a lo largo de su vida, hasta alcanzar las alturas místicas y 'emprendedoras' a las que ella llegó, y de las que la Iglesia y la humanidad siguen recibiendo pautas válidas para todos los tiempos y situaciones existenciales.

  

2 comentarios:

  1. Tengo mucho que "contemplar" cuando vuelva a Ávila.
    Ahora ya sé donde he de fijarme.
    Otra vez gracias.

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    1. Gracias a ti, José Manuel. Ya me gustaría hacer ese paseo místico-monumental contigo, capaz de percibir los detalles valiosos de los lugares por donde andas.

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