Los Reyes Magos
Tal vez sea la
Navidad , su contenido, acontecimientos y personajes, la
realidad que más aviesa y torcidamente se ha manipulado de cuantas nos ofrece
la tradición cristiana. También la Semana
Santa , aunque menos, tan abrumador y dramático es su
contenido. Lo que se ha hecho en este último caso es prescindir sin más de todo
ello y convertirla en una oportunidad para escapar hacia horizontes totalmente
extraños, que ofrecen perspectivas, digamos 'mundanales', divertidas,
ajenas a cualquier significado religioso-espiritual: o bien se toma el lado 'cultural' de la celebración como expresión histórica de una realidad
(la fe en la Redención )
que se estima superada y de la que sólo quedan las apariencias de un tipismo de
tintes 'folklóricos'.
Pero quiero incidir, sobre todo, en un aspecto de la Navidad que ha sido objeto
de la más redomada manipulación, desvalorización y trivialización. Es el tema
de los Reyes Magos, que, en realidad, se comienza a desfigurar con la
asignación de la condición regia a aquellos sabios, cualidad que no tiene el
menor apoyo bíblico.
Este acontecimiento, de gran profundidad cristológica y ámbito
universal, con el que culmina el ciclo litúrgico de Navidad, se ha desvirtuado
de tal manera que no hay quien lo conozca. Reducido desde muy antiguo a su
dimensión de regalos, basándose en los obsequios ofrecidos por los magos al
Niño Dios, con el triple significado que les hemos añadido, como Rey (oro),
Dios (incienso) y Redentor, sufriente (mirra), adquirió un tinte algo
sensiblero, infantiloide, o bien de obsequiosidad entre adultos. Así ha
permanecido largos años, mezclado con temas de fantasía en las clásicas
cabalgatas, aunque sin perder del todo su significado 'epifánico' en el mundo
cristiano.
Pero la invasión creciente de una mundanidad carente de la menor
visión trascendente de cualquier realidad, que desvirtúa todo signo religioso hasta
extremos que bien pueden considerarse insultantes, como los influjos
recientemente recibidos de la malintencionada ideología de género y el falso feminismo
rampante, todo ello ha acabado por desfigurar este hecho bellísimo, de calidad
y dimensiones propias de un humanismo 'sobrehumano', si cabe el contraste.
En el acontecimiento de la 'aventura' de aquellos sabios,
posiblemente mesopotámicos, que se sienten sorprendidos por un fenómeno astral
impredecible y fuera de lo normal (la aparición de la estrella, sin entrar en
modernas y eruditas interpretaciones astronómicas), y en la decisión de buscar
a qué signo extraordinario puede corresponder tal hecho e intuir que hay una
Alguien muy significativo, así como en su comportamiento al llegar a Jerusalén;
en todo este conjunto de circunstancias aparece, como fenómeno humano
predominante, la capacidad del hombre que honestamente cree en la existencia de
la verdad y decide poner en juego sus recursos intelectuales y existenciales en
esa apasionada búsqueda.
El camino hacia Jerusalén
Estos magos orientales ofrecen una imagen, una personalidad
del mayor interés humano: son sabios pero reconocen que hay hechos que superan
su saber, por tanto hay en ellos una sencillez que encaja perfectamente en la
figura de persona que será objeto de alabanza por parte de Jesús en su jubiloso 'himno mesiánico': "Gracias de doy, Padre, Señor del cielo y de
la tierra porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendido y se las has
revelado a la gente sencilla" (Mt 11, 25) Estos magos son en el fondo gente
sencilla, que no se ha engreído con y en su saber científico, y son capaces de
ponerse a hacer un camino lleno de misterio e incertidumbre, pero que les lleva
a un lugar donde creen que encontrarán un valor supremo, definitivo, que puede
dar sentido absoluto a sus vidas. Y buscan, y preguntan humilde, sencillamente,
cuando las cosas se les ponen difíciles. La última aparición de la estrella,
una vez que se encaminan a Belén, es el 'premio' del "Dios
desconocido", pero intuido, por su perseverancia. ¡Qué enorme contraste
ofrecen estos sabios sinceros con los 'entendidos'
doctores de la ley mosaica, que saben dar a los magos la orientación exacta
según su saber, pero no mueven un dedo para seguir la 'llamada' que impulsa a
aquellos hombre de ciencia de fe! Y no digamos Herodes el Grande, que procede
con la astucia perversa del tirano aterrorizado ante un posible rey de superior
grado.
¿Qué queda de esta formidable y sorprendente imagen
mesiánica, que rebasa con mucho los límites del cerrado, estrecho y particularista
mesianismo judaico de fariseos y saduceos para adquirir dimensión universal?; ¿qué
queda en las ingenuas, y a menudo chocarreras figuras de tanto dibujillo
humorístico y cabalgata donde se mezclan Reyes y Reinas Mag@s, para contentar,
no ya a niños (que todavía puede aceptarse como expresión de pasajera
'inocencia' e ingenuidad infantil), sino a la desquiciada mentalidad de adultos
poseídos de un odio y desprecio insuperables hacia todo lo que huela a sentido trascendente
de la existencia? Y estos mendaces sujetos son, los que, a menudo, ocupan
puestos de responsabilidad pública y organizan esos desfiles donde ha
desaparecido el verdadero significado de tal acontecimiento.