sábado, 6 de enero de 2018

MANIPULACIONES NAVIDEÑAS

Los Reyes Magos

Tal vez sea la Navidad, su contenido, acontecimientos y personajes, la realidad que más aviesa y torcidamente se ha manipulado de cuantas nos ofrece la tradición cristiana. También la Semana Santa, aunque menos, tan abrumador y dramático es su contenido. Lo que se ha hecho en este último caso es prescindir sin más de todo ello y convertirla en una oportunidad para escapar hacia horizontes totalmente extraños, que ofrecen perspectivas, digamos 'mundanales', divertidas, ajenas a cualquier significado religioso-espiritual: o bien se toma el lado 'cultural' de la celebración como expresión histórica de una realidad (la fe en la Redención) que se estima superada y de la que sólo quedan las apariencias de un tipismo de tintes 'folklóricos'.

La Navidad es otra cosa (peor). El proceso de su desvirtuación y transculturación es mucho más integral, dado que los matices que esta festividad nos ofrece son muy diverso y ricos en significado, pero todos con un evidente contenido sacral, religioso y más precisamente, cristiano, una realidad que pugna y choca con el sentido mundano, desacralizado de la vida actual. La herencia festiva se ha mantenido porque está enraizada en el subconsciente de la civilización y del hombre occidental, pero se ha ido desvinculando de su origen sagrado y desviando hacia una manera de tener unas vacaciones lo más divertidas posible en lugares muy alejados y extraños con los entornos vinculados a la Navidad en su significado cristiano. En ésta, como en ninguna otra, se ha dado el trastocamiento integral de la festividad, que ha pasado a un significado de tinte absolutamente profano, salvo un aspecto muy peculiar: la costumbre de hacerse regalos, mantenida por su cualidad de contraprestación o intercambio, pero vinculada a eventos carentes de significado religioso (la Navidad como simple ocasión festiva, el año nuevo, o la aparición creciente del 'fenómeno' anglosajón y nórdico de Papá Noel, también propicio para la trivialización de esa imagen de 'abuelo generoso').

Pero quiero incidir, sobre todo, en un aspecto de la Navidad que ha sido objeto de la más redomada manipulación, desvalorización y trivialización. Es el tema de los Reyes Magos, que, en realidad, se comienza a desfigurar con la asignación de la condición regia a aquellos sabios, cualidad que no tiene el menor apoyo bíblico. 


Este acontecimiento, de gran profundidad cristológica y ámbito universal, con el que culmina el ciclo litúrgico de Navidad, se ha desvirtuado de tal manera que no hay quien lo conozca. Reducido desde muy antiguo a su dimensión de regalos, basándose en los obsequios ofrecidos por los magos al Niño Dios, con el triple significado que les hemos añadido, como Rey (oro), Dios (incienso) y Redentor, sufriente (mirra), adquirió un tinte algo sensiblero, infantiloide, o bien de obsequiosidad entre adultos. Así ha permanecido largos años, mezclado con temas de fantasía en las clásicas cabalgatas, aunque sin perder del todo su significado 'epifánico' en el mundo cristiano. 



Pero la invasión creciente de una mundanidad carente de la menor visión trascendente de cualquier realidad, que desvirtúa todo signo religioso hasta extremos que bien pueden considerarse insultantes, como los influjos recientemente recibidos de la malintencionada ideología de género y el falso feminismo rampante, todo ello ha acabado por desfigurar este hecho bellísimo, de calidad y dimensiones propias de un humanismo 'sobrehumano', si cabe el contraste.


En el acontecimiento de la 'aventura' de aquellos sabios, posiblemente mesopotámicos, que se sienten sorprendidos por un fenómeno astral impredecible y fuera de lo normal (la aparición de la estrella, sin entrar en modernas y eruditas interpretaciones astronómicas), y en la decisión de buscar a qué signo extraordinario puede corresponder tal hecho e intuir que hay una Alguien muy significativo, así como en su comportamiento al llegar a Jerusalén; en todo este conjunto de circunstancias aparece, como fenómeno humano predominante, la capacidad del hombre que honestamente cree en la existencia de la verdad y decide poner en juego sus recursos intelectuales y existenciales en esa apasionada búsqueda.


El camino hacia Jerusalén

Estos magos orientales ofrecen una imagen, una personalidad del mayor interés humano: son sabios pero reconocen que hay hechos que superan su saber, por tanto hay en ellos una sencillez que encaja perfectamente en la figura de persona que será objeto de alabanza por parte de Jesús en su jubiloso 'himno mesiánico': "Gracias de doy, Padre, Señor del cielo y de la tierra porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendido y se las has revelado a la gente sencilla" (Mt 11, 25) Estos magos son en el fondo gente sencilla, que no se ha engreído con y en su saber científico, y son capaces de ponerse a hacer un camino lleno de misterio e incertidumbre, pero que les lleva a un lugar donde creen que encontrarán un valor supremo, definitivo, que puede dar sentido absoluto a sus vidas. Y buscan, y preguntan humilde, sencillamente, cuando las cosas se les ponen difíciles. La última aparición de la estrella, una vez que se encaminan a Belén, es el 'premio' del "Dios desconocido", pero intuido, por su perseverancia. ¡Qué enorme contraste ofrecen estos sabios sinceros con los 'entendidos' doctores de la ley mosaica, que saben dar a los magos la orientación exacta según su saber, pero no mueven un dedo para seguir la 'llamada' que impulsa a aquellos hombre de ciencia de fe! Y no digamos Herodes el Grande, que procede con la astucia perversa del tirano aterrorizado ante un posible rey de superior grado.


La adoración de los Magos. Retablo del Monasterio de El Paular (Rascafría). s. XV.

¿Qué queda de esta formidable y sorprendente imagen mesiánica, que rebasa con mucho los límites del cerrado, estrecho y particularista mesianismo judaico de fariseos y saduceos para adquirir dimensión universal?; ¿qué queda en las ingenuas, y a menudo chocarreras figuras de tanto dibujillo humorístico y cabalgata donde se mezclan Reyes y Reinas Mag@s, para contentar, no ya a niños (que todavía puede aceptarse como expresión de pasajera 'inocencia' e ingenuidad infantil), sino a la desquiciada mentalidad de adultos poseídos de un odio y desprecio insuperables hacia todo lo que huela a sentido trascendente de la existencia? Y estos mendaces sujetos son, los que, a menudo, ocupan puestos de responsabilidad pública y organizan esos desfiles donde ha desaparecido el verdadero significado de tal acontecimiento.