EL SÉPTIMO CONTINENTE, ÁMBITO NATURAL DEL SILENCIO
He escogido esta imagen fascinante de luna llena entre ramas de árbol, como símbolo de lo que sigue.
En mi última entrada ofrecí, como una cierta promesa,
referirme a una realidad difícilmente perceptible, al menos en apariencia, y
que puede tener diversos significados o modo de entender: el silencio. Sin
embargo, al pensar y conectar con recuerdos personales, vivencias relacionadas
con el mismo, me dí cuenta de que hablar de esa realidad resulta algo
abstracto, como teórico o propicio para teorizar, si no la situamos en algún
ente que constituya algo así como un ámbito, un cierto 'espacio', pero sin dar
a esta palabra un significado propiamente 'espacial', mensurable. Prefiero
hablar de 'ámbito', como un cierto entorno donde pueden hallarse, además de
otras, esa realidad que llamamos 'silencio'. Hablemos, pues, a modo de pórtico,
de este ámbito en donde surge y florece, o se 'oscurece' y anula el silencio
como planta de singulares cualidades.
Hace algunos años participó este autor en un ciclo de
conferencias organizadas, como se hace anualmente, en torno y con referencia a
una de las figuras más descollantes del mundo humano y hasta divino, una mujer
de excepcionales condiciones, que le han dado la fama mundial de que goza con
toda justicia: Santa Teresa de Jesús. Se trata de la "Semana teresiana",
que tuvo lugar en su ciudad natal, Ávila, que este año en que nos hallamos se
encuentra en la mayor actualidad, al celebrar el quinto centenario del
nacimiento de la santa.
Aquel ciclo, dedicado a "La
interioridada", se subtitulaba: "En
busca del sexto continente". Era una idea sugestiva, si se tenían en
cuenta los cinco continentes clásicos, de Europa a Oceanía. Pero, en realidad,
no hay en el planeta Tierra sólo cinco continentes geográficamente localizados,
sino seis, pues la Antártida
posee tierra firme, como sabemos por las exploraciones y estudios. No así la
zona ártica, que sólo es un gran aglomerado de hielo, sin base de tierra
sólida. Por tanto el sexto continente es la Antártida. Y en consecuencia,
al pensar en ese ámbito de la interioridad, donde se desarrolla y cultiva el
silencio, estimo que se debe hablar del 'séptimo
continente'. Y la exigencia objetiva me agrada porque así traemos a
colación el número siete, con toda su connotación simbólica, que aparece en
infinidad de textos, entre los que descuellan los sagrados, de modo especial en
ese libro donde el simbolismo llega a sus más altos niveles, el Apocalipsis, final y culminación del
Nuevo Testamento: Siete son los candelabros entre los que se pasea el Viviente,
Autor de la suprema revelación (que eso significa el título del libro, como es
sabido); siete son las estrellas que porta en su mano el mismo Viviente, y son
siete las iglesias a las que dirige sus inquietantes y portentosas cartas
repletas de datos identificativos del propio Viviente y de cada iglesia; siete
son los sellos que mantienen cerrado el rollo o 'libro' que tiene en su mano el
Señor que ocupa el trono, y que sólo entrega al Cordero, único capaz de romper
esos sellos para saber el contenido profético del misterioso documento; siete son
las trompetas que sonarán antes de cada acontecimiento calamitoso, como siete
son las copas de la ira divina que se vertirán sobre la tierra, y siete las
plagas finales que serán anunciadas. En sentido negativo y catastrófico, son
siete las colinas sobre las que se asienta la ciudad, a la vez fiera, sobre la
que cabalga la prostituta, madre de todas las rameras de la tierra.
Número siete, con su simbolismo sagrado: buena cifra para
designar ese inmaterial continente en el cual se cultiva el silencio. Es el
continente de la interioridad, el repliegue más íntimo de la personalidad
humana, en donde se generan, se suscitan y se esconden los más secretos
sentimientos, las más arraigadas actitudes y las posibilidades más
determinantes de la existencia humana.
La interioridad se encuentra en toda persona, pues forma
parte, sutil y misteriorsa, de toda personalidad. Sin embargo, no en todas las
personas se manifiesta ese 'reducto secreto', al menos en un amplio desarrollo
de sus posibilidades. La interioridad es un 'potencial', dicho en términos un
tanto economicistas, y como todo potencial es susceptible de crecer y
expandirse continuamente, o bien sólo a medias y hasta puede ser anulada en
cierto modo y medida, como obstruida, de igual manera que una acequia o canal,
que tiene como función ser medio para que el agua discurra por su cauce, puede
verse obturada por el cieno o materiales de arrastre, que impiden el libre
curso del liquido elemento, y no llega a regar las plantas e impide por tanto
que crezcan los frutos a los que el agua hace vivir. Igual ocurre con la
interioridad. Puede ser un cauce limpio y despejado, en el que el agua de las
corrientes del espíritu discurren y llegan a la sustancia y sustrato anímicos
en la que puede arraigar y crecer la misma interioridad y todos sus contenidos;
mas también ese cauce puede obturarse, como hemos dicho, y por tanto, impedir
el desarrollo de la misma interioridad y todo cuanto en ella surge y se
manifiesta. De la preeminencia de esa limpieza o 'atasco' del cauce anímico
depende el que encontremos personalidades de muy diversa 'entidad' y 'calibre',
característica que va a determinar su modo de relacionarse consigo misma y con
los demás, desde la fluidez y apertura más transparentes a la 'opacidad' y
dureza más insuperables, aunque tal 'insuperabilidad' no debamos considerarla
como algo absolutamente 'cristalizado' e incapaz de experimentar un proceso de
apertura; depende de que el cauce llegara a despejarse o permanezca en su
estado de obstrucción.
No vamos a extendernos en más disquisiciones sobre esta
dimensión fundamental de la persona, a la cual hemos de referirnos
necesariamente en otras ocasiones. Sólo basta concluir con la afirmación de que
el medio que permite con más autenticidad que el cauce se vea expedito y
permita la fluida circulación de cuanto contribuye al mantenimiento y
desarrollo de la interioridad es el silencio. No es el único medio, pero su
valor es de tal calibre que 'impregna' y potencia, por así decir, la realidad
de los demás medios que integran la interioridad, y es el que incluso
posibilita la 'limpieza' y 'desatasco' del cauce. Pero la referencia y
exposición de qué entendemos con ese término merece un tratamiento exclusivo.
Quédese tal empeño para la próxima comunicación.