sábado, 5 de mayo de 2018

FLORES DE PRIMAVERA


LA PRIMAVERA HA VENIDO


Ahí están, un año más. Puntuales, precisos (y preciosos en su polícroma belleza), los lirios: blancos, morados ¡y amarillos! (jamás vistos hasta hace tres o cuatro años en el monasterio de Las Escalonias). Ahí se yerguen en lo alto de su tallo esbelto, que apuntan otros más, no muchos. No es sorpresivo, porque siempre se esperan, los espero.


Este año un poco más tarde: el frío y las lluvias persistentes han retrasado algo su floración, pero, en cuanto se ha suavizado la temperatura, tras la eclosión de las puntiagudas hojas, como espadas de doble filo, han aparecido esos tallos con su radiante mensaje primaveral en lo alto, que ha abierto la sencillez sublime de sus flotantes pétalos, que encierran la increíble finura de sus jaspeados dibujos interiores, casi ocultos por los dobleces de las suaves hojas en el arranque del verde cáliz. Un prodigio de belleza que no puede menos de remitir y evocar el poder del Creador, porque no se ha dado al ser humano, ni a un oculto y extraño germen la cualidad de acumular tal grado de hermosura.



Un año más, la creación, de la mano de su Hacedor, se hace presente entre el verdear de otras macetas, de las cuales irán apareciendo sus coloridas flores, como ya lo están esos maravillosos geranios pelargonios de flor con un rojo de vino tinto oscuro bordeada de blanco.


Tiempo de resurrección, como canta un himno pascual de Laudes: "La bella flor que en el suelo/ plantada, se vio marchita,/ ya torna, ya resucita,/ ya su olor inunda el cielo...". Estos lirios, extraídos de lugares que evocan recuerdos memorables: los blancos, un jardín sevillano; los morados, la subida al que fue Desierto del Calvario, cercano a Beas de Segura, primer destino andaluz de San Juan de la Cruz; los amarillos, el monasterio trapense de Escalonias y su campestre entorno propiciador del silencio. Todos ellos ponen su delicado mensaje, como expresión de una realidad que, de puro inesperada, se nos hace incomprensible. Y, sin embargo, ahí está, sutil, misteriosa, 'escurridiza', pero real.



Lirios primaverales, pregoneros de la estación que fascinó a los antiguos y renacentistas, antes de que comiencen a florecer los geranios con su múltiple policromía. Primero, blancos, mensajeros de un devenir que se renueva incesantemente, preludio de otros, de profundo color morado, como los que adornan el monte de los pasos de Crucificados que desfilaron en Semana Santa, escoltados por negros capirotes. Y, finalmente, amarillos, de un color radiante, pleno, figura de la luz del sol.



Mensaje de Resurrección, de triunfo de la vida sobre la muerte, del gozo sobre el dolor, aunque, en este caso invertidos en el orden existencial: primero el blanco y después el austero morado de los otros, que ya apuntan sobre la gráciles varas, mientras contemplo cómo los blancos, en pocos días, se van marchitando; destino que aguarda a los que florecerán seguidamente  y a esos radiantes amarillos, que aparecen en último lugar. Aparecer, lucir brevemente, pocos días, y marchitarse: Triste realidad de la naturaleza feneciente, imagen del fenecer de nosotros mismos, pues no escapamos los humanos a la ley del vivir para morir, que afecta a todas las criaturas vivientes. Por ello, la fascinación que suscita su belleza no puede convertirse en soporte de la existencia. ¿Qué es lo que perdura, definitivo, lo fiables? Los creyentes nos dirigirán a Dios, sin embargo tan imperceptible, inasible, tan oculto en la inmensidad de su misterio, aunque durante un breve tiempo se hiciera presente, para marcharse "al inmortal seguro", como dice el poeta, y dejarnos sumidos en la sombra de los símbolos. Nuestra fe nos remite a un horizonte escatológico, de un futuro que debería suscitar esperanza, pero que llega a agotar la paciencia del esperante.... Pero no nos deslicemos a la consideración filosófica, y más de signo pesimista. Baste ahora detenernos en esta realidad bellamente fugaz, como la luz de la nueva primavera está destinada a pasar hacia el tórrido calor veraniego que agostará el frágil brillo de las flores.



Aunque, antes de despedirme, deseo aludir a otra flor, no por su condición primaveral, ya que se la puede encontrar en pleno invierno, sino por el mensaje luminoso que fulge en sus bellísimos pétalos de variedad colorida realmente incontable. Es el pensamiento, una flor de estructura muy sencilla, cinco pétalos, tres de tamaño algo mayor que aparecen como opuestos a dos algo más pequeños.



Y el color tampoco es uniforme; los tres mayores lucen un color en su zona central, rodeada de otro que lo circunda, mientras que los dos menores tienden a mostrar un color que cubre todo el pétalo y suele ser de la misma tonalidad de la que tiene el centro de los pétalos mayores. Pero esto no permite hacerse idea de la variedad del colorido de estas flores, que no lucen un color uniforme, sino que muestran unos jaspeados y caprichosos cambios que causan asombro.


Tal ves sea la flor con mayor diversidad en el color de sus pétalos de tacto aterciopelado y de una luminosidad realmente asombrosa. Son flores que se utilizan para cubrir macizos ajardinados en la vía pública por la enorme variedad de sus colores, aunque la vida de la planta es muy efímera y no puede guardarse en maceta. Más que estrujar el magín intentando una descripción veraz, basta mostrar alguna de estas flores de increíble belleza, que nos remiten sin duda a la maestría del Autor de tales prodigios.



Pensamientos, flores que acaso tengan este nombre alusivo a la inabarcable variedad de las ideas que destila la fantasía e imaginación de la mente humana y a las múltiples facetas de las mismas. Mensaje de perenne primavera en cualquier espacio en que se las encuentre.