TIEMPO ESCATOLÓGICO Y PROYECCIÓN EN EL ARTE
Escatología: "Conjunto de creencias y doctrina
referentes a la vida de ultratumba". Es el sentido originario,
derivado del término griego 'eskhaton'
o 'eschaton' , que significa
'ultimidad', 'vida futura del ultramundo'. Tiene, además, una derivación vulgar
y retorcida, que también recoge el diccionario ideológico de Julio Casares, que
refiere el término a las 'cosas excrementicias', sin duda por su relación con
la podredumbre del cuerpo muerto. Aquí vamos a utilizar el vocablo en su sentido auténtico, referido a la ultimidad de
la existencia y su tránsito, es decir, el paso o 'pascua', al más allá, a la
'vida después de la vida' (¿la hay realmente?... La fe cristiana y la 'intuición' humana casi universal dicen que sí) y al tiempo que la precede en el más acá, que
incluye ese momento terrible, aunque otros lo llamen 'esperanzado', que es el
juicio, la comparecencia ante el Juez, que valorará las obras de cada uno según
la medida que, de diversas maneras y con la imagen de algunas parábolas, recoge
el Evangelio. Es el momento que evoca ese himno impresionante, utilizado antes en
la liturgia de difuntos, hasta las reformas del Concilio Vaticano II, que es conocido
con sus dos palabras iniciales, "Dies
irae" (Día de la ira), y que la concepción más actual de ese momento
subsiguiente a la muerte, como un encuentro con Cristo redentor o con Dios y Padre misericordioso,
ha desplazado de la liturgia actual el uso del himno, que subyugó a los compositores desde
el clasicismo mozartiano, y más aún a los románticos, que compusieron obras de
un acento estremecedor (con excesiva carga 'tremendista' en su mayor parte, algo
muy comprensible según el trágico sentimiento de la existencia y su final
desenlace que tuvieron en esa época cultural)
¿Se puede
ofrecer en un blog algo tan trascendente y, diríamos, 'imponente' como es todo lo
que se refiere a la escatología, a la ultimidad de la existencia, y los interrogantes que suscita (irresolubles con
los recursos humanos), como son las expectativas ultraterrenas? Lo vamos a
intentar con un enfoque un tanto 'lateral', referido a la influencia ejercida en la cultura.
Un sereno atardecer de la existencia en el mar de la vida
Tras
celebrar la fiesta de Todos los Santos y el recuerdo orante de los fieles
difuntos, hemos concluido el año litúrgico cristiano. El final cronológico del año
viejo y comienzo del nuevo, según el calendario civil, ese 'montaje' como
fiesta de la inconsciencia y el júbilo (jolgorio más bien) iluso, nada tienen que ver con la vida
litúrgica cristiana, que mira el tiempo desde la realidad de la necesidad de
redención del hombre caído, que se verifica en la Encarnación del Verbo.
Es lo que vamos a celebrar y contemplar a partir del tiempo de Adviento, recién
comenzado, y de corta duración, sólo cuatro semanas, pero que tiene un
indudable acento escatológico, pues no se propone celebrar tan sólo la venida en carne
mortal del Verbo de Dios, el Hijo, como sucedió hace más de veinte siglos, sino
de esperar también la segunda venida, la definitiva, y esto es pura escatología.
Tiempo escatológico,
tiempo de incisivas cuestiones, que pueden preocupar (y ocupar) el interés y la
memoria de las personas, incluso de no creyentes religiosos, aunque también
pueda derivarse hoy una tendencia a la trivialización, fruto probable del miedo
y hasta pavor suscitados por el misterio impenetrable de esas realidades que el
ser humano es incapaz de penetrar y que se resiste a aceptar de buen grado. Baste
mencionar todo el amplio panorama estúpidamente festivo y con acentos
comerciales que constituye esa 'fantasmada', en gran parte ridícula, de la
fiesta de Halloween. Es la 'comedia del miedo' la que desarrolla su 'danza
cómico-tétrica' en esa necia celebración.
El tema
escatológico ocupa en la teología un lugar importante. Y ha ejercido una
innegable proyección en el mundo de la cultura. El misterio sobrecogedor que se
abre hacia un futuro post mortem, ha
poblado la imaginación de artistas plásticos, escritores y músicos. Pero no es
nuestra intención entrar en tan intrincadas disquisiciones; quede tarea de
tanta enjundia para el academicismo intelectual. Nos vamos a mover en un plano
más asequible, aunque apuntando hacia lo alto. El inmenso ámbito de la
creatividad artística es el que vamos a surcar, sin intención (ni posibilidad)
de agotarlo. Baste sólo tocar algunos aspectos que nos suscitan interés.
Para comenzar, la representación del sentido último de la vida, el paso al encuentro con Dios Padre o con Jesucristo, Juez supremo, tiene su imagen más antigua en el arte románico y bizantino, con una figura nada 'terrible', aunque sí 'imponente', por el tema en sí y por el lugar donde solía situarse. Es la imagen del Pantocrator, Dios y Señor de la existencia, como Juez supremo, que ocupa el centro de la bóveda de los ábsides en los templos, mediante fascinantes composiciones en mosaico y en frescos de pintura. En España tenemos algunas de las más espléndidas imágenes pintadas, como la de San Clemente, de Tahull, hoy en el museo de Arte de Cataluña.
Pantocrator de San Clemente, de Tahull (Museo de Arte de Cataluña).
Cristo, en actitud mayestática, aparece rodeado de ángeles
y los símbolos de los cuatro evangelistas
La imagen del Pantocrátor, en escultura, es la que preside los tímpanos de las grandes catedrales y abadías románicas, como en el Pórtico de la Gloria compostelano, pero también en otras portadas, como la de la iglesia de San Juan, en Moarves de Ojeda (Palencia).
Cristo Pantocrator (det). Iglesia de San Juan. Moarves de Ojeda (Palencia)
La imponente revelación apocalíptica y sus vicisitudes ha sido representada en figuras sorprendentes,
que desbordan toda fantasía, por los anónimos autores de los Beatos mozárabes
hispánicos, para ilustrar los comentarios del monje del siglo VIII Beato de
Liébana que da nombre a esos códices miniados, sobre el texto del Apocalipsis,
un texto no de terror sino de esperanza, aunque muchos lo ignoren o tergiversen.
Visión del Cordero rodeado de bienventurados y ángeles músicos
(Beato de Valcavado)
En la
Baja Edad Media, sobre todo en los finales
del siglo XIII y todo el XIV, como consecuencia de los terrores despertados por
las epidemias de peste, que asolaron Europa y redujeron drásticamente las
poblaciones de todas las urbes, surgió un movimiento de compulsiva penitencia y
se difundieron entre el pueblo las danzas de la muerte, que destacaban los
aspectos más tétricos de aquel ambiente sumido en el espanto. Más tarde,
en plena eclosión del arte renacentista, el Apocalipsis fue ilustrado por el
genio insuperable de Alberto Durero, en sus grabados sobre las más fascinantes
páginas del mismo libro sagrado. La realidad escatológica se nos muestra en
ambas obras de arte con una intensidad, un valor gráfico y un fascinante poder
expresivo que hacen insoslayable su contemplación e incitan a volver una vez y
otra a mirarlas con asombro.
Alberto Durero: Los jinetes del Apocalipsis cabalgan avasalladores.
(Grabado para el Apocalipsis)
En el mundo
de la pintura se ha logrado, diríamos, la 'creación' (si es que eso se puede decir del hombre) de una obra absolutamente
genial, única, que podemos calificar como el modelo de ese mundo ultramundano: el
inmenso fresco del Juicio Final, pintado por Miguel Ángel Buonarroti para cubrir el enorme
espacio de la pared frontal de
la Capilla
Sixtina, en el Vaticano. Algunas de la escenas de la bóveda de aquel magno
recinto, de la misma mano genial, tienen igualmente claro sentido escatológico.
La Tentación
de Adán y Eva y su expulsión del Paraíso, como la dinámica aterrada del Diluvio
universal, poseen un innegable 'mensaje' que desemboca en la escatología. Pero
es el gran fresco que preside
la
Capilla el que concentra todo un mundo interrelacionado, que
se mueva arrebatada y febrilmente en torno a la figura poderosísima del Cristo, Juez supremo.
El Juicio Final. Det de Cristo Juez y santos. Miguel Angel: Capilla Sixtina. Roma.
En la imponente escena aparecen las imágenes de los santos, que, dominados por el asombro y, diríamos, hasta cierto pavor, pugnan
por mostrar los símbolos de su identidad a modo de 'cédulas' que aseguren su
salvación, en medio de la vorágine suscitada por las trompetas que esgrimen los
ángeles apocalípticos, así como los rostros en parte serenos pero llenos de
ímpetu ascensional de los demás elegidos. Todo ello refleja una pasión y un
temblor que sobrecogen al contemplarlos. Baste, como figura resumen, la imagen de
María,
la Virgen Madre
de Cristo, a su derecha, recogida (¿y 'encogida'?), con la cabeza vuelta hacia
el lado opuesto a su Hijo, con gesto de sorpresa y hasta de cierto temor, para hacernos idea
de lo que el genio florentino quiso mostrar en cuanto a la
'terribilitá' de la inmensa vorágine conclusiva del tiempo terrenal. Es la insuperable plasmación del
"Dies irae".
Imagen de la Virgen en el fresco del Juicio Final. Miguel Ángel.
La
doctrina católica posterior, sobre todo tras el Concilio Vaticano II, ha
subrayado aspectos más amables de la idea del Juicio, con la figura de Cristo
como Juez misericordioso. Pero son innegables los párrafos de los evangelios de
Mateo y Lucas, donde se expone el final del mundo con tintes que inspiran temor. Así se patentiza en las zonas inferiores del gran fresco de la Sixtina. Frente a la
fuerza ascensional de los elegidos, impulsado y atraídos por ángeles algunos de ellos, hallamos el pavor de los rostros de los condenados, a los que los
demonios arrastran y hunden en el inferior mundo espantoso (donde hay que dejar
toda esperanza, según el letrero que Dante coloca sobre la puerta del Infierno). Todo este conjunto de imágenes, que palpitan con dinamismo sobrecogedor, constituye un expresivo tratado de magnitud colosal acerca de las realidades
escatológicas.
Un condenado arrastrado por un demonio. Det del Juicio Final. Migeul Ángel.
En el
periodo barroco la doctrina sobre las ultimidades alcanzó una relevancia
destacada, como exhortación a la conversión, centrándose en aquellas las
realidades. En España tuvimos un artista, el pintor Juan de Valdés Leal, que,
por encargo del fundador del hospital de la Santa Caridad, en Sevilla, don
Miguel de Mañara, dejó dos lienzos sobrecogedores, con una expresiva
representación simbólica de la finitud del tiempo y de todas las grandezas de
este mundo, pinturas que pueden admirarse en el lugar para el que fueron
realizadas, la iglesia de ese hospital. El primero, con el título "In icto oculi" (En un abrir y cerrar de ojos) muestra la
rapidez con que el tiempo arrastra todos los honores de este mundo, saberes,
arte, ciencia.. El segundo, más 'espantable' aún, nos muestra, en los cadáveres
corruptos de un obispo y un noble
caballero, la finitud de las glorias de esta vida, y se titula "Sic transit gloriae mundi"
(Así pasa la gloria del mundo). Pura escatología, terrible fuerza de las
postrimerías: "Todo se pasa",
dirá Santa Teresa de Jesús en su famosa exhortación a confiar definitivamente
sólo en Dios: "Sólo Dios basta".
"In icto oculi". Valdés Leal. Iglesia de la Caridad. Sevilla
"Sic transit gloriae mundi". Valdés Leal.
Iglesia de la Caridad . Sevilla
Para
concluir nuestra visión del mundo de las artes plásticas en relación con la
escatología no podemos omitir el nombre de otro de los grandes genios del siglo
XVI, el llamado 'pintor de lo invisible', Doménico Greco, que concibe una obra
espléndida de neta inspiración escatológica, la indebidamente denominada
'Gloria de Felipe II', cuando el rey
prudente no aparece en este lienzo sino en actitud de rendida adoración. La
denominación real es
"Adoración del
nombre de Jesús", y se inspira en la segunda parte del conocido como
'himno kenótico' de la carta paulina a
los Filipenses:
"Ante el nombre de
Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en el abismo":
Ángeles, santos, el rey más poderoso de la tierra en aquel momento, y los que
se debaten en el tormento del abismo (dentro de las abiertas fauces del dragón)
adoran el anagrama de Cristo (J H S), que centra el rompimiento de gloria de la
mitad superior del lienzo. Aquí se excluyen los aspectos terribles del gran
fresco miguelangelesco para exaltar otros más gratos del supramundo, con
características que abren el ánimo a la esperanza.
Adoración del Nombre de Jesús. El Greco. El Escorial
Así pues,
las artes plásticas, durante muchos siglos, se ponen al servicio de los conceptos
trascendentes para hacer una fuerte llamada hacia esos ignotos ámbitos que
constituyen la materia de la que se ocupa la escatología. Mas no es tan sólo
este campo en el que tan radicales asuntos llenan el mundo de las bellas artes.
Hay otra de ellas, la más 'espiritual' o inmaterial, la música, en la que el
influjo del mundo trascendente ultraterrenal ha dejado huella. Pero
dejemos esto para otra ocasión.