viernes, 14 de diciembre de 2018

NAVIDAD Y MÚSICA


LA NAVIDAD DE AYARRA.

¿Qué es esto?. Acaso, amigo lector, preguntarás: ¿A quién aludes con ese título un tanto enigmático? De la Navidad sabemos bastante, como tema religioso y motivo del arte cristiano, uno de los principales que han movido a los artistas, grandes y medianos, desde casi los primeros siglos, pero, sobre todo, a partir de los periodos bizantino y románico, para alcanzar el cénit en el arte gótico, renacentista y barroco. ¿Qué artista de cierto renombre se ha privado de representar las escenas navideñas en sus esculturas y lienzos? Y también en el supremo arte de la música, desde los cantos gregorianos a los grandes oratorios, Bach sobre todos, han compuesto obras excelentes estimulados por el misterio y el encanto del mensaje navideño, la encarnación del Verbo de Dios y su nacimiento como hombre, niño hijo de María Virgen. Pero, ¿quién es ese Ayarra, como para ocuparse de él en estas fechas entrañables?. En síntesis, digamos que una personalidad sobresaliente, como persona y como músico, un artista aragonés de origen, pero sevillano de adopción, del que henos disfrutado casi cincuenta años como maestro del supremo arte musical del supremo instrumento que es el órgano, y que hemos perdido en el presente año. De él y de su peculiar manera de ilustrar musicalmente la Navidad quiero ocuparme hoy, después de mese de silencio.

                                                                           

José Enrique Ayarra ante el teclado del órgano catedral de Sevilla
                                                          
José Enrique Ayarra Jarne, recio aragonés natural de Jaca, sacerdote, canónigo y organista titular del Cabildo Metropolitano Hispalense desde 1961, como también del magnífico órgano del Hospital de los Venerables, de cuya instalación por el gran organero alemán Grenzing fue responsable, este ilustre clérigo y genial músico, nos dejó la víspera del día de su santo, el 18 de marzo pasado. Con él desaparece una de las máximas figuras interpretativas internacionales del instrumento 'emperador', cuyos registros y secretos dominó a la perfección. 

Ayarra fué niño prodigio en su tierra, que dio su primer recital de piano con cinco años y obtuvo el título de profesor de piano con sólo 11 años.Instrumentista de órgano destacado, dio infinidad de conciertos en más de 70 países. Fue también catedrático de órgano del Conservatorio Superior de Música de Sevilla, y, además, un incansable promotor de la difusión de esta música sublime y de la restauración de numerosos órganos históricos en España. Y grabó en CDs la obra más destacada, "Facultad orgánica", del insigne compositor sevillano de órgano e instrumentista del mismo en las catedrales de Sevilla, Jaén y Segovia, Francisco Correa de Arauxo (Sevilla,1584-Segovia, 1654). Como también grabó otro CD con música del Barroco y autores contemporáneos, Manuel Castillo.

















Dos grabaciones de José E. Ayarra: Correa de Arauxo y música barroca  

Pero estos aspectos son basante conocidos entre los devotos aficionados al más grandioso instrumento de cuantos existen,  el órgano, una orquesta en pleno desde sus tubos, por lo que no es mi intención extenderme en una biografía, sino glosar recuerdos menos difundidos de este insigne músico, del que pude disfrutar de una cordial amistad, desde los comienzos de su estancia en Sevilla, allá por los lejanos años 60 del pasado siglo, en que ejerció también como coadjutor de la parroquia de San Vicente Mártir. Mi remembranza de su figura va inolvidablemente vinculada a los ciclos de órgano montados por su iniciativa en los tiempos previos a los dos periodos mayores del calendario cristiano, Adviento-Navidad y Cuaresma-Pascua, en los que pudimos disfrutar del arte de los más ilustres organistas mundiales, él incluido. Pero, además, su recuerdo está unido estrechamente a las celebraciones litúrgicas de la catedral hispalense, y sobre todo, por su especial encanto, en los días grandes del tiempo navideño.


Adoración de Jesús por María y José
(Det. central del retablo catedral de Sevilla. s. XVI)

Como es norma en la liturgia catedralicia, las  misas capitulares de las fiestas navideñas: Natividad del Señor, Año Nuevo y Reyes, con los domingos intermedios, a las que asistí muchos años, tuvieron un sello de especial significado, gracias a la prodigiosa capacidad interpretativa y dotes de genial improvisador que concurrían en el P. Ayarra. La solemnidad de tales celebraciones se mantendrá, como es tradicional en el magno templo mayor de Sevilla. Pero, junto a esta grandeza celebrativa, sospecho y lamento que, posiblemente, no tendrán el sello intimista, popular y graciosamente encantador, como la visión de un hermoso Belén o 'Nacimiento', de tan tradicional presencia en hogares y templos cristianos. Esta impresión lograba Don José Enrique con su peculiar modo de acompañar el canto coral de las Horas canónicas, en especial las Laudes, que preceden a la celebración eucarística.

La sorpresa experimentada, al percibir la primera vez este delicioso detalle que voy a referir, me animó a conservar el recuerdo, gracias a la grabación, en un sencillo aparato de casette, algo que ahora conservo como una joya de valor impagable. Esta experiencia es la que me ha movido a evocar, con los términos del título, la actuación del ilustre organista, que para mí constituyó siempre un acontecimiento vinculado al enternecedor clima navideño.


El anuncio del ángel a los pastores de Belén

La eucaristía de cada día, va precedida, en los templos que cuentan con un cabildo, de la recitación o canto de los oficios de Lectura (los antiguos Maitines) y Laudes. En éstos últimos se alterna el canto de los versículos con breves interludios del órgano, a modo de adornos. Es aquí donde la soltura y genio impovisatorio del P. Ayarra, ponía un especial 'toque' de gracia navideña, como el paisaje de un Belén repleto de pastores camino del Portal, donde la Sagrada Familia esperaba sus sencillos regalos.

¿En qué consistía la actuación musical del organista capitular? Sorprendente: entre el pausado canto de cada versículo de los salmos por canónigos y coro, este fiel asistente a la celebración se encontró captado por un sonido que traía ecos y señales de montañas de corcho, caminos de serrín transitados por pastores y pastoras con sus frutas, corderos, gallinas o panes, camino del Portal, para dejar a los pies del Niño contemplado por los místicos ojos de María y José. Pero muchos de esos pastores llevaban también flautas, tamboriles y zambombas para cantar al recién nacido cánticos deliciosos que en los hogares cristianos cantábamos padres e hijos ante el Belén familiar: ¡Los villancicos!; una delicia entrañable, de gran variedad y estilo. 


Pues bien, esos cánticos de feliz y tierna evocación... ¡sonaban en el magno instrumento catedral sevillano, tañido por las manos geniales del canónigo organista!. No llegaba a interpretar el villancico entero, el tiempo era breve, pero los acordes propios del estribillo eran hábil y rápidamente desgranados, entre verso y verso de cada salmo: "Belén, campanas de Belén..", "Dime, Niño, de quien eres..", "La Virgen está lavando.."... Los más populares villancicos se hacían presentes en los tubos del órgano e imprimían al canto coral una frescura y gracia únicas. ¡Qué maravilla, Señor! Cuántos años me acerqué al coro catedralicio, al terminar la celebración, para felicitar y dar las gracias a Don José Enrique por el regalo que nos había hecho.

Pero no quiero terminar este recuerdo sin otra evocación navideña del gran organista, que tuvo un original detalle en el día primero de año, fiesta de Santa María, Madre de Dios. Al final de la celebración litúrgica suelen acostumbrar los organistas a interpretar alguna solemne y brillante obra, como cierre de la festividad. Ayarra lo hacía siempre y los asistentes esperábamos para disfrutar sus espléndidas actuaciones, que eran aplaudidas con entusiasmo. Las insignes obras de Bach, Haendel, Cesar Frank y otros grandes compositores encandilaban a los asistentes, como un postre exquisito.

Mas aquel año, tal vez el de 2003, mientras los celebrantes se retiraban del altar mayor, fuimos literalmente 'arrebatados' por los impresionantes acorde de los dos grandes órganos, que sonaban, digamos, ¡a toda pastilla!, con los vibrantes acordes, ¿de qué?...: ¡De la marcha Radezki!, la que marca el final del concierto de Año Nuevo en Viena. Fue algo sobrecogedor escuchar, gracias al vigor interpretativo del P. Ayarra, cómo el órgano nos regalaba esta obra de fama mundial con una grandiosidad y brillo que ya quisieran haber podido escuchar los maestros de la Filarmónica vienesa. Ni que decir tiene que los aplausos, al final de esta soberbia interpretación, sonaron largos y entusiastas.

concierto de mozart en la goldener saal de viena

Sala dorada. Musikverein de Viena

¡Navidad de Ayarra!: Ternura popular y brillante esplendidez ante y desde el gran instrumento catedralicio sevillano, para devoción y delicia de fieles e incluso turistas, gracias a unas manos y corazón de músico insuperable. Su recuerdo permanecerá inalterable en mi memoria, con gratitud y emoción de aficionado y amigo. Que el Señor le conceda gloria para seguir encantando a santos y ángeles en los órganos del cielo. Amén.



Órgano de la catedral de Sevilla 

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sábado, 5 de mayo de 2018

FLORES DE PRIMAVERA


LA PRIMAVERA HA VENIDO


Ahí están, un año más. Puntuales, precisos (y preciosos en su polícroma belleza), los lirios: blancos, morados ¡y amarillos! (jamás vistos hasta hace tres o cuatro años en el monasterio de Las Escalonias). Ahí se yerguen en lo alto de su tallo esbelto, que apuntan otros más, no muchos. No es sorpresivo, porque siempre se esperan, los espero.


Este año un poco más tarde: el frío y las lluvias persistentes han retrasado algo su floración, pero, en cuanto se ha suavizado la temperatura, tras la eclosión de las puntiagudas hojas, como espadas de doble filo, han aparecido esos tallos con su radiante mensaje primaveral en lo alto, que ha abierto la sencillez sublime de sus flotantes pétalos, que encierran la increíble finura de sus jaspeados dibujos interiores, casi ocultos por los dobleces de las suaves hojas en el arranque del verde cáliz. Un prodigio de belleza que no puede menos de remitir y evocar el poder del Creador, porque no se ha dado al ser humano, ni a un oculto y extraño germen la cualidad de acumular tal grado de hermosura.



Un año más, la creación, de la mano de su Hacedor, se hace presente entre el verdear de otras macetas, de las cuales irán apareciendo sus coloridas flores, como ya lo están esos maravillosos geranios pelargonios de flor con un rojo de vino tinto oscuro bordeada de blanco.


Tiempo de resurrección, como canta un himno pascual de Laudes: "La bella flor que en el suelo/ plantada, se vio marchita,/ ya torna, ya resucita,/ ya su olor inunda el cielo...". Estos lirios, extraídos de lugares que evocan recuerdos memorables: los blancos, un jardín sevillano; los morados, la subida al que fue Desierto del Calvario, cercano a Beas de Segura, primer destino andaluz de San Juan de la Cruz; los amarillos, el monasterio trapense de Escalonias y su campestre entorno propiciador del silencio. Todos ellos ponen su delicado mensaje, como expresión de una realidad que, de puro inesperada, se nos hace incomprensible. Y, sin embargo, ahí está, sutil, misteriosa, 'escurridiza', pero real.



Lirios primaverales, pregoneros de la estación que fascinó a los antiguos y renacentistas, antes de que comiencen a florecer los geranios con su múltiple policromía. Primero, blancos, mensajeros de un devenir que se renueva incesantemente, preludio de otros, de profundo color morado, como los que adornan el monte de los pasos de Crucificados que desfilaron en Semana Santa, escoltados por negros capirotes. Y, finalmente, amarillos, de un color radiante, pleno, figura de la luz del sol.



Mensaje de Resurrección, de triunfo de la vida sobre la muerte, del gozo sobre el dolor, aunque, en este caso invertidos en el orden existencial: primero el blanco y después el austero morado de los otros, que ya apuntan sobre la gráciles varas, mientras contemplo cómo los blancos, en pocos días, se van marchitando; destino que aguarda a los que florecerán seguidamente  y a esos radiantes amarillos, que aparecen en último lugar. Aparecer, lucir brevemente, pocos días, y marchitarse: Triste realidad de la naturaleza feneciente, imagen del fenecer de nosotros mismos, pues no escapamos los humanos a la ley del vivir para morir, que afecta a todas las criaturas vivientes. Por ello, la fascinación que suscita su belleza no puede convertirse en soporte de la existencia. ¿Qué es lo que perdura, definitivo, lo fiables? Los creyentes nos dirigirán a Dios, sin embargo tan imperceptible, inasible, tan oculto en la inmensidad de su misterio, aunque durante un breve tiempo se hiciera presente, para marcharse "al inmortal seguro", como dice el poeta, y dejarnos sumidos en la sombra de los símbolos. Nuestra fe nos remite a un horizonte escatológico, de un futuro que debería suscitar esperanza, pero que llega a agotar la paciencia del esperante.... Pero no nos deslicemos a la consideración filosófica, y más de signo pesimista. Baste ahora detenernos en esta realidad bellamente fugaz, como la luz de la nueva primavera está destinada a pasar hacia el tórrido calor veraniego que agostará el frágil brillo de las flores.



Aunque, antes de despedirme, deseo aludir a otra flor, no por su condición primaveral, ya que se la puede encontrar en pleno invierno, sino por el mensaje luminoso que fulge en sus bellísimos pétalos de variedad colorida realmente incontable. Es el pensamiento, una flor de estructura muy sencilla, cinco pétalos, tres de tamaño algo mayor que aparecen como opuestos a dos algo más pequeños.



Y el color tampoco es uniforme; los tres mayores lucen un color en su zona central, rodeada de otro que lo circunda, mientras que los dos menores tienden a mostrar un color que cubre todo el pétalo y suele ser de la misma tonalidad de la que tiene el centro de los pétalos mayores. Pero esto no permite hacerse idea de la variedad del colorido de estas flores, que no lucen un color uniforme, sino que muestran unos jaspeados y caprichosos cambios que causan asombro.


Tal ves sea la flor con mayor diversidad en el color de sus pétalos de tacto aterciopelado y de una luminosidad realmente asombrosa. Son flores que se utilizan para cubrir macizos ajardinados en la vía pública por la enorme variedad de sus colores, aunque la vida de la planta es muy efímera y no puede guardarse en maceta. Más que estrujar el magín intentando una descripción veraz, basta mostrar alguna de estas flores de increíble belleza, que nos remiten sin duda a la maestría del Autor de tales prodigios.



Pensamientos, flores que acaso tengan este nombre alusivo a la inabarcable variedad de las ideas que destila la fantasía e imaginación de la mente humana y a las múltiples facetas de las mismas. Mensaje de perenne primavera en cualquier espacio en que se las encuentre.  


sábado, 6 de enero de 2018

MANIPULACIONES NAVIDEÑAS

Los Reyes Magos

Tal vez sea la Navidad, su contenido, acontecimientos y personajes, la realidad que más aviesa y torcidamente se ha manipulado de cuantas nos ofrece la tradición cristiana. También la Semana Santa, aunque menos, tan abrumador y dramático es su contenido. Lo que se ha hecho en este último caso es prescindir sin más de todo ello y convertirla en una oportunidad para escapar hacia horizontes totalmente extraños, que ofrecen perspectivas, digamos 'mundanales', divertidas, ajenas a cualquier significado religioso-espiritual: o bien se toma el lado 'cultural' de la celebración como expresión histórica de una realidad (la fe en la Redención) que se estima superada y de la que sólo quedan las apariencias de un tipismo de tintes 'folklóricos'.

La Navidad es otra cosa (peor). El proceso de su desvirtuación y transculturación es mucho más integral, dado que los matices que esta festividad nos ofrece son muy diverso y ricos en significado, pero todos con un evidente contenido sacral, religioso y más precisamente, cristiano, una realidad que pugna y choca con el sentido mundano, desacralizado de la vida actual. La herencia festiva se ha mantenido porque está enraizada en el subconsciente de la civilización y del hombre occidental, pero se ha ido desvinculando de su origen sagrado y desviando hacia una manera de tener unas vacaciones lo más divertidas posible en lugares muy alejados y extraños con los entornos vinculados a la Navidad en su significado cristiano. En ésta, como en ninguna otra, se ha dado el trastocamiento integral de la festividad, que ha pasado a un significado de tinte absolutamente profano, salvo un aspecto muy peculiar: la costumbre de hacerse regalos, mantenida por su cualidad de contraprestación o intercambio, pero vinculada a eventos carentes de significado religioso (la Navidad como simple ocasión festiva, el año nuevo, o la aparición creciente del 'fenómeno' anglosajón y nórdico de Papá Noel, también propicio para la trivialización de esa imagen de 'abuelo generoso').

Pero quiero incidir, sobre todo, en un aspecto de la Navidad que ha sido objeto de la más redomada manipulación, desvalorización y trivialización. Es el tema de los Reyes Magos, que, en realidad, se comienza a desfigurar con la asignación de la condición regia a aquellos sabios, cualidad que no tiene el menor apoyo bíblico. 


Este acontecimiento, de gran profundidad cristológica y ámbito universal, con el que culmina el ciclo litúrgico de Navidad, se ha desvirtuado de tal manera que no hay quien lo conozca. Reducido desde muy antiguo a su dimensión de regalos, basándose en los obsequios ofrecidos por los magos al Niño Dios, con el triple significado que les hemos añadido, como Rey (oro), Dios (incienso) y Redentor, sufriente (mirra), adquirió un tinte algo sensiblero, infantiloide, o bien de obsequiosidad entre adultos. Así ha permanecido largos años, mezclado con temas de fantasía en las clásicas cabalgatas, aunque sin perder del todo su significado 'epifánico' en el mundo cristiano. 



Pero la invasión creciente de una mundanidad carente de la menor visión trascendente de cualquier realidad, que desvirtúa todo signo religioso hasta extremos que bien pueden considerarse insultantes, como los influjos recientemente recibidos de la malintencionada ideología de género y el falso feminismo rampante, todo ello ha acabado por desfigurar este hecho bellísimo, de calidad y dimensiones propias de un humanismo 'sobrehumano', si cabe el contraste.


En el acontecimiento de la 'aventura' de aquellos sabios, posiblemente mesopotámicos, que se sienten sorprendidos por un fenómeno astral impredecible y fuera de lo normal (la aparición de la estrella, sin entrar en modernas y eruditas interpretaciones astronómicas), y en la decisión de buscar a qué signo extraordinario puede corresponder tal hecho e intuir que hay una Alguien muy significativo, así como en su comportamiento al llegar a Jerusalén; en todo este conjunto de circunstancias aparece, como fenómeno humano predominante, la capacidad del hombre que honestamente cree en la existencia de la verdad y decide poner en juego sus recursos intelectuales y existenciales en esa apasionada búsqueda.


El camino hacia Jerusalén

Estos magos orientales ofrecen una imagen, una personalidad del mayor interés humano: son sabios pero reconocen que hay hechos que superan su saber, por tanto hay en ellos una sencillez que encaja perfectamente en la figura de persona que será objeto de alabanza por parte de Jesús en su jubiloso 'himno mesiánico': "Gracias de doy, Padre, Señor del cielo y de la tierra porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendido y se las has revelado a la gente sencilla" (Mt 11, 25) Estos magos son en el fondo gente sencilla, que no se ha engreído con y en su saber científico, y son capaces de ponerse a hacer un camino lleno de misterio e incertidumbre, pero que les lleva a un lugar donde creen que encontrarán un valor supremo, definitivo, que puede dar sentido absoluto a sus vidas. Y buscan, y preguntan humilde, sencillamente, cuando las cosas se les ponen difíciles. La última aparición de la estrella, una vez que se encaminan a Belén, es el 'premio' del "Dios desconocido", pero intuido, por su perseverancia. ¡Qué enorme contraste ofrecen estos sabios sinceros con los 'entendidos' doctores de la ley mosaica, que saben dar a los magos la orientación exacta según su saber, pero no mueven un dedo para seguir la 'llamada' que impulsa a aquellos hombre de ciencia de fe! Y no digamos Herodes el Grande, que procede con la astucia perversa del tirano aterrorizado ante un posible rey de superior grado.


La adoración de los Magos. Retablo del Monasterio de El Paular (Rascafría). s. XV.

¿Qué queda de esta formidable y sorprendente imagen mesiánica, que rebasa con mucho los límites del cerrado, estrecho y particularista mesianismo judaico de fariseos y saduceos para adquirir dimensión universal?; ¿qué queda en las ingenuas, y a menudo chocarreras figuras de tanto dibujillo humorístico y cabalgata donde se mezclan Reyes y Reinas Mag@s, para contentar, no ya a niños (que todavía puede aceptarse como expresión de pasajera 'inocencia' e ingenuidad infantil), sino a la desquiciada mentalidad de adultos poseídos de un odio y desprecio insuperables hacia todo lo que huela a sentido trascendente de la existencia? Y estos mendaces sujetos son, los que, a menudo, ocupan puestos de responsabilidad pública y organizan esos desfiles donde ha desaparecido el verdadero significado de tal acontecimiento.