CANDELARIA (dos de febrero
Un breve alto en el camino del arte para ocuparme de la
festividad de hoy, 2 de febrero, una fiesta de muy antigua raigambre, que se
remonta a los primeros años del cristianismo, que se sigua celebrando con gran
solemnidad en las iglesias cristianas orientales, y menos, reducida al ámbito
litúrgico y devocional, en el Occidente descristianizado que sufrimos.
Nuestra Señora de la Candelaria , Presentación del Señor. Fiesta de las
candelas, que se encienden con místico significado para una procesión que
simboliza la llegada de la luz para ahuyentar las tinieblas, "Luz para alumbrar a las naciones",
como dijo en su himno el anciano Simeón. Fiesta de la Presentación del Niño
Jesús en el templo por parte de sus padres, a los cuarenta días de su nacimiento,
según prescribía la ley de Moisés, que María y José cumplieron cuidadosamente,
como fieles seguidores de su religión. Y, al mismo tiempo, se cumplía el rito
de la purificación de la madre, en este caso María, que salía así del estado de
impureza legal, que el embarazo y parto suponían para toda mujer judía. Es el
acontecimiento en el que se encuentran el Niño Jesús en brazos de su Madre y
los ancianos Simeón y Ana, fieles israelitas que esperaban la revelación del
Redentor. En dicho encuentro se simboliza el ocaso de la ley antigua y la
llegada de la nueva Alianza, la luz definitiva para el mundo, que es Cristo
Jesús. Con dimensión cósmica se simboliza el encuentro de la luz de la nueve
vida con el caos tenebroso del paganismo que tenía su expresión más desquiciada
en le paganismo tardorromano, del que persistieron algunas costumbres hasta
bien entrada la era cristiana, hacia el siglo IV.
En la liturgia ha quedado el sello de este encuentro en el
himno que se reza diariamente en el Oficio de Completas, el "Nunc dimitis", del anciano
Simeón, al tomar en sus brazos al Niño Jesús: "Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en
paz, pues mis ojos han contemplado a tu Salvador, luz para iluminar a las
naciones y gloria de tu pueblo Israel" (es muy simbólico que el canto
del anciano israelita cierre, concluya -completas- la oración diaria de la Iglesia ).
"Encuentro de la
luz con el caos" es el título de una espléndida reflexión escrita por
el cardenal Ratzinger, después papa Benedicto XVI. Su magistral conocimiento de
la cultura antogua y moderna y su hondo sentido teológico le permiten componer
un texto de profundo significado, que hoy mismo nos podemos aplicar, pues ¿no
nos hallamos en el peligroso declive cultural de una civilización que intenta
restaurar ancestrales costumbres infrahumanas y desquiciadas, que llevaron a
aquel mundo a la ruina, con deseo de borrar la huella cristiana de la Luz de Jesucristo, que lo sacó
de aquel hundimiento? No me cabe duda.
Esta fiesta ha sido considerada popularmente, durante muchos
años, como una fiesta de la
Virgen -la
Purificación-. Ha sido la nueva liturgia
derivada del Concilio Vaticano II, la que ha puesto de relieve la precedencia
de la Presentación
del Niño sobre la referencia mariana. Pero aún perdura en muchos pueblos de
España el sentido mariano antiguo -la
Virgen de la
Candelaria- y se celebra con mucho regocijo y procesión de la Virgen.
Pero la belleza de esta fiesta de tintes entrañables, con la
que definitivamente culmina y cierra el ciclo navideño, ha tenido honda
repercusión, no sólo en la hermosa liturgia de la procesión de las candelas,
tal como todavía puede contemplarse en los templos catedralicios, como el de
Sevilla, donde su Cabildo, revestidos los canónigos de capas pluviales y con gruesos
cirios en las manos, recorren las inmensas naves de aquella monumental catedral
para concluir en el presbiterio ante el impresionante retablo mayor, que
contiene, entre otras escenas, la que da origen a esta fiesta.
En el arte cristiano el momento del encuentro del anciano
Simeón con Jesús niño y sus padres ha sido uno de los temas de infinidad de
artistas, pintores y escultores, y figura, como hemos citado en Sevilla, en los
retablos que historian la vida de Jesús. Sirva como ejemplo la pintura de fray
Angélico que representa la escena en un magnifico encuadre arquitectónico.
Pero también en la literatura encontramos un ejemplo
bellísimo, del que es autor el más fino y delicado de nuestros poetas de la Generación del 27,
Gerardo Diego. En su obra "Versos
divinos" glosa varios pasajes de la Navidad , como tiene un extraordinario "Vía Crucis" en clásico verso
romance. Entre sus poesías de tema navideño, se encuentra la "Glosa de la Purificación ",
dedicada esta fiesta, en la que prevalece el carácter mariano, pero con la
natural presencia del Niño:
"En el templo entra María,
más que nunca pura y blanca.
Luces del mármol arranca,
reflejos al oro envía.
Va el Cordero entre la nieve,
nevando a puro cariño
este blanco vellón leve.
Las dos tórtolas que ofrece
ya vuelan y ya se posan.
Ana y Simeón rebosan
gozo del tiempo que crece,
que estalla, que está. No hubo
quien viendo al blanco alhelí
dijera -por ti, por mí-
que al hielo esta noche estuvo.
quiere tornarse aún más pura.
Y Jesús, de su blancura,
le baña frente y mejilla.
Tanto porfió que anduvo
cándido el aire de plumas.
Tanto amor tuvo de espumas,
tanta sed de nieve tuvo.
Ya ha cesado la nevada.
Y el Niño, tan blanco, blanco,
oye que va a ser el blanco
de contradicción, la espada,
ay, para su Madre, y mueve
hacia ella sus ojuelos,
regalando desconsuelos
como si él no fuera nieve."
La ternura y el cariño que reflejan estos versos, nos dan un
testimonio de sublime veneración, tanto hacia el Niño como a la Madre.
Mas no sólo en las artes plásticas y la poesía ha dejado su
huella el acontecimiento y escena de la Presentación y Purificación. También en la
música. Y aquí no tenemos composición más excelsa, rebosante de unción, de
candor y delicadeza, que la cantata BWV 82, del gran cantor de Dios, Juan
Sebastián Bach. La compuso para ser interpretada en la celebración de este día
y podemos decir que tal vez sea ésta la cantata más delicada, exquisita y
'sobrenatural' de las muchas compuestas por el gran maestro. Es una obra para
barítono solo, con acompañamiento de una reducida orquesta en lña que destaca,
como instrumento acompañante fundamental, el delicioso oboe d'amore, de
tonalidad y acentos sublimes. Las
versiones son numerosas, pero posiblemente la que ha conseguido mayor y mejor
nivel interpretativo sea la dirigida por Karl Richter a su orquesta Bach de
Munich, acompañando la voz privilegiada del barítono-bajo, en opinión de esta
bloggero, más insuperable del siglo XX, Dietrich Fischer-Dieskau. Quien sea
aficionado a la música bachiana y pueda hacerse con esta versión me dará su
conformaidad respecto a mi preferencia. Es una obra en la que la figura del
anciano Simeón canta su ansia del ver al Salvador y su felicidad al haberlo
encontrado. Suprema experiencia, que llena el espíritu hasta rebosar de
plenitud serenante y apaciduamiento.
"Ahora, Señor,
puedes llevarte a tu siervo en paz. He visto a tu Salvador en brazos de la más
pura madre-virgen, Luz y Estrella de la Redención del género humano"