jueves, 2 de febrero de 2017

FIESTA DE LAS CANDELAS

CANDELARIA  (dos de febrero




Un breve alto en el camino del arte para ocuparme de la festividad de hoy, 2 de febrero, una fiesta de muy antigua raigambre, que se remonta a los primeros años del cristianismo, que se sigua celebrando con gran solemnidad en las iglesias cristianas orientales, y menos, reducida al ámbito litúrgico y devocional, en el Occidente descristianizado que sufrimos.

Nuestra Señora de la Candelaria, Presentación del Señor. Fiesta de las candelas, que se encienden con místico significado para una procesión que simboliza la llegada de la luz para ahuyentar las tinieblas, "Luz para alumbrar a las naciones", como dijo en su himno el anciano Simeón. Fiesta de la Presentación del Niño Jesús en el templo por parte de sus padres, a los cuarenta días de su nacimiento, según prescribía la ley de Moisés, que María y José cumplieron cuidadosamente, como fieles seguidores de su religión. Y, al mismo tiempo, se cumplía el rito de la purificación de la madre, en este caso María, que salía así del estado de impureza legal, que el embarazo y parto suponían para toda mujer judía. Es el acontecimiento en el que se encuentran el Niño Jesús en brazos de su Madre y los ancianos Simeón y Ana, fieles israelitas que esperaban la revelación del Redentor. En dicho encuentro se simboliza el ocaso de la ley antigua y la llegada de la nueva Alianza, la luz definitiva para el mundo, que es Cristo Jesús. Con dimensión cósmica se simboliza el encuentro de la luz de la nueve vida con el caos tenebroso del paganismo que tenía su expresión más desquiciada en le paganismo tardorromano, del que persistieron algunas costumbres hasta bien entrada la era cristiana, hacia el siglo IV.



En la liturgia ha quedado el sello de este encuentro en el himno que se reza diariamente en el Oficio de Completas, el "Nunc dimitis", del anciano Simeón, al tomar en sus brazos al Niño Jesús: "Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, pues mis ojos han contemplado a tu Salvador, luz para iluminar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel" (es muy simbólico que el canto del anciano israelita cierre, concluya -completas- la oración diaria de la Iglesia).

"Encuentro de la luz con el caos" es el título de una espléndida reflexión escrita por el cardenal Ratzinger, después papa Benedicto XVI. Su magistral conocimiento de la cultura antogua y moderna y su hondo sentido teológico le permiten componer un texto de profundo significado, que hoy mismo nos podemos aplicar, pues ¿no nos hallamos en el peligroso declive cultural de una civilización que intenta restaurar ancestrales costumbres infrahumanas y desquiciadas, que llevaron a aquel mundo a la ruina, con deseo de borrar la huella cristiana de la Luz de Jesucristo, que lo sacó de aquel hundimiento? No me cabe duda.



Esta fiesta ha sido considerada popularmente, durante muchos años, como una fiesta de la Virgen -la Purificación-. Ha sido la nueva liturgia derivada del Concilio Vaticano II, la que ha puesto de relieve la precedencia de la Presentación del Niño sobre la referencia mariana. Pero aún perdura en muchos pueblos de España el sentido mariano antiguo -la Virgen de la Candelaria- y se celebra con mucho regocijo y procesión de la Virgen.
  
Pero la belleza de esta fiesta de tintes entrañables, con la que definitivamente culmina y cierra el ciclo navideño, ha tenido honda repercusión, no sólo en la hermosa liturgia de la procesión de las candelas, tal como todavía puede contemplarse en los templos catedralicios, como el de Sevilla, donde su Cabildo, revestidos los canónigos de capas pluviales y con gruesos cirios en las manos, recorren las inmensas naves de aquella monumental catedral para concluir en el presbiterio ante el impresionante retablo mayor, que contiene, entre otras escenas, la que da origen a esta fiesta.




En el arte cristiano el momento del encuentro del anciano Simeón con Jesús niño y sus padres ha sido uno de los temas de infinidad de artistas, pintores y escultores, y figura, como hemos citado en Sevilla, en los retablos que historian la vida de Jesús. Sirva como ejemplo la pintura de fray Angélico que representa la escena en un magnifico encuadre arquitectónico.

Pero también en la literatura encontramos un ejemplo bellísimo, del que es autor el más fino y delicado de nuestros poetas de la Generación del 27, Gerardo Diego. En su obra "Versos divinos" glosa varios pasajes de la Navidad, como tiene un extraordinario "Vía Crucis" en clásico verso romance. Entre sus poesías de tema navideño, se encuentra la "Glosa de la Purificación", dedicada esta fiesta, en la que prevalece el carácter mariano, pero con la natural presencia del Niño:



"En el templo entra María,
más que nunca pura y blanca.
Luces del mármol arranca,
reflejos al oro envía.

Va el Cordero entre la nieve,
la Virgen nevando al Niño,
nevando a puro cariño
este blanco vellón leve.




Las dos tórtolas que ofrece
ya vuelan y ya se posan.
Ana y Simeón rebosan
gozo del tiempo que crece,

que estalla, que está. No hubo
quien viendo al blanco alhelí
dijera -por ti, por mí-
que al hielo esta noche estuvo.

La Pureza -oh maravilla-
quiere tornarse aún más pura.
Y Jesús, de su blancura,
le baña frente y mejilla.

Tanto porfió que anduvo
cándido el aire de plumas.
Tanto amor tuvo de espumas,
tanta sed de nieve tuvo.
Ya ha cesado la nevada.
Y el Niño, tan blanco, blanco,
oye que va a ser el blanco
de contradicción, la espada,

ay, para su Madre, y mueve
hacia ella sus ojuelos,
regalando desconsuelos
como si él no fuera nieve."

La ternura y el cariño que reflejan estos versos, nos dan un testimonio de sublime veneración, tanto hacia el Niño como a la Madre.



Mas no sólo en las artes plásticas y la poesía ha dejado su huella el acontecimiento y escena de la Presentación y Purificación. También en la música. Y aquí no tenemos composición más excelsa, rebosante de unción, de candor y delicadeza, que la cantata BWV 82, del gran cantor de Dios, Juan Sebastián Bach. La compuso para ser interpretada en la celebración de este día y podemos decir que tal vez sea ésta la cantata más delicada, exquisita y 'sobrenatural' de las muchas compuestas por el gran maestro. Es una obra para barítono solo, con acompañamiento de una reducida orquesta en lña que destaca, como instrumento acompañante fundamental, el delicioso oboe d'amore, de tonalidad y acentos sublimes.  Las versiones son numerosas, pero posiblemente la que ha conseguido mayor y mejor nivel interpretativo sea la dirigida por Karl Richter a su orquesta Bach de Munich, acompañando la voz privilegiada del barítono-bajo, en opinión de esta bloggero, más insuperable del siglo XX, Dietrich Fischer-Dieskau. Quien sea aficionado a la música bachiana y pueda hacerse con esta versión me dará su conformaidad respecto a mi preferencia. Es una obra en la que la figura del anciano Simeón canta su ansia del ver al Salvador y su felicidad al haberlo encontrado. Suprema experiencia, que llena el espíritu hasta rebosar de plenitud serenante y apaciduamiento.
"Ahora, Señor, puedes llevarte a tu siervo en paz. He visto a tu Salvador en brazos de la más pura madre-virgen, Luz y Estrella de la Redención del género humano"