jueves, 6 de febrero de 2020

MÚSICA Y TRAGEDIA CÓSMICO-HUMANA


MAHLER,UNA VEZ MÁS

Sí, una vez más, y otra y otra. Y debo aclarar esta afirmación categórica. Tengo archivados unos cuantos escritos sobre Mahler, su música y el singular significado de raíz psicológica y existencial de esa música. Ninguno de esos escritos se ha asomado a este blog, como hoy lo hago con el más reciente. La tal abundancia de referencias se debe a que Mahler es inagotable en su riqueza y amplitud expresiva. 

Ahora estoy en su 6ª, la sinfonía trágica, en retransmitido concierto de la Orquesta Nacional de España en un domingo de febrero, que me despierta no sólo sensaciones sino 'ocurrencias', reflexiones. Esta sexta sinfonía, con la, para mí, inevitable referencia al mundo trascendente -como, por ejemplo, el de los salmos-, tiene rasgos de absoluteidad inabarcable, un ámbito donde resuena la Voz, la Suprema, que nos llega desde un Más Allá enigmático, incógnito y rebosante de misterio. Y ofrece tales resonancia junto a las mucho más evidentes del dolor y el drama del ser humano. Pues la delirante música -si exceptuamos el sublime adagio- evoca de modo velado a aquel mundo trascendente y su misteriosa inmensidad densa, inefable, y, al mismo tiempo, terrorífica, abrumadora, aplastante, admitámoslo hasta que podamos verla cara a cara y no en este espejo empañado y manchado que es el mundo que se nos ha dado a vivir. 

A este asombroso y contradictorio mundo le va  como anillo al dedo la música de Mahler. Este visionario iluminado, al que se le concedió explorar los más innumerables y diversos ámbitos existenciales, tanto cósmicos como humanos, excelsos y espantosos en sus más diferentes e imprevisibles niveles, este inventor de inusuales sonoridades es un ser privilegiado, que nos ha ofrecido en su música la expresión más acabada que conozco de la tragedia de la Creación y la Humanidad (acaba de concluir, con su característico  y tremendo mazazo final, esta sinfonía, en una versión espléndida, y nos ilustra el locutor de la enorme cantidad de músicos que integra hoy la plantilla de intérpretes, -más de cien, con, por ejemplo, ocho trompas, diez contrabajos y una reduplicación pasmosa de todos los instrumentos, algo que sólo se da para la música de Mahler).

Estaba expresando la impresión de esta sinfonía y la excepcional genialidad creativa de este compositor, que, decía, ha explorado y hasta 'buceado', los más insospechados ámbitos existenciales del individuo y la humanidad global. La Creación, el Cosmos y, sobre todo, la enorme, misteriosa e inabarcable magnitud de la realidad humana, que, tal vez en Mahler como en ningún otro artista, ha sido 'exprimida' de modo tan absoluto. Se me ocurren dos nombres de cimas supremas del genio humano, cuya insuperable creatividad puede ponerse al lado de este músico, si nos referimos al aspecto de la expresividad del mundo humano. Son Dante y Miguel Ángel. Los dos genios florentinos nos conducen, mediante sus obras máximas -en Dante, la Divina Comedia, pero en el genio del espacio y la plástica hay que contemplar toda su inmensa obra escultórica, arquitectónica y pictórica-. La potencia, el empuje expresivo, la riqueza de matices humanos detectados, explorados y expresados en las obras de estas dos ´terribles´ eminencias de la literatura y las artes plástico-espaciales, tienen parangón con las creaciones musicales mahlerianas -aunque no puedo menos de recordar a Bach, si tenemos sobre todo en cuenta sus inmensas composiciones corales, las Pasiones y la Misa en si menor-.

En esta 6ª sinfonía, que califiqué de ´delirante´ en otro escrito, he experimentado, al escuchar la interpretación de hoy, el que podemos denominar 'espantoso' viaje de Dante y Virgilio por las oscuras, profundas y terroríficas simas y abismos infernales. 

Y, con Miguel Ángel, el escalofriante plano inferior del Juicio Final en la Sixtina: el pavor. los alaridos y el retorcerse de los condenados entre los anillos de las serpientes diabólicas; me ha surgido la imagen espontáneamente -es la primera vez que se me ocurre esta comparación-, al ir escuchando los espectrales sonidos y las chirriantes disonancias (como el estallido luminoso de una traca) que ofuscan el ánimo -aquí vienen bien los sonidos que chocan con el sentido de la belleza melódica-, me han venido a la memoria aquellas dos obras maestras del genio humano. 

Mahler, visionario del infierno, como se muestra visionario del cielo -¿encuentro de Dante con Beatriz?- en el maravilloso adagio de esta misma sinfonía, que quedaría como glosa de la sublimidad anhelada por el ser humano, pero malograda como expresa este movimiento final, por la dramática situación de ruina en que estamos sumidos hasta  acabar despeñándonos en la condenación (es inevitable, repito, y más con Mahler, la referencia trascendente).

Mahler, escrutador y avezado sondeador de la condición humana, se adelantó sin duda en la mayoría de sus obras a los dolorosos dramas que componen la trágica historia de la humanidad en el siglo XX (aunque se hayan dado también atisbos de grandeza y superación en varios acontecimientos a que dio lugar la toma de conciencia del horror de las dos guerras mundiales y las consecuencias aún perdurables de la tiranía totalitaria del marxismo en todo el ancho mundo -ante esto la barbarie nazi y sus horrores quedan ampliamente superados-).

La visceral y 'pugnante' aspiración a un absoluto de perfección carente de cualquier halo de vileza, mentira y suciedad (¿podríamos hacer alusión, en arte, al inefable fray Angélico?), junto a las hirientes violencias de la perversidad humana, tanto individuales como sociales (y aquí me acuerdo de las pinturas negras de Goya y de Picasso y el odio que rezuma en el segundosu agresiva degeneración del arte), son exploradas hasta una profundidad inusual e insospechable en una obra de arte musical, como son las sinfonías de Mahler. No tienen desperdicio, tanto como simples, o mas bien complejas, obras de música, como expresión de esa intricada y enredada trama existencial que es el ser humano y su dilatado mundo de anhelos, ansiedades y tragedias. 

Todo ese universo de límites ilimitados, valga el contraste, como la inmensidad del magma astrofísico que los modernos medios de investigación espacial nos descubren, se despliegan con una riqueza de matices y sonoridades, sublimes y espantables, como ningún otro compositor (¿mencionamos acaso a Shostakovitch?) ha conseguido plasmar en una realidad perceptible. Y, si cupiera escoger una sola de las sinfonías mahlerianas que sirva de muestra de la anterior apreciación, tal vez me quedara con esta 6ª, en la que su autor condensa esas diversas y contrastantes características: aspiración insatisfecha, ternura y espantoso abismo de condenada, temblorosa, infernal interioridad.