lunes, 11 de septiembre de 2017

TESORO ESCONDIDO


LA JOYA ESCONDIDA (*)

          El título trae el recuerdo, a quienes tengan cierta familiaridad con los textos evangélicos, de una de las más célebres parábolas de Jesús, la del tesoro escondido en el campo y la perla preciosa. Pero no es ese el referente de nuestro tema. Hace alusión, más bien y simplemente, a algún tesoro que permanece cuidadosamente, incluso, diríamos, celosamente reservado, fuera del fácil acceso para el público en general. Y no es algo que se tiene oculto por un prurito de celosa propiedad, sino, sencillamente, porque su conocimiento no se halla al alcance de la gente. Sólo quienes se adentran en el ámbito donde el tesoro permanece pueden conocer y contemplar (porque este tesoro es más bien un 'objeto de contemplación' que una alharaca altisonante o parte de una secreta parafernalia). No hay tal complicación. Es una realidad que las personas que pueden entrar en un determinado recinto (que ya de por sí es algo excepcional) encuentran perfecta y sencillamente accesible.


Monasterio de Santa Mª del Parral visto desde Segovia

          
Pero, a todo esto, ¿de qué estamos tratando? ¿Cuál es o dónde se encuentra esa joya, si no está tan escondida?. Muy sencillo. Nos referimos a un monasterio, un espléndido monasterio, de los más insignes que hay en España: Santa María del Parral, situado en la misma ciudad de Segovia, en su cinturón exterior a las murallas que todavía en gran parte circundan la monumental ciudad. Mas al reparar en la identidad de este lugar de cualidades singulares, al que ya dedicamos tres ocasiones anteriores, al rememorar lo que ahora pretendemos glosar echamos de ver que más que encabezar este escrito con el término 'joya' debemos decir 'joyero' o 'joyel', porque. no la joya, sino en plural, las joyas escondidas se encuentran en el recinto de este monasterio, en espacios diferentes y, de manera destacada, en su capilla interior, de la que sólo 'disfrutan' los miembros de la comunidad jerónima y los escasos huéspedes que los acompañamos en su diaria jornada.

          Joyel o joyero, exquisito estuche de joyas múltiples constituye el monasterio segoviano. Entrar, como espacio más destacado para inspirar esa imagen en la preciosa capilla interior, situada en el claustro grande, es una experiencia de singular valor.

                  
                  Capilla interior. Cabecera
   
                                                                                        Pies de la capilla interior
         
           La capilla es muy espaciosa y cuenta, como elementos fundamentales con el altar y la sillería, ésta de total sencillez y funcionalidad, dividida en dos espacios, el destinado a los monjes y el resto, en el que nos ubicamos los huéspedes o visitantes que acuden a la celebración del Oficio de las Horas o la Eucaristía. Hay a los pies dos como arcosolios de arquitectura mudéjar, arcos ojivales con gruesa bordura de ladrillo rojo. En su interior se hallan situados dos órganos pequeños, que cumplen la función de armonizar el rezo, siempre cantado, del Oficio Divino. En el centro se hallan tres sillas, la del Prior y una a cada lado. Delante de ellas hay un sillón sobre tarima, para el que preside la celebración eucarística, con otros a cada lado. En un lateral, bajo el triple ventanal doble, de trazado ojival, se sitúa el ambón o atril, en el que se proclama la palabra de Dios. hasta aquí los elementos de un mobiliario básico, necesario en toda capilla de un recinto monástico donde se realiza la vida litúrgica de la comunidad. 



Capilla interior: Crucifijo que la preside (s.XVI)

          Como es lógico, la capilla se halla presidida por un valioso Crucificado de estilo sobriamente renacentista, con la imagen de Cristo muerto en posición muy vertical, sin 'descolgamiento', y la cabeza levemente inclinada hacia delante. Bajo esta imagen, el sagrario; pero éste entra ya en el carácter de joya, la más excelsa de las que pueblan la capilla.

          Porque, nos preguntamos: ¿qué es lo que confiere a este recinto monacal la condición que hemos calificado de 'joyero'? Sin más preámbulos, se debe a la infinidad de preciosos objetos y detalles, muchos de pequeño tamaño, que cubren paredes o descansan sobre mesas, consolas (ya éstas, por su belleza antigua, son calificables como joyas), en las diversas dependencias del monasterio. Este singular fenómeno se debe a una circunstancia histórica respecto a la ilustre Orden de San Jerónimo, que habita el recinto monacal, aunque no es su propietaria, pues el monumento histórico-artístico pertenece al Patrimonio del Estado desde la restauración de la Orden a comienzos del pasado siglo.

          Entremos en detalle. Sin extendernos en aspectos históricos, que han sido expuestos en otros 'capítulos' de este blogg, digamos que desde la 'resurrección' y expansión en España de la Orden jerónima, por obra del beato Manuel de la Sagrada Familia y la ilustre abadesa, madre Cristina de Arteaga y Falguera, la rama masculina de aquella logró establecer comunidades en tres antiguos monasterios que fueron de la misma Orden: El Parral, en Segovia; Yuste, en Cáceres, Santiponce, en Sevilla y, como nuevo, Javea, en Valencia. La escasez de vocaciones ha obligado a ir reduciendo presencia, y actualmente sólo permanece en el emblemático monasterio del Parral una reducida comunidad, en gran parte con miembros de precaria salud (sólo en el año en curso de 2017, han fallecido dos monjes, uno de ellos, fray Ignacio de Madrid, figura de histórica relevancia en el moderno periodo de la Orden.


Valiosa imagen de San Jerónimo penitente, que procede del monasterio de Yuste

          Es, precisamente, debido a esta reducción de recintos, con el traslado de los bienes que se podían transportar al monasterio del Parral lo que ido reuniendo en el mismo multitud de imágenes, pinturas y los más diversos objetos, todos ellos de una belleza notable, y ha dado lugar a que en el Parral se muestren muchas de tales joyas, que convierten al monasterio en un auténtico joyero, pero oculto, escondido para la mayoría de quienes no se encuentran en el recinto monacal, pues la visita turística se limita al gran vestíbulo de entrada y pequeño claustro subsiguiente. 


                                      Capilla interior: Bajorrelieve en óvalo y dos iconos
          
Pero, vayamos al 'meollo' de nuestro objetivo: El joyero contiene el mayor número de preciosos objetos en la capilla interior, en la que se desarrolla, como hemos dicho, la actividad litúrgica de la comunidad jerónima. Con el transcurso del tiempo, en sucesivas estancia hemos podido observar cómo han ido aumentando las más variados figuras, desde imágenes de tamaña poco menor del natural hasta iconos, candelabros, pinturas, medallones con imaginería tallada (tal vez procedentes de antiguos retablos desaparecidos) y un largo etcétera que no precisamos para no incurrir en reiteración. 



Capilla interior: Indicación del lugar como coro

      El resultado es que a la primitiva desnudez de las pareces ha sucedido una gran profusión de objetos que no tiene sólo un carácter de adorno decorativo: los hay que cumplen una función. como, por ejemplo, los apliques de madera dorada, que en su parte superior representan cabezas de águila y tienen soporte para dos velas, ambos tienen una leyenda en su cuerpo central que indica: "Hic est chorus" (Este es el coro). Tales apliques figuran efectivamente, a cada lado de la capilla, por encima de la sillería que cubre la casi totalidad del espacio. Es sólo un ejemplo entre los muy variados objetos. 



                 Capilla interior: el ambón 


                                                                                Capilla interior: Lugar de la Biblia

        Otro elemento que destaca por su belleza es el ambón desde el que se proclama la palabra de Dios, tanto en la eucaristía como en las lecturas breves del Oficio de las Horas, Está habitualmente cubierto por un paño de hombros que varias según el color del Oficio litúrgico que corresponda. A su lado figura una mesa también cubierta con paño de damasco sobre la cual, en un atril, se encuentra colocada una Biblia abierta; por detrás rodean ese reducido espacio pequeños cuadritos de marco de plata y lo flanquean dos candelabros que se encienden en las celebraciones.





                                       Capilla interior: Imágenes de Santa Paula y San Jerónimo

          La capilla está iluminada por focos eléctricos de tipo led y por una gran lámpara de sencilla forma que cuelga del centro del artesonado. Pero, además, durante el día, la luz del exterior penetra por tres ventanales de forma ojival, los dos laterales de dos vanos y el central de tres. Delante de éste figura una imagen de Santa Paula, la eminente discípula de San Jerónimo, promotora de comunidades monásticas femeninas en Belén y su entorno, donde residía el santo exegeta, que en sus últimos años, tras su estancia en Roma como secretario del papa San Dámaso, practicaba allí también vida monacal de estilo casi eremítico (así lo ha representado la abundante iconografía dedicada a este santo, aunque añadiendo siempre la vestimenta escarlata de cardenal, cargo que no existía entonces). Del propio San Jerónimo se encuentra una espléndida imagen, semidespojado de tal indumentaria, al lado derecho del Crucificado que preside la capilla en una amplia y poco honda hornacina de fondo cubierto con damasco de color rojizo. Y a la izquierda del mismo Cristo, en una pequeña hornacina de madera tallada, se encuentra la insigne y antigua imagen de la Virgen del Parral, una pequeña figura románica de Virgen sedente, con Niño Salvador en sus rodillas. Es una valiosa talla de rasgos un tanto inexpresivos, aunque serena y apacible. 




Santa María del Parral, titular del monasterio (s. XIII)

          Esta imagen es la que se veneraba en una ermita exterior a Segovia, en plena Edad Media, bajo una frondosa parra que, según el P. Sigüenza, gran historiado de la Orden Jerónima, daba "huvas harto sabrosas", de las que él cogió varios años. La ermita y todo su entorno, propiedad del cabildo catedral de la ciudad, se compró por deseo de Enrique IV, entonces todavía príncipe heredero de Juan II, para construir en ese extenso terreno el monasterio que recibió el título de la Imagen. Y ante ella, con resto de la capilla a oscuras, se canta, en su latina versión gregoriana, la Salve con la que culmina el Oficio de Completas.

          El altar es una pieza pétrea de gran tamaño, exenta, y se cubre con los manteles que exige la liturgia del día, sobre los cuales se coloca un gran paño de tejido adamascado. Bajo la meritoria imagen de Cristo se encuentra el Sagrario, una estructura constituido por una hermosa pieza de orfebrería barroca sobre pedestal, que tiene a cada lado unos jarrones dorados, también de vistosa orfebrería. 



Capilla interior; Sagrario flanqueado por jarrones de orfebrería

        En las celebraciones se encienden los gruesos cirios colocados en candelabros de pie, dos a cada lado del altar y otros dos ante las imágenes de la Virgen y San Jerónimo.




Flores ante la Virgen del Parral y macizo floral en el jardín
         
          El adorno floral es generoso, como puede apreciarse en la fotografía del ambón, y llega a la exuberancia en los días festivos, con jarrones delante del altar y ante las imágenes principales. como la de de la Virgen titular. Para ello cuentan en el gran jardín-huerta del monasterio con extensas masas de las más diversas flores que aportan su colorida belleza al conjunto y a los adornos de la capilla y la iglesia mayor, donde también se colocan para la misa solemne de domingos y festividades, jarrones que se trasladan después a la capilla interior y que de igual modo se colocan ante la bellísima imagen mariana que luce en un rincón del claustro, cerca del refectorio y ante las sencillas losas que cubren las actuales sepulturas de los monjes, sin epitafio ni nombre alguno.



Pequeña capilla colgada en un rincón del claustro e imagen de la Virgen, adornada de plantas 
          
      Mas no sólo en la referida capilla interior encontramos detalles preciosos. Otras dependencias del cenobio lucen objetos de fina belleza. Salas de reuniones, locutorios e incluso un espacio tan secundario como es reducido vestíbulo que da acceso a una sala y donde se halla la puerta del ascensor que conduce a los pisos superiores, se encuentran adornados con cuadritos y relieves, así como muebles antiguos, tal vez procedentes de algún regalo familiar.



"Reliquias-joya" en una dependencia 

       Así como el largo pasillo de la hospedería, en la 2ª planta, se adereza con muebles, arcones y objetos diversos, alguno de originalidad tan singular como una pequeña vitrina en cuyo interior se ha reproducido una ingeniosa cueva de Belén, de rocalla, donde hace su ejercicio de penitencia un San Jerónimo, ante el Crucifijo y la calavera. La cavidad se ilumina con luz de anclaje invisible. El pequeño, digamos, relicario iconográfico es de una lindeza y perfección tal en todos sus detalles que cautiva la atención del que pasa por delante e invita a la contemplación del memorable santo eremita.
        
                       
                                             
                                                     Pequeña gruta con San Jerónimo

          Y, con referencia a este exquisito detalle, hay que reseñar que en el diverso y variado conjunto de elementos llamemos 'devocionales' que se encuentran en todo el monasterio, la imagen del Santo Patrono de la Orden se lleva la primacía de una manera casi abrumadora: Pequeñas capillas iluminadas por claustros y estancias, así como imágenes exentas del más vario tamaño y figuración encontramos en todas y cada una de las dependencias, sacras y de uso digamos 'doméstico', del monasterio segoviano, con una notoria diferencia respecto a monasterios de otras órdenes. Si acaso, podríamos mencionar la cierta profusión de imágenes de San Benito y Santo Domingo de Silos en el monasterio que lleva el nombre del último, su refundador ilustre, mas sin llegar a la abundancia de la imaginería jeronimiana que hallamos en el Parral.


Sala de reuniones, que preside un Crucifijo del s. XIV, e Inmaculada en el rincón

          En conclusión, este venerable recinto monacal reúne tal cúmulo de excelencias del más diverso carácter, tal como glosamos en pasadas entradas de este blogg el pasado año, a las que hemos querido añadir estos comentario de tan singular cualidad como implica su cuidado y bellísimo exorno con infinidad de preciosos detalles ornamentales; un tal conjunto de cualidades, que no agobian sino que hacen más grata la estancia del huésped. A ello debemos añadir la excepcional predominancia del silencio como rasgo ambiental. Todo lo cual hace del monasterio de Santa María del Parral lugar idóneo, como pocos, para vivir una estimulante y regeneradora experiencia de hondo recogimiento y contemplación. Una auténtica gracia de Dios.  

(*) La abundancia de fotografías es una breve selección para testimoniar lo que narra el texto.

2 comentarios:

  1. Este texto narrativo es de una exquisitez palpable y consigue con ayuda de la selección fotográfica transportarnos a ese paraíso de paz y belleza que es el monasterio de Santa Maria del Parral. Muchas gracias Carlos. Ha merecido la pena esperar para percibir algo tan bonito.

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  2. Muchas gracias, José Manuel. Compartimos tantas vivencias hermosas y profundas que todo tiene un carácter de natural confidencia. Un abrazo.

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