IMÁGENES DE MELANCOLÍA
DESDE LA LEJANA ANDALUCÍA, CON NOSTALGIA DE SANTANDER, EN AGOSTO
La bruma se
ha adueñado del ambiente, flota sobre el mar de la bahía santanderina en una
tarde de agosto. La línea de las opuestas montañas, Peña Cabarga, Solares y los
más lejanos, sólo visibles en días de cielo transparente, ha quedado oculta por
la niebla, que se posa en el mar y difumina la imagen de las ligeras naves y
hasta el próximo velero de tres palos, testimonio orgulloso de algún ricacho
fardón. Pero esto no importa. Lo sugestivamente bello es el desdibujamiento de
las formas de naves y estelas espumantes dejadas por el veloz paso de rápidas
lanchas, con un fondo de espesa niebla.
Imagen de melancolía, como el sentimiento brumoso del
espíritu inundado de nostalgias y ansiedades, que borran su huella gracias a la
contemplación de esta belleza desflecada. Todo invita a quedar absorto en la
elevada terraza, donde el panorama se abre a horizontes de mágica profundidad,
hoy empañada por la pátina de la bruma. Sobre las demás embarcaciones, que
surcan ligeras la serena superficie del agua, en una bulliciosa procesión
marinera de la Virgen
del Carmen, destaca la gallarda silueta del soberbio velero, posado con
indiferencia hacia la multitud de menores embarcaciones que lo rodean. Es
también como una llamada a disfrutar una desconocida experiencia: pasear sin
prisa por la estilizada cubierta mientras alrededor bulle el festivo jolgorio
de la devoción a la Virgen
marinera.
El espíritu, en la contemplación sosegada de estas evocadoras imágenes, que permanecerán indelebles por el registro de la cámara
fotográfica, se expande en el descanso que despierta el recuerdo, con nostalgia, y hace brotar el sentimiento en sugerentes versos, fruto de esta visión serena,
calmada, de la ancha y profunda bahía de Santander en un atardecer nimbado de
nubes y brumosos celajes, visión que encierra la la remembranza de este prodigio en un
verano en el que no he tenido el privilegio de hallarme ante la perspectiva de su
maravillosa belleza. Versos como desflecados, envueltos en la bruma de la nostalgia:
Melancolía, cadencia nebulosa,
brumosa imagen de tristeza
humana,
nimbada por el eco
de sublimes adagios mahlerianos
que hablan de ternura
acariciante
en íntimo silencio,
como vuelo suave de unas alas
que nos rozan sin prisa ni
apetitos,
sólo amor sonriente
que hace olvidar desdichas y
sombrías
voces intempestivas.
Brumosa soledad en compañía
de un ser inalcanzable,
que se esfuma en la niebla,
como el grácil velero
de esbelta silueta, reposado
entre el fragor festivo de las
barcas
que dibujan estelas espumantes
sobre la superficie
del mar bajo las nubes,
y en la extensa planicie de las
aguas
de la abierta bahía santanderina.
Belleza inmarchitable,
señuelo de vital melancolía,
que inunda con su bruma los
espacios
del sosegado espíritu,
con recuerdo de extensos
horizontes
contemplados en calma, sobre el tiempo.
Santander me trae entrañables recuerdos. Muy bonita poesía.
ResponderEliminarMaravilloso texto y preciosa poesía que encierra los recuerdos de un bonito tiempo vivido.
ResponderEliminarMuchas gracias por los elogios. Hay tantas vivencias vinculadas a esa ciudad que los versos salen sin esfuerzo.
EliminarCordial saludo.
Compartimos nostalgia. Para los que vivimos cerca del mar y no nos gusta el calor Santander es la ciudad soñada. El lugar en el que me hubiera gustado jubilarme. Gracias por la poesía y las fotos.
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