sábado, 30 de diciembre de 2017

ARTE Y EXPRESIÓN

Una vez más, este blogger carente de perseverancia en sus 'apariciones', se asoma a su ventana en un tiempo para él propicio, especialmente significativo, la Navidad. Y lo hace, de nuevo, con unas reflexiones inspiradas en la representación artística de los temas navideños de dos genios insignes de la pintura, Dominico Greco y Bartolomé Murillo. En ellos resplandece la cercanía al misterio del nacimiento del Hijo de Dios con matices muy diferentes. Eso es lo que me ha llevado a tales consideraciones. 


Dos artistas navideños: EL GRECO Y MURILLO.

Cuando se contempla la obra de los grandes artistas advertimos que cada uno de ellos puede quedar relacionado con diferentes aspectos de la expresión artística, como si se hubiera hecho, en cierto modo, 'especialista' en una dimensión determinada.

Mi familiaridad con la pintura del Greco me ha hecho asociarlo con el misterio y con la vida interior. El Greco, ya lo digo en mi mensaje navideño de este año, es un artista cuyos personajes resultan vibrantes de vitalidad, están 'hablando', expresándose. No hay en ellos una actitud, de alguna manera, estática. Están viviendo en una clave determinada, el asombro, la ternura, la contemplación, el recogimiento o, simplemente, la 'presencia', pero una presencia viva, no 'cristalizada'. Los personajes que asisten al prodigio de la milagrosa sepultura del Señor de Orgaz en las manos de San Agustín y San Esteban, están quietos sin duda, pero sus rostros se encuentran vivos, expresivos; se miran unos a otros o nos miran, como el que se estima autorretrato del artista. 


Caballero, de Entierro del Señor de Orgaz (¿El Greco?)

Así ocurre en toda la obra del ilustre cretense, aunque esa vibración existencial se patentiza más en unos lienzos que en otros. Por ejemplo, como conjunto, en los que compusieron el magno retablo del Colegio de doña María de Aragón, hoy desmembrado, y uno de sus lienzos más bellos (la Adoración de los pastores, donde nos cautiva una casi adolescente doncella María -con la misma modelo que en la extasiada de la Encarnación-), esa pintura sublime se halla 'perdida' en el museo de Bucarest (¡qué delito haber dejado perder tal obra!). 


El Greco. Adoración de los pastores. Museo de Bucarest.



Detalle del anterior. Rostro de la Virgen María

Pues bien, el Greco es el pintor del misterio, pero un misterio 'palpitante'.

Este año a punto de entrar vamos a celebrar un importante centenario, el del nacimiento de uno de los artistas más significativos de la pintura española, Bartolomé Esteban Murillo, tal vez, junto a Zurbarán, el más ilustre del periodo barroco, ya avanzado el siglo XVII.



Murillo: Autorretrato.

Murillo es, igualmente, un pintor cuyos personajes resultan palpitantes, llenos de expresividad. Pero, si atendemos a su temática, podemos considerarlo, además del pintor de la Inmaculada, como el de la Virgen Madre del Niño Jesús. Ahora que nos encontramos en tiempo de Navidad, la figura de Murillo sobresale de modo descollante en el tratamiento de ese tema. La Virgen María, a menudo con un aspecto de mujer de más edad (no mucha, pero sí mayor que, por ejemplo, las vírgenes del Greco, y no digamos de los cuatrocentistas italianos o los alemanes). 

Murillo: Descanso en la huida a Egipto, con ángeles..

María en escenas navideñas: la adoración de los pastores, la huida a Egipto o bien ella sola con el Niño, como la famosa Virgen de la servilleta (en el museo de Sevilla) y, en todo caso, acompañada de ángeles, como la Virgen de la faja.

Estas madres vírgenes murillescas tienen una vibración diferente a las del Greco, tan recogidas, tan contemplativas. Aquí aparecen como madres reales que, o bien muestran su precioso Hijo (Murillo es un pintor de niños realmente genial y delicioso, con una belleza que no logran otros muchos artistas -mencionemos una vez más al Greco, en este caso para advertir su escasa fortuna para pintar infantes-. 

Murillo: Imagen de María en la Sagrada Familia del pajarito

Así como en sus Inmaculadas -salvo la grande- y en otras pinturas de jóvenes doncellas el artista sevillano nos presenta unas preciosas muchachas del pueblo llano, en las vírgenes madres ofrece unas hermosas figuras femeninas, jóvenes pero ya granadas, impregnadas del halo de una maternidad muy humana, sin 'elevaciones místicas'; en Murillo se patentiza como en pocos o casi ningún artista, la realidad de la Encarnación del Verbo, en la que se refleja ese apabullante misterio de la ocultación de la divinidad en la humanidad de Jesús. Y lo mismo en su Madre.



Murillo: Detalle de la adoración de los Magos.

Esta María madre de las escenas murillescas es, sencillamente, una mujer del pueblo sevillano -guapa, eso sin duda- pero trascendida de una humanidad muy cercana, muy, insistamos, 'real', sin que ello signifique que las figuras de otros artistas, como el Greco, son 'ficticias'. Tal vez por ello los lienzos de este gran pintor del barroco andaluz, español, han sido preferidos para reproducciones muy variadas, en gran parte con carácter devocional, o para los hoy desaparecidos 'cristmas' de felicitación navideña, porque expresan una devoción 'cercana', que capta poderosamente la atención del contemplador y le hace vibrar con la consciencia de la proximidad, la presencia inmediata del Dios hecho hombre -y con una madre- en su mundo más personal y diario.        

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