DESPEDIDA
Y MISIÓN
Singular pintura del Greco
El subtítulo puede despertar un claro interrogante: Pero ¿hay
algún lienzo del Greco, en su gran época hispano-toledana, que no sea singular?
El más cualificado biógrafo actual del Greco, Fernando Marías, subtitula su exhaustivo estudio sobre el genio cretense con términos de cierta sospecha: "Biografía de un pintor extravagante". ¿En qué o dónde reside esa 'extravagancia'? Ciertamente, en múltiples aspectos, que hacen del Greco un personaje, mejor, una personalidad que desborda los esquemas acostumbrados, sobre todo en la época que le cupo vivir. Disconforme, sin importarle agradar o no, incluso a elevados personajes (lo que le granjeó el rechazo de Felipe II para pintar el retablo de la iglesia de El Escorial), precursor de estilos artísticos que tardarían siglos en llegar (el impresionismo), expresivo a su manera, pero ¡qué expresividad tan novedosa!, tan fuera de lo que se estimaba 'buena forma' en dicha época y aún en casi todas, hasta suscitar sospechas de defecto visual en comentaristas modernos.
El más cualificado biógrafo actual del Greco, Fernando Marías, subtitula su exhaustivo estudio sobre el genio cretense con términos de cierta sospecha: "Biografía de un pintor extravagante". ¿En qué o dónde reside esa 'extravagancia'? Ciertamente, en múltiples aspectos, que hacen del Greco un personaje, mejor, una personalidad que desborda los esquemas acostumbrados, sobre todo en la época que le cupo vivir. Disconforme, sin importarle agradar o no, incluso a elevados personajes (lo que le granjeó el rechazo de Felipe II para pintar el retablo de la iglesia de El Escorial), precursor de estilos artísticos que tardarían siglos en llegar (el impresionismo), expresivo a su manera, pero ¡qué expresividad tan novedosa!, tan fuera de lo que se estimaba 'buena forma' en dicha época y aún en casi todas, hasta suscitar sospechas de defecto visual en comentaristas modernos.
Pero no deseamos entrar en consideraciones generales sobre
este inigualable artista (aunque su hijo Jorge Manuel y su fiel discípulo Luis
Tristán se esforzaran en seguir su huella, con las evidentes limitaciones que
muestran sus obras). Nuestra intención es comentar una de las pinturas más
singulares del cretense; sí, más singulares, hasta el punto de que incluso sus
dos réplicas no llegan a expresar el 'mensaje' que nos transmite tan
excepcional lienzo, desgraciadamente fuera de España, en Chicago, y ni siquiera
en un museo, sino en una colección particular. Por fortuna pudimos admirarlo en
una de las formidables exposiciones que se celebraron en Toledo durante el 'año
jubilar', el IV Centenario de la muerte del pintor, 2014. Y vamos con ello, para
'desgranar' y analizar a fondo los detalles
que confieren a esta obra su maravillosa singularidad. Aquí, por
excelencia, hallamos las cualidades que hacen del Greco un supremo maestro de
la expresividad humana.
"Despedida de
Cristo y su Madre"
Este es el título del lienzo, realizado entre 1585 y 1590,
es decir, en época de plena madurez artística, e intelectual, debemos añadir,
del insigne Domenico Teotocopuli. Lo pintó por encargo de las religiosas
Jerónimas de Toledo. La pintura representa un momento de la vida de Jesús que
no consta el los textos evangélicos y proviene de los apócrifos glosados por la
devoción popular de aquel tiempo. El tema del "Santo despedimiento de
Jesús" brilló por breve tiempo en la piedad prebarroca, y fue incluso
advocación de alguna cofradía penitencial en Sevilla. Podríamos pensar que esta
despedida es la que pudo preceder a la marcha de Jesús del hogar de Nazaret, al
cabo de unos treinta años, para emprender su misión evangelizadora. Pero no, la
despedida que glosan los maestros espirituales lo es para encaminarse a su
dolorosa Pasión, momento mucho más trascendental y propio para un acto de este
carácter, por su connotación dolorosa, aunque, si para emprender su vida pública
puede imaginarse que existiera tal despedida, nos parece muy improbable que,
dadas las condiciones en que se desarrollaba la vida de Jesús en sus últimos
meses, hubiera oportunidad para ese encuentro con María, su Madre. Mas la
piedad de aquella época no paraba en tales probabilidades; si la predicación
devota estimulaba tales sentimientos, el pueblo se implicaba sin reparos. No
obstante, la devoción hacia semejante pasaje de la vida de Jesús y María, sin
el menor apoyo evangélico, decayó pronto, en lo cual pudo tener no pequeño
influjo la seriedad que los decretos de Trento introdujo en el mundo de
creencias de entonces, poniendo coto a sucesos más imaginados que reales y sabidos.
Si reflexionamos sobre este misterio, visto en clave de
despedida para iniciar la vida pública, al dirigirse al Jordán para ser
bautizado por Juan y pasar seguidamente su experiencia de ayuno en el desierto,
nos podríamos preguntar cómo se pudo ir formando esa conciencia de 'misión' en
el ánimo y el psiquismo de Jesús. En el hogar y taller de Nazaret pasó hasta
los treinta años, si atendemos al dato que nos aporta el evangelista Lucas (Lc
3, 24). Carecemos de información al respecto, salvo la escueta indicación del
mismo Lucas: "Jesús crecía en
sabiduría, edad y gracia ante Dios y ante los hombre" (Lc 2, 52), pero
sí sabemos de algunos hábitos de Jesús que, sin duda, se desarrollaron en sus años
de Nazaret, como parte de ese 'crecimiento' en sabiduría. En concreto, su
costumbre de retirarse, tal vez diariamente, al campo, a lugar despoblado, para
orar. No estamos sólo ante la actitud propia de un judío piadoso, sino algo en
cuya vivencia se establecería una comunicación profunda con Dios.
¿Se abre en
estos cotidianos tiempos de oración la conciencia de su filialidad divina y de
la misión de ofrecer a su pueblo (en sentido amplio, no de Nazaret), el reino
de Dios? Profundo misterio, pero lo que consta es que su actividad, pasado el
bautismo y retiro en el desierto está dominada por el mensaje de la llegada de
ese reino misterioso. La acción misionera de Jesús, tras un inicial y breve
periodo de lo que pudiéramos llamar 'exito de multitudes', conocerá el terrible
desengaño de un creciente rechazo, que culmina en su muerte. Por tanto, es una
misión que comienza a ser dolorosa. Esta es la situación existencial a la que
se dispone en el momento de despedirse de su Madre. Pero no es esta la ocasión
de abundar en estas cuestiones de interpretación bíblica. Estamos comentando
una pintura del Greco que tiene como tema una despedida de Jesús de María, su
Madre.
El Greco: Rostro de Cristo
La devoción a ese momento de la vida del Señor nos procuró
una de las pinturas de la mayor expresividad entre las muy expresivas que
salieron de las manos del Greco. Según la descripción de un predicador de
entonces, Alonso de Villegas, el momento que el cuadro representa se dio entre
Jesús y María antes de iniciarse la
Pasión : "Se
despidió de su Madre, pidiéndole licencia para padecer, con tanto sentimiento
de los dos cuanto era el amor que tenían, y era el negocio al que iba
dificultoso y trabajoso"
Despedida de Cristo y su Madre (1ª versión, 1578)
(Se nos ocurre comentar que el párrafo no
puede ser más absurdo e irreal el supuesto, a poco que conozcamos la vida y
actitudes de Jesús, si nos atenemos a la fuente evangélica. ¿Es imaginable que
pudiera pedir Jesús licencia -¡permiso!- a su Madre para emprender el camino de
su Pasión, si a los doce años se había atrevido a quedarse en Jerusalén a
departir con escribas y doctores de la
Ley ? Pero así de rebuscada era la mentalidad y piedad de entonces).
En cualquier caso, el Greco recibió encargo de representar ese
paso y lo resolvió con esta sencilla escena, de suma simplicidad compositiva,
pero de gran expresividad, en especial si nos centramos en la pintura realizada
para el monasterio de monjas Jerónimas de Toledo. De no haber ejecutado este
lienzo, que 'emigró', por desgracia, a Chicago, las otras versiones, con ser
pinturas de calidad, no habrían alcanzado el valor de este otro, por su
maestría compositiva, finura de dibujo, matices de discreto impresionismo y, en
especial, por la riqueza emocional que expresan los personajes, para lo cual el
Greco utiliza los dos 'factores' más destacados en su genial capacidad para
expresar la vida interior: los ojos, es decir, la mirada, y las manos, el modo
cómo éstas se 'comportan' en la relación interpersonal de las figuras
representadas.
De las otras versiones, hasta cuatro según la guía de la
exposición "EL Greco, arte y
oficio" (Toledo, septiembre-diciembre de 2014), se expusieron sólo
dos, una de ellas, anterior a la que comentaremos, fue pintada hacia 1578. La
otra, de 1595, sí es réplica, pero
pertenece al taller del artista y se completó en el s. XVIII.
Despedida de Cristo y su Madre (1595)
(El Greco y taller)
En estas
composiciones la mano derecha de Jesús, con el índice apuntando al cielo y
gesto sereno y serio, muestra lo esencial del 'mensaje' de la escena. Parece decir
Jesús, si recordamos la interpretación del clérigo, algo así como: "Madre, debo partir para realizar lo
más decisivo de mi misión", mientras María, con el rostro descubierto
y dejando ver el inicio del cabello bajo el manto, fija la mirada en su Hijo con
toda atención y esboza una leve sonrisa (en el lienzo más antiguo -1578-). En
éste falta la mano derecha de la
Virgen sobre el pecho, mientras aquel inicio de sonrisa
desaparece en el posterior (1595), en el que sí se incluye la mano, lo que
indica ser copia del pintado para las Jerónimas.
Porque al realizar este encargo la inspiración del Greco
brilló a una altura inigualable respecto a las otras dos versiones, y veremos
por qué. ¿Pudo tener el artista uno de esos momentos existenciales que
determinaron la enorme calidad expresiva de esta pintura, digna de una gestión
bien hecha que permitiera recuperarla?. Nos parece una obra de valor
inapreciable, pero nunca sabremos qué vivencia pudo influir en el acierto de la
expresividad de estas figuras. Entramos en nuestro análisis.
Ante todo y como impresión de conjunto debemos mencionar la
suavidad del colorido, aunque en tonos más oscuros, frente a unas tonalidades más rojizas, algo más brillantes, de los otros dos
cuadros.
De igual modo, el fondo (esos cielos de celajes cambiantes entre los grises, blancos y azulados) es aquí mucho más rico, a la vez que suave, en su evanescente aspecto. El dibujo alcanza también la finura de ejecución propia de los más acabados lienzos del cretense y hallamos algunos de esos detalles que han hecho del Greco el precursor del impresionismo: los leves trazos que marcan dobleces del manto de Jesús y María.
Mas, sobre todo, la expresividad que vibra en la relación de los dos personajes nos evidencia a un artista en sus mejores momentos. La escena, como en las otras versiones, nos ofrece a dos personas, Jesús y María, que en su relación trasminan una emotividad exquisitamente serena, controlada sin el menor esfuerzo o tensión, a la vez que flota una fina ternura que raramente encontramos en otras pinturas del Greco. Todo el mensaje, el diálogo implícito entre Madre e Hijo, es sosegadamente manifestado y asumido.
DESPEDIDA: Detalle del cielo
De igual modo, el fondo (esos cielos de celajes cambiantes entre los grises, blancos y azulados) es aquí mucho más rico, a la vez que suave, en su evanescente aspecto. El dibujo alcanza también la finura de ejecución propia de los más acabados lienzos del cretense y hallamos algunos de esos detalles que han hecho del Greco el precursor del impresionismo: los leves trazos que marcan dobleces del manto de Jesús y María.
DESPEDIDA: Plegado del manto
Mas, sobre todo, la expresividad que vibra en la relación de los dos personajes nos evidencia a un artista en sus mejores momentos. La escena, como en las otras versiones, nos ofrece a dos personas, Jesús y María, que en su relación trasminan una emotividad exquisitamente serena, controlada sin el menor esfuerzo o tensión, a la vez que flota una fina ternura que raramente encontramos en otras pinturas del Greco. Todo el mensaje, el diálogo implícito entre Madre e Hijo, es sosegadamente manifestado y asumido.
Comencemos por la Virgen.
María aparece cubierta por completo con manto oscuro, a diferencia
de las otras dos versiones citadas, de modo que sólo se muestra el perfil de la
mitad delantera del rostro, contrastado con el color del manto. La cabeza está
muy ligeramente inclinada hacia abajo mientras la mirada se eleva hacia el
rostro de Jesús. Lo decisivo en ella es la expresión. Es como si mirara de hito
en hito, clavados sus ojos en la cara del Hijo. Y completa su actitud con la
mano derecha, con dedos de esa maravillosa finura propia del Greco, suavemente
posada y sujetando el manto.
El complemento sublime de este ademán de María nos
lo da su mano izquierda, que sujeta con admirable serenidad la mano izquierda
del Hijo. Es una mano con parte de los dedos abiertos, de modo que más que
sujetar, sostiene la fuerte y a la vez fina mano de Jesús.
Tenemos una Virgen María, de aspecto ya maduro respecto al más juvenil que nos presentan las otras dos versiones, absolutamente concentrada, atenta con todo su ser a lo que Jesús le está diciendo. La boca dela
Virgen , con los labios cerrados, sin forzarlos, también
parece estar como para iniciar una sonrisa.
DESPEDIDA: Expresión de María
DESPEDIDA. Manos izquierdas de María y Jesús
Tenemos una Virgen María, de aspecto ya maduro respecto al más juvenil que nos presentan las otras dos versiones, absolutamente concentrada, atenta con todo su ser a lo que Jesús le está diciendo. La boca de
En la figura de Jesús ha volcado el Greco su mejor capacidad
expresiva. Este rostro de soberana belleza alcanza los niveles de sus lienzos más
destacados, el Expolio de la catedral de Toledo, los Nazarenos abrazados a la
cruz, los Crucificados vivos de ojos extáticos clavados en el cielo. Pura genialidad.
Jesús está mirando a su Madre, mientras levanta el índice de la mano derecha hacia el cielo. Y es aquí, en los ojos y boca de Cristo, donde se concentra todo el 'pathos' expresivo del cuadro. Mientras posa los ojos, con expresión de sosegada ternura, en el rostro de María, esboza Jesús una muy leve sonrisa, gesto (mirada y sonrisa) que no recordamos haber visto en ninguna de las pintura del Greco. Por ello, por el valor expresivo de estos ojos y boca, que destilan una afectividad serenamente tierna, estimamos este lienzo como una de la obras maestras del Greco.
Aquí no hay nada de la seriedad, aún serena, pero seriedad al fin, que percibimos en el rostro de Jesús de las otras dos versiones. Hay, diríamos, 'tierna humanidad filial', para recordar a su Madre el inaplazable sentido de su misión.
DESPEDIDA: Gesto y ademán de Jesús
Jesús está mirando a su Madre, mientras levanta el índice de la mano derecha hacia el cielo. Y es aquí, en los ojos y boca de Cristo, donde se concentra todo el 'pathos' expresivo del cuadro. Mientras posa los ojos, con expresión de sosegada ternura, en el rostro de María, esboza Jesús una muy leve sonrisa, gesto (mirada y sonrisa) que no recordamos haber visto en ninguna de las pintura del Greco. Por ello, por el valor expresivo de estos ojos y boca, que destilan una afectividad serenamente tierna, estimamos este lienzo como una de la obras maestras del Greco.
DESPEDIDA. Mirada de Jesús a María
Aquí no hay nada de la seriedad, aún serena, pero seriedad al fin, que percibimos en el rostro de Jesús de las otras dos versiones. Hay, diríamos, 'tierna humanidad filial', para recordar a su Madre el inaplazable sentido de su misión.
Y el recurso expresivo final lo hallamos en el
entrelazamiento de las manos de Hijo y Madre. Nada de tensión, de sujeción
mínimamente atormentada se aprecia en estos ademanes. Jesús ha dejado su mano
izquierda simplemente posada entre la misma de María, que la sostiene sin asomo
de querer retenerla. Hay en los dos personajes, en sus gestos y actitudes, una
absoluta y plena aceptación de la voluntad del plan redentor de Dios.
Jesús expresa el cariño tierno con que explica a su Madre dicho misterioso proyecto, que no era sino la culminación del mensaje que el Arcángel Gabriel manifestó ante la sorprendida doncella de Nazaret y que ella aceptó sin reservas al pronunciar su "Fiat -Hágase-".
DESPEDIDA: Expresión de las manos.
Jesús expresa el cariño tierno con que explica a su Madre dicho misterioso proyecto, que no era sino la culminación del mensaje que el Arcángel Gabriel manifestó ante la sorprendida doncella de Nazaret y que ella aceptó sin reservas al pronunciar su "Fiat -Hágase-".
Sentido de la misión del Mesías, que a nosotros se nos
aparece más propio de una despedida al salir Jesús del calor con que María sabría
impregnar el ambiente de la casita de Nazaret, la casa del carpintero heredero
de José. Despedida de Jesús para lanzarse al breve pero intenso periodo de vida
pública -¿dos años tal vez?- en el que, en cumplimiento de la misión
encomendada por el Padre, iba a ofrecer con todo entusiasmo la venida del reino
de Dios, para encontrar las contrastadas reacciones de aceptación y rechazo
-éste en progresión creciente hasta el crimen deicida-. Misión que María, casi
de lejos, pero sin desmayo, desde la soledad de Nazaret hasta Jerusalén, seguirá
tras los aciagos pasos de su Hijo, hasta permanecer de pié, firme en su
entrega, junto a la cruz donde moría, despreciado y rechazado por su pueblo,
aquel que se había despedido de ella con infinita ternura y serena aceptación
de su dramático destino.
No nos importa, como final, reiterar imagen tan sublime en su aparente sencillez. Despedida y Misión: Mensaje de un acontecimiento y un sentido que definen la vida
de las dos personas únicas y más relevantes de la historia humana, y que un supremo
artista, pintor de lo visible y lo invisible, de lo perceptible y lo misterioso, nos supo trasladar con la
genialidad de su inspiración y maestría.
Extraordinario epílogo, Carlos.
ResponderEliminarGracias, una vez más, por compartir todo ese conocimiento que atesoras con la mayor humildad. Doblemente valioso.
Seguiremos atentos a este blog, ahora que, por fin, nos hemos puesto al día.
Un fuerte abrazo.
Extraordinario epílogo, Carlos.
ResponderEliminarGracias, una vez más, por compartir todo ese conocimiento que atesoras con la mayor humildad. Doblemente valioso.
Seguiremos atentos a este blog, ahora que, por fin, nos hemos puesto al día.
Un fuerte abrazo.