ÉXTASIS ANTE
EL MISTERIO (I)
I. Observaciones
generales.
Al ocuparnos del arte del cretense españolizado Domenico
Teotocópuli, conocido universalmente como El Greco, empleamos dos términos
sumamente delicados, que requieren alguna explicación, para que, al menos, el
lector pueda saber qué significan para el autor de este comentario. Hemos
utilizado en el subtítulo de nuestro breve ensayo nada menos que los vocablos 'éxtasis' y 'misterio'. Y lo hacemos con plena consciencia de que su más exacto
significado conviene con plena fidelidad al arte de este excepcional,
inimitable artista. Pero ello requiere ofrecer una explicación, comenzando por
el segundo vocablo.
Misterio. Hay
artistas a los que se concedió la inusual facultad de percibir y transmitir en
su obra esa realidad del mundo inabarcable que denominamos con dicho término.
¿Qué es el 'misterio', más allá de un significado simple, como 'lo
desconocido', a qué realidad hace referencia de fondo?. En su sentido más
auténtico, misterio es cierto que hace referencia a lo desconocido, oculto e
impenetrable, cuyos límites sobrepujan nuestra capacidad abarcadora, mas, por
ello, alude, por excelencia, a la suprema realidad de lo divino, a lo
trascendente, y, para ser más precisos aún, no a una abstracción, digamos, 'teórica',
sino a la realidad personal de Dios, tal como es entendido por la religión
judeo-cristiana.
Dios es el misterio, constituye el 'fenómeno misterioso' en su
más plena acepción, con las características que le asigna Rudolf Otto: 'mysterium fascinosum'. Este es el
significado con que nos vamos a ocupar al tratar de la pintura navideña del
Greco, como podríamos ampliarlo respecto a toda la pintura religiosa del
artista cretense, si es que hay en la obra de este genio algo que tenga una
dimensión ajena a lo religioso, a lo 'misterioso'.
Fulgor que desciende del cielo a la tierra
Éxtasis. En
sentido general 'éxtasis' hace alusión a 'salir de sí mismo' para adentrarse en
un mundo 'suprahumano' o 'extrahumano' (porque el éxtasis puede experimentarse
en diferentes dimensiones, alguna muy humana). Pero el significado más propio
del término hace referencia a la 'salida' hacia la dimensión sobrenatural,
trascendente, hacia el 'misterio'. Sabido lo anterior, encontrarás coherente, lector
amigo, que hayamos caracterizado la actitud psicológica que trasmina esta
pintura, anta todo en sus personajes, pero también en la fascinante
ambientación, con el termino de 'extasis'.
Cuando nos situamos, con mirada libre de prejuicios y serena disposición, ante
las pinturas del Greco, en tabla y lienzo, nos invade una sensación
sorprendente, que no es la simple admiración ante una obra artística singular,
genial, sino que nos advertimos embargados por un sentimiento que puede ser
hasta desazonador, pero que, ante todo, produce ese fenómeno emocional que se
denomina 'sobrecogimiento'. El contemplador que pueda permanecer un tiempo ante
estas pinturas es invadido por esa emoción, se siente conmovido, sobrecogido
por el impacto del sublime flujo que proyectan esas imágenes, impresión que va
creciendo a medida que nos enfrentamos con las obras cada vez más avanzadas en
su expresividad, en su vibración expresiva. Y tal vivencia se debe a que los
personajes efigiados por el Greco se van encontrando progresivamente en un
estado de éxtasis, como 'aprehendidos' por una elevación anímica que conecta
decisivamente con aquel otro mundo aludido por el término anterior, se sienten cautivados
por un sentimiento que vislumbra la suprema realidad del misterio.
Y, para
concluir estas observaciones preliminares, añadamos que tal impresión se patentiza
ante las pinturas realizadas por el Greco en su gran periodo español, toledano.
Las que corresponden a sus periodos iniciales, cretense e italiano, ofrecen ya
un cierto vislumbre, pero podrían quedar situadas en el contexto del arte de
transición del renacimiento al manierismo. Mas a medida que el Greco se
identifica con el clima espiritual y ambiental de la ciudad toledana y de la España contrarreformista en
general, con sus indudables ingredientes místicos, el carácter, diríamos,
'visionario', extático. de su pintura (aparte de su genialidad de precursor
impresionista) se afirma cada vez más hasta extremos que han sorprendido a
infinidad de artistas y pensadores de todo el mundo, Einstein sin ir más lejos,
por citar una personalidad señera en la cultura de la época moderna.
María en éxtasis (det. de la Encarnación). El Greco.
Vamos a analizar la pintura navideña del Greco desde la
experiencia contemplativa que ofrecen algunas de sus fascinantes y sublimes
(éste es otro término que se puede aplicar con propiedad a dichas obras de
arte), sublimes pinturas, que nos patentizan de manera inequívoca la actitud
extática de sus personajes con y ante el fulgor, radiante y denso, que
resplandece en el casi irreal ambiente en donde se hallan situados. Todo ello
da lugar a una intensa vibración de cautivador misterio que hace mella en
nuestro ánimo.
No es este el lugar para extenderse en consideraciones
genéricas sobre el estilo tan especial del Greco. Los expertos lo han
desarrollado ampliamente y a sus ensayos nos remitimos, aunque no renunciemos a
comentarios que sean oportunos respecto al tema actual. Nos centraremos, por
tanto, en las pinturas de tema navideño, en las que incluimos por derecho
propio, las diversas 'anunciaciones' y 'encarnaciones' (que no son iguales,
sino, a lo más análogas en cuanto al tratamiento del tema). El Greco pintó
desde muy joven la escena de la
Anunciación del Arcángel Gabriel a María y sólo en periodo
más avanzado introduce un dato compositivo que, por así decir, transforma la
escena en 'Encarnación'. El rasgo diferencial se halla en la figura angélica: Mientras la pintura es de la Anunciación , el ángel aparece con brazos más o
menos extendidos, el izquierdo porta a veces una vara de azucena (símbolo de la
pureza virginal de María), mientras que el derecho muestra su mano extendida,
en señal de expresar algo.
Por el contrario, hay lienzos (entre los más excelsos del pintor) en los que el ángel tiene las manos cruzadas sobre el pecho, ademán de adoración, semejante a la actitud de algunos ángeles ante la figura de Dios. Si el arcángel está en esa posición ante la persona de María, ¿qué adora?: evidentemente, la realidad del misterio dela Encarnación del Verbo
en las entrañas virginales de la doncella. Cristo Jesús, Dios, en su incipiente
humanidad, 'YA' ESTÁ ante el mensajero celestial, y así muestra toda reverencia
hacia el hecho milagroso recién acontecido.
Por el contrario, hay lienzos (entre los más excelsos del pintor) en los que el ángel tiene las manos cruzadas sobre el pecho, ademán de adoración, semejante a la actitud de algunos ángeles ante la figura de Dios. Si el arcángel está en esa posición ante la persona de María, ¿qué adora?: evidentemente, la realidad del misterio de
II. Temática de la
pintura navideña del Greco.
Anunciación, Encarnación y, consiguientemente, Natividad,
adoración de los pastores y de los Magos. Este último tema fue pintado en
periodo temprano de la vida del artista, con inconfundible estilo de
ascendencia bizantina en el que se formó el Greco en su Creta natal, pero con
posterior influencia de su estancia veneciana. La adoración de los Magos no vuelve a repetirse en su extensa
época 'hispano-toledana', no sabemos si por falta de tal encargo u otro motivo.
Los más frecuentes y repetidos temas, a veces copias del original, son la Anunciación , la Encarnación y la
adoración de los pastores. Y es en éstos dónde podemos apreciar, junto a la
sublimidad del estilo, la característica que expresa nuestro título: son
lienzos, la mayoría, en los que los personajes se hallan en 'estado de
éxtasis', y lo están ante el 'misterio' representado con caracteres de tal
singularidad que no admite parangón con ningún otro artista de la misma época y
la mayoría de otras. En la modesta opinión de este bloggero, nadie como
Doménico Greco ha logrado plasmar el misterio de la trascendencia. Entre los
ademanes y expresiones gestuales que muestran los personajes de cada lienzo, la
ambientación de la escena en sus diversos integrantes y las cualidades
pictóricas pre impresionistas que poseyó el artista, estas escenas de los
acontecimientos iniciales de la
Redención adquieren un inefable carácter de 'sobrehumanidad'
o, forzando el término, 'celestialidad', que producen en nosotros ese fenómeno
anímico antes indicado, el sobrecogimiento,
la 'aprehensión' del ánimo del contemplador y su elevación a un nivel de
realidad que sobrepasa toda referencia, digamos, simplemente humana.
Experimentamos, en cierto modo, la vivencia en que se hallan los personajes
representados, el 'éxtasis ante el misterio'.
A pesar de que vamos a analizar sólo algunas pinturas
navideñas del Greco, la extensión del escrito se ha hecho mayor de lo que sería
oportuno para un sólo artículo. Por tanto hemos optado por dividir nuestra
estudio en dos, para extendernos en sus rasgos expresivos de estas imágenes
insuperables Y para ser fieles a un criterio cronológico del tema representado,
más que a la fecha de la ejecución,
comencemos por las Anunciaciones, que es uno de los asuntos de más
temprano tratamiento por parte del Greco. Aparece ya en una de sus más famosas
obras iniciales, el Tríptico de Módena (pintado hacia 1569), junto a otros dos
temas frecuentes en el cretense, La adoración de los pastores y el Bautismo de
Cristo.
Anunciación. Tríptico de Módena.
La estructura de esta escena vuelve a repetirse en casi todos los demás lienzos
del pintor, así como en los de la Encarnación. Siempre
aparece María en el lado izquierdo de la escena y el arcángel en el derecho. La
figura de la Virgen
se encuentra situada en un reclinatorio y vuelta hacia el arcángel, cuya imagen
flota sobre una nube, salvo en uno de los lienzos más tardíos, en el que se
halla sobre el suelo. Hay un 'clima' de misterio que impregna el ambiente.
María se vuelve en su reclinatorio, donde vemos un libro cuya lectura ha
interrumpido la sorprendente aparición celestial. El asombro, tal vez la
turbación, eso sí, serena, ante el mensajero divino, aparece en las primeras
pinturas del tema y se corresponde muy bien con la conmoción que la jovencilla
nazarena pudo experimentar ante semejante sorpresa. Por otro lado, el arcángel,
flotando sobre una nube en la mayoría de las pinturas, hace el ademán de
transmitir el mensaje del Cielo al extender brazo y mano derechos.
Primera parte: Anunciación y Encarnación.
El lienzo donde la representación del anuncio angélico
alcanza un logro más elevado es el ultimo de los ejecutados por el Greco, en
1608, para el Hospital Tavera, donde advertimos cambios evidentes respecto a
las otras tres. En esta escena Gabriel se apoya en el suelo de pavimento a
cuadros, mientras María tiene el reclinatorio sobre una tarima. También varía
en este lienzo la indumentaria de la
Virgen , mucho más suelta y de suave plegado que en las
anteriores versiones. El velo que cubre la cabeza de María no se halla doblado
a medias sobre la cabeza y frente, sino que la Virgen se cubre con un
sencillo manto que deja el rostro al descubierto.
De igual modo, el ademán mariano
varía respecto a las versiones más antiguas. En aquellas la Virgen tiene su mano
derecha sobre el pecho, mientras en el lienzo último la tiene abierta, en
actitud expectante, idéntica a la que adopta en los lienzos de la Encarnación , que
comentaremos inmediatamente. En esta representación final del Greco hallamos
que la actitud adoptada por María tiene mucho más sentido como expresión de
éxtasis, que en las otras pinturas del mismo tema, donde podemos hallar, como
hemos dicho, un ademán y actitud más de asombro o tal vez turbación, como nos
narra el texto evangélico lucano.
Anunciación Hospital Tavera
En estas pinturas se ofrece también la representación de un
rompimiento de gloria, desde donde desciende la paloma del Espiritu Santo y un
grupo de ángeles, a veces muy numeroso, muestra su júbilo en posturas de
increíbles escorzos que evidencian la condición de ingravidez de estos
personajes. Este 'concurso' angélico se halla en algunos lienzos interpretando
un concierto con variados instrumentos de la época renacentista. Un verdadero
lujo visual, que a veces ha sufrido una irresponsable mutilación, como en el
lienzo de fecha más tardía, cuyo 'concierto' fue cortado y se halla en un museo
extranjero.
Pero en cualquier caso, poco o nada queda en estas pinturas
de la, en cierto modo estereotipada escena propia del los grandes maestros
góticos y renacentistas: Fray Angélico, Lippi, Rafael incluso, imprimen a
similares escenas en sus pinturas una cierta 'estaticidad', aunque llena de
unción y 'halo' sagrado. Aquí hay dinamismo, pero teñido de serenidad, sin
asomo de tensión, aunque en parte de las pinturas, los excepcionales
rompimientos de gloria, con las escenas de conciertos angélicos, sí que
percibimos un dinamismos asombroso, mas sin asomo de violencia, sino, más bien
con una plenitud y excelsitud propias de personajes divinizados, ingrávidos,
con la agilidad de los cuerpos celestes. Y tanto en la orante doncella como en
el supremo visitante se manifiesta el sello de sublimidad sobrenatural que
corresponde a tan excepcional situación. La sorpresa en María y la reverencia
en Gabriel nos elevan a un estado meditativo ante el misterio que se va a
realizar, tan pronto como la
Virgen pronuncie su 'Fiat'. Por otro lado, en algunos de los
lienzos tendremos el 'complemento temático' de la presencia angélica en el
'rompimiento de gloria' por encima de las cabezas de los protagonistas. Ángeles
músicos o simplemente gloriosos flotan en el aire. En alguna de las pinturas
hay una somera ambientación con elementos arquitectónicos, y siempre, la estupenda
sensación de perspectiva y profundidad que ofrece el pavimento de la estancia,
de enlosado más o menos complejo. Todo tiene una belleza y altura que nos
fascina al introducirnos insensiblemente en la escena representada. Nos
hallamos como 'dentro' de la habitación donde el prodigio se está
produciendo.
Mas si tal es el efecto y el 'clima' ambiental que percibimos en los lienzos de
La escena más lograda de la Encarnación , reiterada
por el Greco en otros dos lienzos de menor tamaño, reúne tal cúmulo de
elementos que implica un grado de madurez en la concepción temática del artista
como hasta entonces no había alcanzado y va a influir en obras posteriores,
como la Anunciación
final, recién comentada. El lienzo original se puede admirar en el museo del
Prado, como los demás lienzos del retablo, salvo el maravilloso de la adoración
de los pastores, lamentablemente 'fugado' al museo de Bucarest (¿quién fue el
'culpable' de esta pérdida?), aunque tuvimos la suerte de verlo en Toledo el
año 2014, en la magna exposición "El
griego de Toledo". Además de éste, el Greco pintó posteriormente
otros dos lienzos con el mismo asunto, pero con estructura y carácter mucho más
sencillos, sobre todo el tondo para el Hospital de Illescas.
Hacemos una somera enumeración de los elementos que integran
el lienzo del Prado. Además de los protagonistas, María, en su reclinatorio, y
Gabriel sobre evanescente nube. El Espíritu Santo, como
paloma, entre una pasmosa 'cascada' de cabecitas angélicas, y el resplandor que
emana de aquélla. Arriba, el concierto angélico y abajo, entre la Virgen y el arcángel, la
luminosa zarza ardiente y el cesto con la labor doméstica dejada por María
mientras oraba. No hay suelo, propiamente hablando, como en las pinturas de la Anunciación. Todo
parece hallarse en un ámbito espacial tan irreal y misterioso como los demás elementos
de la escena.
Veamos con cierto detalle este lienzo de la Encarnación, repetido por el Greco, al menos otras tres veces, a escala
menor pero con casi absoluta identidad, una de ellas en el Museo Thyssen, muy cerca
del Prado, donde se halla el modelo y paradigma. Si hay un lienzo del Greco
merecedor de esta calificación respecto a un tema, es el de esta Encarnación y
sus fieles replicas. Todo en esta pintura posee una ambientación de sublime
misterio ante el cual sólo cabe la actitud extática, tal es la densidad mística
y celestial que se nos muestra. La figura que atrae ante todo nuestra atención
y nos fascina con su actitud es la de la Virgen María , vuelta en su
reclinatorio, sobre el que se halla un libro de hojas abiertas. La imagen de la
doncella es de una belleza tan suprema que no cabe compararla sino con la misma
figura en el 'perdido' lienzo de la adoración de los pastores, perteneciente al
mismo retablo, que nos ocupará seguidamente. Debe ser la misma joven la que sirvió de modelo al Greco para los dos lienzos. La Virgen viste una túnica
rojiza, de amplios pliegues en su parte inferior, y contrastados claroscuros
propios del artista, y se cubre con un manto azul muy suelto, los dos colores
de significado teológico propios de la imagen de María. Pero nuestra atención
es captada sobre todo por la expresión del rostro y el ademán de las manos de
la doncella elegida. María se muestra en impresionante estado de éxtasis (y por ello la hemos tomado, arriba, como ejemplo de ese estado de transporte místico), los
ojos levantados hacia el mensajero celestial y la boca levemente entreabierta,
mientras abre sus manos, unas manos de suprema finura, para transmitir, no la
turbación sino el asombro que la embarga ante el mensaje que ha recibido y
acaba de aceptar. Frente a ella, a mayor altura y sobre una flotante nube de
tonalidades blanco-grisáceas, se halla Gabriel, el arcángel, en figura de un
joven de cabello corto (es de notar la tendencia del Greco a representar a sus
ángeles como jóvenes con 'descuidado' y corto peinado muy del estilo que es
frecuente en los jóvenes de nuestra época, dejando de lado las flotantes
melenas con que solían -y siguieron- pintar a esos personajes gloriosos).
El arcángel viste una muy suelta túnica de un verde intenso
que deja al descubierto pies y tobillos. Pero lo más llamativo es la actitud
reverente del mensajero. No hay aquí manos que porten azucenas o señalen algo.
Brazos y manos descansan suavemente sobre el pecho, mientras su
rostro adopta una expresión de inconfundible reverencia. La misión que lo traía
ya la ha cumplido y, en este momento, antes de retirarse al ámbito celestial,
hace el ademán adorante que corresponde al misterio que acaba de acontecer. El
Verbo increado se ha hecho presente en las entrañas virginales de la joven
nazaretana. Y ello por la acción milagrosa del Espíritu Santo, que en forma de
paloma desciende en pasmoso vuelo, como un poderoso 'planear' desde la altura
sublime, restallante de luz que centra la escena, y lo hace entre una
formidable 'cascada' de seres angélicos, sólo visualizados como cabecitas medio
abocetadas entre los rayos de la luz que emana del la Santa Paloma. El contemplador
de esta maravilla, no puede menos de quedar absorbido por tanta densidad,
belleza y plenitud divinas, que lo elevan a una vivencia extática inefable.
Sólo cabe contemplar, dejarse aprehender e introducir en la escena y quedar en
adorante admiración ante tanta excelsitud y grandiosidad.
Para completar el efecto que nos invade, hay todavía dos
elementos magníficos, repletos de significado. Abajo, la visión de hondo
simbolismo teológico de la zarza ardiente. Estamos ante la revelación del
misterio de Dios en la plenitud del tiempo histórico. Las llameantes ramas de
la zarza transmiten la referencia a aquella teofanía (revelación) primera ante
el asombrado Moisés. Ahora es María la que recibe la increíble revelación del
plan liberador de Dios en su manifestación definitiva.
Y arriba, sobre algodonosas nubes, la corte angélica despliega el canto que preludia el que sonará sobre los sorprendidos pastores en la noche de Belén. Un maravilloso conjunto de preciosos instrumentos de la época del pintor es manejado con maestría por el coro celestial en dinámicas actitudes propias de su ingrávida naturaleza. El Gloria in excelsis, anticipado, se entona jubilosamente sobre la humilde y asombrada doncella y el reverente arcángel que le ha traído el insólito mensaje de Dios, prodigio que ha hecho efectivo la sombra resplandeciente dela Tercera Persona
trinitaria entre el torbellino de la arrebatada corte angélica. Éxtasis ante el
Misterio por obra del 'pintor de lo invisible'.
Y arriba, sobre algodonosas nubes, la corte angélica despliega el canto que preludia el que sonará sobre los sorprendidos pastores en la noche de Belén. Un maravilloso conjunto de preciosos instrumentos de la época del pintor es manejado con maestría por el coro celestial en dinámicas actitudes propias de su ingrávida naturaleza. El Gloria in excelsis, anticipado, se entona jubilosamente sobre la humilde y asombrada doncella y el reverente arcángel que le ha traído el insólito mensaje de Dios, prodigio que ha hecho efectivo la sombra resplandeciente de
Estamos, sin duda, ante una de las más geniales y sublimes
creaciones del cretense, pero no sólo como arte, sino como 'teología'. La
densidad temática y, digamos, 'doctrinal' de este lienzo lo constituye en un
modelo supremo de la fe cristiana, en un momento histórico de su mayor
relevancia, la Reforma
católica y su plasmación en el concilio de Trento. ¿Qué encontramos al
visualizar esquemáticamente la
Encarnación , en el retablo mencionado, cuál sería la
estructura compositiva de la pintura? Al abstraernos de las figuras que
contiene el lienzo y trasladarnos a una, digamos, 'dimensión geométrica',
lineal, ¿qué hallamos? Sencillamente una figuración en forma de 'equis' (X), en
la que aparece una distribución de las figuras bajo dicha estructura, con un
centro de cruce de líneas en un determinado punto, que constituiría el centro visual
y 'teológico' de la situación representada. ¿Cuál es ese punto-eje?
La imagen de la paloma, figuración clásica y evangélica del Espíritu Santo. Y, por cierto, una imagen que no se encuentra situada estáticamente en un punto del espacio, como es frecuente, casi habitual, enlas pinturas de este asunto, sino que adopta, por su posición oblicua, una actitud dinámica: La paloma se está cerniendo, repetimos, desciende 'planeando desde el espacio superior (el cielo) sobre la cabeza dela Virgen ,
que se halla ubicada justamente en el área espacial de la parte inferior de la
equis, lo mismo que la figura de Gabriel. María ha dejado todo, labor y
lectura; y se ha impregnado arrebatado por la 'teofanía' de la zarza ardiente.
Y, todavía más, el 'centro' figurado por esta imagen descendente es, además, la
fuente de toda la luz que se despliega en la escena, abajo y arriba, y la
paloma aparece flanqueada, a un lado y otro, por la flotante cascada de
cabecitas angélicas, que dibujan también el signo de la letra-esquema. Con ello
se plasma con toda precisión la respuesta del arcángel al interrogante de la
doncella: "¿Cómo podrá ser
eso...?"; "El Espíritu Santo vendrá (DESCENDERÁ) SOBRE TI, y la
virtud (el poder) del Altísimo te
cubrirá con su 'sombra' (su poder creador de la nada, luminoso,
fulgente,)" (Lc 1, 34, 35a). He aquí toda la significación teológica del
Misterio de la
Encarnación. ¿Y la parte superior de la equis? La ocupa el
concierto angélico, la fiesta en las alturas -anticipo de la Navidad-. ¿Cabe más
densidad doctrinal? Estamos ante una soberana exposición catequética, digna de
un maestro, en el retablo de un 'Colegio de teólogos".
La imagen de la paloma, figuración clásica y evangélica del Espíritu Santo. Y, por cierto, una imagen que no se encuentra situada estáticamente en un punto del espacio, como es frecuente, casi habitual, enlas pinturas de este asunto, sino que adopta, por su posición oblicua, una actitud dinámica: La paloma se está cerniendo, repetimos, desciende 'planeando desde el espacio superior (el cielo) sobre la cabeza de
El tema de la
Encarnación fue tratado por el Greco, al menos dos veces más,
ambas con posterioridad al gran lienzo del retablo que acabamos de comentar.
Una en 1585 y otra, la última en uno de los tondos para el Hospital de
Illescas. En ambas la escena se simplifica hasta el máximo (Illescas). No hay
más presencia angélica que la de Gabriel, un joven de melena rubia e indumentaria
de vistos plegado en su parte inferior, de un amarillo radiante. María está
arrodillada y vuelta de frente a nosotros, mientras sujeta el libro sobre el
reclinatorio, con expresión de cierto éxtasis, aunque no con la intensidad del
lienzo hoy en el Prado. Un canasto con ropa y una tijera delante junto a un
jarrón con tallo del que se abren tres azucenas. El fondo es ahora una de esas
'fantasmagorías' celestes tan propias del Greco, un ancho haz de nube luminosa
y evanescente del que desciende la paloma sagrada.
El mismo detalle del jarrón de azucenas se repite en el tondo de Illescas, en el que
Me rindo ante tu sensibilidad artística, Carlos.
ResponderEliminarReconozco noblemente que, de no ser por tu intervención, yo sería incapaz de captar tantos detalles viendo una pintura.
Es evidente que carezco de esa sensibilidad. Un cuadro puede gustarme más o menos pero no alcanzo ese nivel de detalle.
Pero lo que me ha llamado poderosamente la atención (si es que lo he entendido bien) es lo del "concierto cortado" de la Anunciación del hospital TAVERA.
¿Realmente cortaron físicamente el lienzo y se llevaron ese trozo a otro museo?