jueves, 2 de marzo de 2017

LA NAVIDAD EN LA PINTURA DEL GRECO (II)

ÉXTASIS ANTE EL MISTERIO (y II)

Segunda parte: La adoración de los pastores.

Cerremos en esta segunda parte nuestra visión navideña del Greco extasiándonos, una vez más, ante las otras obras de este genio, reiteradas en varías réplicas alguna de ellas, y de la que incluso extrae su autor los personajes fundamentales para componer una escueta "Natividad", con destino al conjunto del Hospital de Illescas. Nos referimos a la 'Adoración de los pastores', pasaje-misterio navideño que el Greco representó en varias ocasiones, con diversa estructura compositiva, pero teñida siempre la escena de un aire de singular dinamismo y elementos curiosamente diferenciados. También en este caso asistimos a una evolución, cada vez de mayor densidad expresiva.


Adoración pastores.Tríptico de Módena 

El Greco inicia sus representaciones de este tema, tan tradicional en el arte cristiano, al incluirlo como una de las seis pinturas sobre tabla que constituyen el maravilloso Tríptico de Módena, obra temprana (ca. 1569), anterior a su venida a España, con nítidas influencias de su etapa veneciano-romana. La escena se sitúa en un desvencijado 'portal' de madera con techumbre rota, pero incluye algún rasgo inusual, donde muestra ya su tendencia a la originalidad: dos personajes femeninos que conversan al fondo y derecha del espacio y señalan al Niño.

Después vuelve a pintar el asunto hasta seis veces, una de ellas, la que vamos a tratar con detalle, repetida en dos ocasiones más, y el 'extracto', digamos, de lo esencial de dicho lienzo para el Hospital de Illescas. Esta escena evangélica es también la que el pintor escoge para el gran lienzo de su última época (1612-14), que destinó al retablo de su toledana capilla funeraria en Santo Domingo el Antiguo, hoy en el museo del Prado (a Dios gracias, ya que perdimos la que formaba parte del retablo para el colegio de doña María de Aragón, hoy en Bucarest). Las versiones del mismo tema poseen una composición diferente, en la que se advierten, como rasgo común, los ademanes de admiración de San José y los pastores que adoran al Niño, mostrado en desnudez por María, que abre un amplio lienzo, salvo uno de las pinturas, como observaremos..

Todas estas pinturas, realizadas con diferentes materiales, temple y óleo sobre tabla o lienzo, son de gran belleza y maestría compositiva. Sin embargo, no todas pueden calificarse o caracterizarse con los términos que hemos empleado como definitorios del modo de hacer más, digamos, 'propio' del genio cretense, éxtasis ante el misterio. Por ello nos vamos a ceñir a aquellas pinturas en las que el autor, en plena madurez de su condición artística y espiritual, se nos muestra como impregnado hasta el tuétano por un concepto de su estética que acabo estando trascendido por la visión (¿o vivencia, tal vez?) del más sugerente misticismo.


Adoración. Retablo Dª Mª de Aragón

Tomamos la pintura que figuraba a la izquierda de la comentada Encarnación, en el retablo para el colegio teológico agustino, como punto de referencia destacada, analizaremos sus diversos 'elementos' o motivos integrantes y, respecto a ella, haremos alguna observación deducida de otros lienzos de similar asunto.

En esta ocasión no encontramos un esquema compositivo tan patente como en el lienzo anterior. Es mucho más evidente la división de la escena en dos partes, inferior y superior, claramente diferenciadas.


Adoración. Mitad inferior.

La inferior tiene como eje nuclear y foco lumínico la imagen del Niño Jesús, que la joven madre, concentrada su mirada en la figura del Niño, presenta a los asombrados concurrentes. Como hemos indicado, en la imagen infantil se condensa toda la luz, como foco que expande su claridad sobre todos los concurrentes al acontecimiento. 


El Niño Jesús, foco de luz

Continuamos nuestro análisis por las imágenes que componen la escena inferior. Ante todo, María. Una madre jovencísima, casi adolescente, de exquisita finura en todo su aspecto, trasunto de la doncella que vimos en la Encarnación. Viste amplia túnica roja, que en su parte inferior se difunde en un suelto plegado. Del abierto escote emerge un rostro de belleza sublime, intensamente iluminado por el resplandor que surge del Niño Jesús, desnudo sobre un amplio lienzo que la madre ha abierto y del que sostiene los dos extremos superiores con ambas manos.


Adoración. Det.: La Virgen María

La expresión de María es como de éxtasis, con la mirada intensamente fija en la contemplación del tierno infante mostrado a los pastores; toda su atención está centrada en la figura del Niño. Cubre su cabello con un ligero velo blanco, doblado con descuido, y deja al descubierto un esbelto cuello y la oreja derecha.


Adoración. Det cabeza de María.

Ante ella aparecen tres figuras: La más delantera a nosotros es un pastor medio vuelto, con una rodilla en tierra y los pies desnudos, que ha dejado su cayado en el suelo así como un cordero blanco con las patas atadas, para cruzar sus brazos sobre el pecho, actitud adorante típica del Greco y de su época. La figura del cordero la va a repetir el Greco en varios de sus lienzos del mismo tema y se ha querido ver en ella la imagen del Cordero de Dios, con la que Juan el Bautista caracterizará a Jesús en varios sus testimonios, el inocente Cordero destinado al supremo sacrificio en la tarde del Viernes Santo, a la misma hora en que se sacrificaban los corderos para la cena pascual conmemorativa del rescate de pueblo esclavo del Faraón. Y también figura central del libro del Apocalipsis y su 'definitiva' revelación de la acción de Dios en la historia.


Adoración. Det del cordero

Al lado del pastor delantero se sitúa la figura de San José. No es un pastor, sino el padre legal de Jesús, y así lo integrará el Greco en el lienzo destinado al Hospital de Illescas en el que sólo aparecen María y José ante el Niño recién nacido. José adopta una expresión hondamente admirativa, con sus manos abiertas, una expresión que podemos calificar de extática. Un detalle singular: la figura que se halla entre el esposo de María y ella es un ángel. El Greco ha introducido esta novedad, que no se repite en sus demás lienzos del mismo tema, sin duda para dar mayor énfasis al acto de adoración. Y por ello, el ángel se encuentra con los desnudos brazos cruzados sobre el pecho, mientras mira con absoluta atención la imagen del Niño Jesús; es una figura de joven varón cubierto con túnica azul muy plegada, rizados cabellos y deja ver su ala izquierda (una gran ala, como es habitual en el artista), desplegada en alto.


Adoración. Det. de San José y un ángel.

Pero este lienzo contiene, además, dos figuras en una sorpresiva actitud. Con certeza, son otros dos pastores, mas no se encuentran en postura adorante, como suelen adoptar los que se incluyen en esta escena. El Greo hace aquí un alarde de originalidad, que introduce en la escena un rasgo de singular dinamismo. Detrás y por encima de la imagen de María aparecen dos personajes en animada conversación: Uno se cubre con ropaje de color amarillo y está expresando algo a su interlocutor, una persona de edad avanzada y barba canosa (que tal vez podría tomarse como un autorretrato de los muchos que el cretense gustaba de incluir en sus lienzos). este personaje, con indumentaria de color azul oscuro y camisa blanca abierta, está señalando con su mano izquierda al Niño mostrado por María, mientras su mano derecha, abierta bajo la barba, hace además de responder al compañero ante él.

Adoración. Det: Dos pastores conversan

Originalísima novedad del  original artista, que ya había introducido en su pintura del tema en el Tríptico de Módena y vuelve a aparecer en otros posteriores lienzos de adoración, aunque con rasgos diferentes (el Greco no se repite, siempre hay algo novedoso). El resto de la escena lo compone un sobrio marco arquitectónico de doble arco, roto en su lado derecho, y árboles al izquierdo, así como uno de esos cielos 'fantasmagóricos' tan característicos del Greco bajo el lado derecho del arco.

En la zona superior se nos presenta, una vez más, como es típico del Greco, el rompimiento de gloria con la impresionante 'danza' angélica, que forma un agitado remolino de escorzos de arrebatado dinamismo. Es como contemplar dos mundos: Abajo, la serenidad del éxtasis ante el prodigio, que la corte de seres celestiales ha anunciado a los rústicos pastores, los privilegiados de aquella noche santa.  Los ángeles, en un derroche de alegría festiva, algunos de ellos sosteniendo la filaccteria con el mensaje angélico "Gloria in excelsis Deo et in terra pax hominibus bonae voluntatis". Arriba, la arremolinada turba angélica se mueve en gozosa danza. El rompimiento de gloria en el que se mueven los ángeles se encuentra inundado de luz desde el cielo.


Adoración. Det.: Ángeles 'en fiesta'.

De esta sublime pintura contamos, al menos, con dos réplicas, aunque no con idéntica perfección en su ejecución. Como impresión global y sintetizada nos transmite una sensación de éxtasis ante el Misterio del nacimiento de Jesús, cuyas expresiones fundamentales las hallamos en el rostro de María, la admirada actitud de José y la adorante del ángel descendido. La expresión de los dos personajes en conversación es más bien entre ponderativa y asombrada ante el acontecimiento.

Otras versiones.

¿Qué apuntar, para no extendernos en exceso, respecto a otras pinturas del mismo tema? Digamos que el Greco ya había pintado escenas de la Adoración en etapas anteriores a la del lienzo comentado, escenas de aspecto más convencional, más similar a las de otros artistas, con recuerdo de influencias venecianas. En su periodo más 'personal', afincado ya en Toledo, podemos contar  con el lienzo, entre 1577 y 1599, hoy en la Fundación Botín.

Adoración pastores. Fundación Botín. Santander

Es un lienzo muy interesante, con rasgos característicos del gran estilo del artista. Aquí ya se encuentra el dinamismo propio de su genio: Cinco pastores llegan al portal, alguno de ellos ya en adoración, mientras otros dos dialogan detrás, en el lado derecho. San José está situado también a la derecha del Niño mientras María centra la escena, pero no sujeta el lienzo abierto, sino que muestra una actitud adorante de manos cruzadas sobre el pecho. Y con dato singular, en la zona inferior derecha, aparece la figura parcial de un personaje de cabeza calva y luenga barba canosa, semidesnudo en su torso y a medio cubrir con un ropaje (¿manto?) rojo, que señala con su mano izquierda el texto de un libro medio abierto y sostenido con la derecha... ¿Estamos ante un evangelista, Lucas, el 'cronista' de la Navidad e infancia de Jesús, o, tal vez, ante un San Jerónimo, padre de la Iglesia occidental y famoso por su versión latina (Vulgata) de la Biblia, gran comentarista del texto sagrado, que vivió en Belén, y de enorme devoción en toda la Iglesia, así como Patrono titular de la Orden monástica 'estrella' de la monarquía y nobleza hispana, los Jerónimos?. En cualquier caso, este inusual personaje no aparece en ningún otro lienzo del periodo toledano del Greco, que tampoco efigió al asceta monje de Belén?


Adoración pastores, Colegio el Patriarca. Valencia

Una obra posterior (1603-1605) a la del retablo de doña María de Aragón e influida claramente por la misma es la que se halla en el Colegio del Patriarca, en Valencia. Su estructura, composición y elementos ambientales -arquitectura y fondo- son análogos a aquella, con algunos rasgos diferenciales: Ante todo, María no está cubierta con velo o manto, sino con cabeza descubierta, cabello rubio recogido en un moño, y ubicada más en el centro del especio del lienzo. José continúa situado a la derecha, pero el pastor rodilla en tierra está a la izquierda y medio vuelto hacia nosotros, aunque sí con el bastón y el cordero atado, en el suelo, delante del Niño. No figura el adorante ángel 'descendido', y los pastores que conversan son ahora jóvenes, uno con las manos juntas y otro señalando al Niño, más otro en actitud admirada, brazos en alto, que parece ver las tres figuras de niños-ángeles que danzan en lo alto, dentro del arco derecho del, digamos, portal, porque en este lienzo se ha suprimido la gran turbamulta angélica superior del lienzo 'modelo'. En este caso no se evidencia una impresión de éxtasis, aunque sí de adorante reverencia por parte de todos. Tal vez, sea la figura de San José la que muestra una actitud más admirada, por sus abiertas manos. .



Adoración pastores final. Museo del Prado.

Sin embargo, en el último de los lienzos dedicados por el Greco a este popular asunto (1612-14), que destinó al retablo de la capilla donde deseaba y fue enterrado (aunque después, por desacuerdo de la familia con la comunidad de monjas benedictinas sufrió traslado, sin que hoy se conozca realmente el lugar donde reposan sus restos); en ese lienzo, hoy en el museo del Prado, sí que advertimos de nuevo la actitud de admirativo misticismo que, sobre todo, campea en la pintura del retablo para el colegio teológico agustino. Todo en esta escena es dinámica adoración y éxtasis. De nuevo tenemos dos zonas diferentes, inferior, más amplia, y superior, con 'danza' angélica bien poblada. La arquitectura se ha simplificado y se reduce a un somero arco al fondo izquierdo y sobre la figura de la Virgen. María, de frente a nosotros, se cubre ahora con velo blanco y manto azul. El vestido es rojo, como siempre. A su derecha (nuestra izquierda) José, con amplio ropaje oscuro y manto amarillo, que adopta un amplio doblez hasta el suelo, muestra su asombro con las abiertas manos. A nuestro lado derecho hay tres figuras de pastores, dos arrodillados y otro de pie entre ambos, todos descalzos. Las actitudes son de admiración (manos abiertas) en uno y de manos juntas y brazos adorantes, cruzados, en los otros dos. Todas las expresiones faciales de los personajes masculinos son de asombro, de éxtasis, mientras la de María es de sencilla actitud contemplativa al descubrir el cuerpo de su Hijo. En el suelo, ante el pastor de pie, se halla también el cordero atado. Los ángeles del rompimiento de gloria, esta vez sin instrumentos,  poseen el singular dinamismo que el Greco sabe dar a estos personajes, y uno de ellos cruza sus manos sobre el pecho, en adoración. Hay una réplica de este lienzo, donde el cordero ha sido colocado entre el pastor de rodillas y San José.


Una sobria 'Natividad'


Natividad. Hospital de la Caridad. Illescas (Toledo)

Como propio de la inspiración de donde procede, el tondo con tema exclusivamente navideño, que el Greco pintó para el Hospital de la Caridad (1603-1605), junto a otros lienzos, en la toledana localidad de Illescas, nos transmite similar impresión de éxtasis que su lienzo del retablo modelo, ampliamente comentado. Pero aquí la sobriedad y concisión temática llega a su cima. Ya no hay marco arquitectónico. Sobre un fondo oscuro, nos encontramos con cuatro figuras: El Niño Jesús que centra el lienzo como fuente de luz, María, José y la cabeza del buey, que vuelve a figurar tras haber 'desaparecido de la mayoría de los lienzos 'toledanos', mas no en los anteriores. La Virgen con indumentaria similar al lienzo inspirador e idéntica expresión concentrada en su Hijo. Y José con los abiertos brazos y manos expresivos de su admiración, también reflejada en el rostro. Puro esquematismo figurativo y semejante actitud extática.

Estos asuntos en torno al misterio de la encarnación y nacimiento del Hijo de Dios, tan del gusto y valor de una época como la que vivió el Greco, que tuvieron por tanta enorme aceptación y fueron reiteradamente encargados, patentizan las cualidades más distintiva e inigualables del autor, únicamente recogidas por su hijo Jorge Manuél, aunque no con la 'enjundia' del padre, como es de esperar en quien sigue un determinado influjo pero no con la intrínseca cualidad del que inventa una manera de expresar la realidad. Sólo el gran Doménico poseyó tales rasgos, constitutivos de una compleja personalidad (que tuvo en lo relacional sus consecuencias negativas, que no nos corresponde tratar). Este ciclo navideño, como el otro gran ciclo, el de la Pasión, además de sus retratos, refleja la transformación de un genial artista de espíritu oriental-bizantino en un lúcido manierista que supo recoger la insigne herencia veneciana y romana, pero que concluyó convirtiéndose, en su periodo hispánico, en el artista inigualable, capaz de transmitir como ningún otro la intensa vibración de lo trascendente, del misterio inabarcable ante cuyos efluvios más acendrados sólo cabe, de la mano y en aras de la fe, inexplicable don de Dios, una actitud: el éxtasis admirativo que sacó de su hondo centro el espíritu de los santos y los sencillos.   




                       

2 comentarios:

  1. No se puede añadir nada más a lo mucho que has explicado. Por lo tanto permíteme que aluda a un hecho, triste para mí, como es el que la familia de Doménikos Theotokópulos no respetara su deseo de "permanecer" enterrado en Toledo.
    Por cierto, desconocía que también se conociera al Convento de Santo Domingo el Antiguo como Santo Domingo de Silos (no confundir con el de la provincia de Burgos).

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  2. No se puede añadir nada más a lo mucho que has explicado. Por lo tanto permíteme que aluda a un hecho, triste para mí, como es el que la familia de Doménikos Theotokópulos no respetara su deseo de "permanecer" enterrado en Toledo.
    Por cierto, desconocía que también se conociera al Convento de Santo Domingo el Antiguo como Santo Domingo de Silos (no confundir con el de la provincia de Burgos).

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