MANIPULACIÓN Y
AUTENTICIDAD: LOS MAGOS.
Las complicaciones propias de las fiestas navideñas (poner 'nacimientos'
en casa, algunas compras, encuentros familiares y otras), dejan
poco margen para ocuparse de 'escapadas literarias'. Así, este blog ha quedado en un segundo plano de la atención.
'Nacimiento', o 'Belén' familiar
Pero cuando ya se termina este tiempo de especial significado y
denso contenido, el día mismo de la
Epifanía , de Reyes, nos encontramos con uno de los aspectos más
atractivos y la vez más degenerados de los que se contemplan en el gran escenario de la Navidad. Y
esa degeneración es debida, en buena parte, a la pérdida del sentido auténtico de estas
festividades, de lo que la publicidad y la parafernalia comercial son muestra
muy expresiva. Me refiero a una faceta de las más bellas y de la mayor trascendencia humana,
teológica y litúrgica (para los cristianos orientales de raíz griega, la
festividad más importante y central): es la ya citada fiesta de la Epifanía del Señor,
que viene dada por una celebración original, la adoración de los Magos al Niño Jesús. En la Iglesia griega es la festividad principal de Navidad; la fiesta del 25 de diciembre (con la idílica
adoración de los pastores, tras el anuncio angélico) pertenece a la
El Greco. Adoración de los pastores
Iglesia latina, occidental.
Pues bien: si existe una festividad de origen cristiano más
aviesamente maltratada es esta de la Epifanía, y si se dan unas figuras más tergiversadas,
manipuladas y hasta podríamos decir ridiculizadas entre las que aparecen en el
panorama cristino, son las de los Magos de Oriente, que encarnan la búsqueda y
el encuentro de los pueblos gentiles, o sea, paganos, con el Dios vivo revelado
al pueblo de Israel y extendido, tras la muerte y resurrección de Jesús, a los
propios pueblos extranjeros al de la primitiva Alianza (los gentiles, en lenguaje bíblico). La promesa de salvación dirigida al pueblo
judío tiene como figura culminante, en el cenit de la historia, a Jesús de Nazaret, el
Mesías anunciado por los profetas; pero ese Salvador es rechazado por los dirigentes del pueblo
hasta hacerlo matar en una cruz (la forma de muerte más infamante de aquella
época), y siguen manteniendo su rechazo durante los siglos siguientes hasta hoy, salvo
casos particulares de conversión; mas como pueblo, en conjunto, lo sigue
rechazando.
Los Magos (en ningún momento se habla de 'reyes' en el texto
evangélico mateano, sino que ese término implica ya una transformación que
arranca de algunos salmos -el 71 sobre todo- y profecías, hasta el extremo de
haberse afirmado por algunos que los Reyes Magos -figura ya deformada-
procedían de Tarsis, el Tartesos ibérico, situado en el extremo de la península
más occidental conocida en la antigüedad), son sabios orientales, probablemente persas, que se dedican a la astrología.
Los magos, en comitiva nocturna, camino de Belén
Es impresionante y conmovedora la figura venerable de aquellos
sabios, que se dejaron guiar por una misteriosa estrella
(no entremos en las cábalas de las investigación astronómica e histórica), hasta
la Jerusalén
judaica, y preguntan por un "nacido
rey de los judíos, del que hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo",
indagación que conmueve hasta la raíz al perverso Herodes el Grande (uno de los
mayores criminales de la historia), y con él a toda Jerusalén, incluidos los sabios escribas y doctores de la
Ley , que dan el dato exacto, pero no mueven un dedo para ir a
adorar a ese rey anunciado por los profetas.
Las personas de estos magos, que, efectivamente, se dirigen a la Belén indicada por la
profecía y adoran al Niño Jesús, al que ofrecen los espléndidos dones, que se han
interpretado como signos de su triple condición: oro, como Rey, incienso, como Dios, y mirra (el perfume que se emplea para embalsamar el cuerpo difunto), como Redentor. Estas figuras y su gesto de donación de regalos ha sufrido la aludida tergiversación y
manipulación a lo largo de la historia, desde muchos siglos atrás; y comienza por la 'conversión' de sus personas de sabios inquietos que buscan un 'Alguien' que tiene sentido y significado
absoluto, en unos monarcas cuya imagen 'política', aunque
piadosa -con toda la parafernalia de comitivas regias con que la han revestido
los artistas, desde los miniaturistas medievales a los insignes barrocos, como
Tiziano o Rubens-.
Comienza el 'cambio' de Magos a Reyes: Miniatura de un libro de Horas (s. XV)
Confirmación del cambio: Adoración de los Reyes. Cornelis de Vos (s. XVI)
Esta
tergiversación alcanza en la época moderna un grado tal de estupidez y
ridiculez que llena de asombro a quien contempla este fenómeno. No ya el manejo
interesado de convertir la fiesta de la Epifanía en un reclamo para hacer regalos a niños
y mayores, hasta el indecente consumismo azuzado por la perversa publicidad que
nos aturde. Los 'Reyes Magos', aparte de cabalgatas y otros jaleos, han llegado
a convertirse con frecuencia en muñequillos de aspecto infantiloide -algo semejante a la
figura también falseada del nórdico y anglosajón Papá Noel-, manejados en
caricaturas y reclamos comerciales.
La deformación de los Magos ha llegado hasta la canción
popular, los villancicos, no sabemos en qué momento, pero hace muchos años: "Ya vienen los Reyes Magos caminito de
Belén, cargaditos de juguetes, para al Niño entretener"... ¡Qué
tergiversación más penosa del acto de adoración y ofrenda al Mesías!...
Juguetes para entretener al Niño... Y lo cantamos con toda naturalidad, como si
fuera ese el objetivo de los regalos regios... En este año de 2016, en
Madrid, la fobia anticristiana de una impresentable alcaldesa ha transformado
la imagen de los Magos, para la cabalgata tradicional (ya que no se ha atrevido
a suprimirla, como hubiera preferido), en unos fantoches carnavalescos de
vestiduras falsamente festivas...
En resumen, es digno de notar el proceso, digamos, 'destructivo',
por deformador, de lo que se mueve en torno a estas figuras venerables del
mundo navideño, que en su momento hicieron temblar con su pregunta ("¿Dónde ha nacido el Rey de los
Judios?") al implacable déspota oriental, Herodes, siempre en actitud
de sospecha hacia cuantos pudieran constituir un peligro, real o imaginario para su ansia de poder exclusivo, aunque fueran sus hijos (mandó matar a tres
de ellos, y desencadenará la matanza de los niños inocentes de Belén y su
comarca). Si de la Navidad
se ha hecho un objeto de 'uso y abuso', de consumo, en nombre de una alegría
que ha llegado, en innumerables casos, a desvincularse de su base referencial del nacimiento del Salvador,
la imagen de los Magos es, tal vez, la más deformada de cuantas existen en torno
a ese acontecimiento capital, que divide en dos la historia humana. Pero, en fin, dejémoslo, en cuanto a sus personas, en Reyes, como los representa muy ampliamente, el arte cristiano: La adoración de los Reyes Magos.
Adoración de los Reyes. Retablo del monasterio de El Paular (s. XV)
Sin embargo, aprendamos de su sabiduría científica verdadera la inquietud para no quedarse en su cómodo 'observatorio astronómico', sino que, como ellos dejemonos guiar por la Estrella anunciadora de la gran noticia, la mayor de toda la historia cósmica y humana, como anunciaron los ángeles a los humildes pastores:"Os traigo una gran noticia: en Belén de Judá os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor".
'Nacimiento', o 'Belén' familiar
El Greco. Adoración de los pastores
Los magos, en comitiva nocturna, camino de Belén
Comienza el 'cambio' de Magos a Reyes: Miniatura de un libro de Horas (s. XV)
Confirmación del cambio: Adoración de los Reyes. Cornelis de Vos (s. XVI)
Adoración de los Reyes. Retablo del monasterio de El Paular (s. XV)
Resulta realmente estupenda la lectura de este relato sobre la Epifanía del Señor.
ResponderEliminarDespués de haber sucumbido a cuanto de profano rodea a la Navidad en la vida civil, sienta de maravilla este barniz espiritual.
Y aunque pueda parecer vana ilusión, expreso desde aquí mi deseo de que el año próximo sean los políticos mucho más respetuoso siquiera con el "hecho cultural" y la tradición de la cabalgata de reyes. Pues además de herirnos a los católicos -qué obsesión Dios mío- juegan con la inocencia de los niños.
Que Dios les perdone.